Complejo destino se avecina para quienes en el hogar, no tienen aún su medidor inteligente. Se comenta, que los aparatos están diseñados para conocer el consumo de la electricidad y fotografiar y detectar la hora de salida y llegada de quien sale de juerga. Después se incorporará el medidor del agua, del gas y de un artilugio, para enterarse de cuantas veces se va al retrete. Todo debe ser medido, vigilado en beneficio de la seguridad. ¿O somos amigos de las tinieblas? Estos aparatos, que también deberían instalarse a la salida de los súper mercados, para saber si a uno lo estafan, acabarían con los sinvergüenzas que adulteran los etiquetados de los productos de almacén. Después, como premio, asisten a clases de ética empresarial, en amables salas, donde se vuelven a coludir con otros pillos.
Además se quiere reformar el sistema de salud FONASA, donde se piensa incorporar la categoría “Plus”, lo que se entiende como retribución suplementaria en beneficio de alguien. Urge favorecer a quien, si cotiza más en su plan de salud, debe ser recompensado por su esfuerzo. De concurrir a una oficina de FONASA, va a ser atendido por una azafata, como si volara en un jet privado, rumbo a Europa. Nada de hacer fila, ni sacar el odioso numerito, ni esperar horas para ser atendido o recibir la conocida frase: vuelva mañana.
También le llegó el turno al agonizante Transantiago, que en breve se va a llamar Red. Ambas iniciativas vienen a alegrar la alicaída vida de nuestra vapuleada sociedad de borregos, que ahora empieza a criticar al jefe. Apenas si le asigna un apoyo del 37% en una encuesta fulera, realizada por sus amigotes, no por quienes le sacan la lengua. ¿De dónde surge esta ingratitud, dirigida hacia quien no duerme y se desvela, pensando en la felicidad de sus compatriotas? ¿Acaso olvidan que en persona viajó a Cúcuta para hacer negocios, y de propina quiso entregar ayuda humanitaria a los hambrientos venezolanos? No faltaron los irresponsables de siempre, que empeñados en perjudicar la generosidad del jefe, la cual no salió de su bolsillo, decidieron quemar los camiones y robarse la limosna.
Si usted va a cotizar más en su plan de salud, merece subir a un bus asignado con el apelativo Red. En tal caso, puede aspirar a convertirse en pasajero VIP. Sentarse en un sitio de privilegio y servirse un picoteo junto a un pisco sour —con permiso de los peruanos— mientras observa el paisaje por la ventanilla y se ríe de los automovilistas, atascados en un embotellamiento de cinco cuadras, que ni siquiera pueden echarse un trago al buche. Como nada es gratis —así lo señala a menudo el jefe— estas urgentes decisiones tienen costos de producción, instalación, estudio, publicidad y coimas destinadas a vencer la honestidad de quienes se van a oponer. Sin embargo, al final son untados en beneficio de la patria. Hay de por medio alrededor de 550 millones danzando a la espera de quien se los quiere echar al bolsillo, pues la maquinaria debe estar bien aceitada. Después de un tiempo, se impondrá una nueva categoría de ciudadanos: VIP-PLUS-RED. Quienes se oponen a ultranza al cambio “climático”, ignoran que en los sistemas capitalistas, nada es imposible si de por medio existen mecanismos de persuasión, resquicios legales y si esto no sirve de nada, se aplica el criterio de imponer la fuerza. Ya se estudian medidores inteligentes para medir la solvencia económica de la gente y para detectar, si usted mi amigo, regresa al hogar con olor a perfume, el cual no utiliza su pareja. No hablamos aquí de una sociedad sometida a permanente vigilancia, para transformarnos en borregos trasquilados, dispuestos a votar en las sucesivas elecciones por quien, una y otra vez, nos cuenta el cuento del tío. Se debe entender que todo apunta a convertir nuestra raquítica democracia, en reflejo de la europea. Ahí se especializan en hacer guerras de exterminio y nos enseñan a vigilar las fronteras, para que no se cuelen los inmigrantes.
Todo puede colapsar en forma estrepitosa, si los proyectos anunciados por el gobierno de los dueños de Chile, son roídos hasta sus cimientos, por el gusano de la broma. Hace unos días, la flemática voracidad de estos moluscos, cuya actividad depredadora es silenciosa, provocó la caída de un puente en Ancud. Si en cambio se hubiese tumbado el gobierno, se habría desatado un carnaval en todo Chile.