“Desde hace tiempo y sin receta, la estupidez se vende en las farmacias”. Dionisio Albarrán
Mientras en el gallinero de nuestra clase política se desataba una frenética voladura de plumas, entre aleteos y picotazos, arribaron a Chile, los presidentes Bolsonaro, Duque, Moreno, Vizcarra, Abdo y el arruinado Macri. Peones de distinto pelaje, serviles al patrón Donald Trump, quien los instruye de cómo convulsionar el gallinero, mientras él se apodera de los huevos.
Piñera, después de haber sufrido un bochorno este miércoles, al ser pifiado en el Estadio Nacional por 65.322 personas, durante el concierto de música de Paul McCartney, ofreció el viernes un banquete a los presidentes invitados, y este sábado, otro al capitán Bolsonaro. La pifia que recibió de casi un minuto —como si se tratara del minuto de silencio para homenajear a un fallecido— casi interrumpe el concierto, que lo obligó a huir del Estadio Nacional. En el recinto no había lumpen ni proletarios, sí los borregos despechados, pues las entradas iban de los $46.400 hasta los $568.400.
Hubo quienes se negaron a asistir a los banquetes, no se sabe si por decencia o amor a la sobriedad en el vivir. A cualquiera le habría encantado haber concurrido a aquellos delirantes gaudeamus, donde el dispendio casi supera al ofrecido por Julio César a sus súbditos, para celebrar sus victorias en oriente. En aquella oportunidad, 260 mil personas comieron en 22 mil mesas. Aquí, en honor a la mesura, lejos de la desmesura romana, había alrededor de 100 comensales. Se sirvió locos de entrada —¿acaso no están en veda?— y como siempre hay un pícaro, atribuyó la presencia del marisco tan apetecido, a una humorada del presidente. Y pensar que no faltan quienes lo critican por su adustez.
En Chile, las victorias se dan en falsas elecciones, como las competencias deportivas arregladas, para timar al incauto. De ser así, se aproxima el día donde se vuelva a la sana práctica republicana, añorada por la elite, que permitía votar solo a los señores. Empieza a ser costumbre, hoy por hoy, que ganen los mediocres o quienes más mienten. O si usted discrepa de estas aseveraciones antojadizas de viejo gagá, triunfan los sinvergüenzas vestidos de querubines, haciendo la Primera Comunión.
Como el gasto de los banquetes, sean ofrecidos por civiles o militares es de cargo al erario nacional, en el homenaje al capitán carioca y el otro, se ofrecieron viandas, cuya desmesurada suntuosidad, habla muy bien del gusto refinado de quienes viven estrujando un sueldo mensual de 400 mil pesos. Se acaba de saber que Chile es el país más feliz de América del sur y nivel mundial, se halla en los primeros lugares. O sea, los 400 mil pesos, que gana la mitad de los trabajadores, ayudan a ser felices.
Y para abundar en el tema, la espiritualidad ha llegado al país. En un colegio de la región del Biobío, dirigido por evangélicos, una decena de estudiantes se desmayaba sin motivos aparentes —se descartaron la desnutrición y falta de desayuno— y la dirección de la escuela se apresuró a calificar el hecho de un don divino, pues el grupo había sido tocado por el Espíritu Santo. Este hecho demuestra que los incrédulos sobran en este país de ateos frustrados. Al conocer esta noticia, deberían frenar su intolerancia. Entonces, los signos de felicidad, unidos al tema sobrenatural, nos convierten en modelo de sociedad desarrollada.
Esto sucede, como un rotundo tapabocas a los deslenguados, que critican a la administración de Sebastián Piñera, adalid del impulso de la espiritualidad que nos visita. A poco andar se multiplicarán los panes y el vino remplazará al agua. ¡Salud! La santidad ha permeado nuestra sociedad, mientras la delincuencia disminuye. Si nos remontamos al pasado, solo en la dictadura de Pinochet, aparecía la Virgen en infinidad de lugares del país. Quienes critican a la dictadura, nada saben lo que se entiende por verdadero misticismo. El mejor ejemplo se sitúa ahora con la presencia en Chile de presidentes en el PROSUR y de la furtiva presencia de la esposa de Juan Guaidó, el auto proclamado presidente encargado de Venezuela, quien asegura ser enviado del Espíritu Santo. Todo huele a religiosidad e incienso en un país dañado por la suspicacia. Así se demuestra cómo, nuestro gobierno amplía el abanico de amistades rumbo a la santidad, empeñado en formar una coalición espiritual, tan poderosa como las Cruzadas. Como decía un actor: “No hay mayor soledad que estar acompañado y sentirse solo”. El jefe lo sabe, mientras llora su desventura.
Por Walter Garib