Septiembre 20, 2024

El ex Presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski en prisión preliminar

La prisión preliminar no es lo mismo que la prisión preventiva: en la primera aún no se ha iniciado la investigación y se usa en dos  situaciones referidas al peligro de fuga o a dificultar la investigación, mientras que la prisión preventiva es más duradera en el tiempo. La prisión preliminar puede tener una duración entre dos a diez días, la segunda, hasta 32 semanas.

 

En Perú, a diferencia de otros países latinoamericanos, se aplica en la realidad la igualdad ante la ley: el hecho de que la mayoría de los Presidentes investigados, o bien, hayan pasado por la cárcel, habla muy bien de la justicia peruana que, al menos, es implacable con los corruptos ex Presidentes.

 

Tanto el fiscal José Domingo Pérez, como  los jueces han sido implacables en decretar la prisión preliminar que, por ejemplo, en el caso de la ex candidata presidencial, Keiko Fujimori, sirvió para ablandar con la cárcel a los demás miembros de la asociación ilícita, a fin de convertirlos en colaboradores eficaces a cambio de acortar la sentencia. (En Perú ni sueñan con “clases de ética” para los corruptos Presidentes).

 

Kuczynski, al igual que Keiko Fujimori y   Humala y su mujer, están acusados de graves delitos que podrían superar una sentencia de más de diez años y un día, y en el caso de Kuczynski, el aprovechamiento de los proyectos H2 Olmos y la carretera Perú-Brasil para sus propias empresas, llevados a cabo en 2006 cuando se desempeñaba como ministro de Economía del ex Presidente – hoy fugitivo – Alejandro Toledo, delitos que hoy llevan más de diez años y estarían prescritos. El fiscal y el juez se ven conminados a acusar a PPK y a Toledo de hechos aún más graves como asociación ilícita y lavado de dinero.

 

La estrategia del fiscal Pérez ha dado resultado, pues en el caso de Keiko ya ha podido reunir pruebas suficientes para acusarla de ser la jefa de una asociación ilícita, que tiene prescripción de más de diez años. En el caso de Kuczynski, sus abogados sospechan que el fiscal va a utilizar a su chofer y secretaria para que se conviertan en colaboradores eficaces.

 

Los métodos procesales son siempre discutibles y no pueden confundirse con principios, como el debido proceso, la igualdad ante la ley y la verdad de los hechos, y sólo podemos aceptar una verdad judicial que tiene muy poco que ver con la equidad que se supone en un Estado de derecho. (En muchos países, entre ellos Chile, se envía a “clases de ética a los ricos y a la cárcel a los pobres).

 

A lo mejor, no tenemos toda la culpa los electores de nuestros pésimos representantes, ni que en Perú elijan a todos los Presidentes corruptos, sino que al no existir alternativas sólo queda la opción de votar por el más ladrón de todos, o a un pillo tiranuelo. La democracia y el estado de derecho son cuentos para los infantes, pues el poder no implica más que represión y la posesión monopólica de las armas, (la historia y la ciencia política lo prueban; baste leer a Maquiavelo y a Max Weber,  “la política no tiene nada que ver con la salvación”, y “el político tiene que pactar con el diablo”, es decir, aplicar la razón de Estado y la llamada “ética de la responsabilidad”).

 

El tipo de moral de los actuales Presidentes de la República deja mucho que desear; en el caso de Perú, Kuczynski se declara casi indigente cuando es uno de los corruptos más millonarios entre los mandatarios en América Latina. A pesar de que la justicia tiene bloqueada su cuenta, bien recibir dinero de su millonario esposa, que está en Estados Unidos, y a lo mejor, una contribución de su socio chileno, Gerardo Sepúlveda, en vez de mendigar préstamos de sus eventuales amigos, (no podríamos decir que PPK está recurriendo al “raspado de la olla”, como ocurrió con el folclórico personaje Iván Moreira).

 

Tanto Alejandro Toledo como su entones ministro Kuczynski son personajes patéticos en la historia peruana: el primero despertó el entusiasmo al reemplazar al tirano Alberto Fujimori, y ha terminado en un alcohólico fugitivo; el segundo, ganó gracias al voto de la izquierda a fin de evitar el triunfo de Keiko Fujimori, con una diferencia ínfima de votos en la segunda vuelta en 2016, con 50.000 sufragios de diferencia. Ambos decepcionaron al robar indiscriminadamente bajo sus respectivos mandatos.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

11/04/2019

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *