Decíamos hace unos pocos días que el fiasco con que terminó la operación “ayuda humanitaria” intensificaría la agresividad de la Casa Blanca por la vía de atentados y sabotajes selectivamente planificados para ocasionar el mayor daño posible a la población y, de ese modo, desatar lo que según los expertos de la CIA y el Departamento de Estado sería un masivo levantamiento popular en contra del gobierno de Nicolás Maduro. (ver dicha nota titulada: “Trump: la impotencia y la furia”, en https://www.pagina12.com.ar/179699-trump-la-impotencia-y-la-furia o también en http://www.atilioboron.com.ar/2019/03/trump-la-impotencia-y-la-furia.html y en ).
Algunos críticos pretendieron descalificar nuestro análisis aduciendo que quienes impidieron que llegara la “ayuda humanitaria” fueron los colectivos chavistas. Pero ahora, con un inexplicable retraso, el propio New York Times confirmó lo que quienes estuvimos en esos momentos en Venezuela supimos de inmediato: que el ataque a esa pretendida ayuda –que no era tal sino materiales para futuros atentados o brotes de violencia– fue obra de los mercenarios contratados por la oposición que de ese modo procuraron destruir las pruebas de sus mentiras y la exposición de sus designios. Cabe resaltar que, como ocurriera en tantas otras ocasiones este lumpenaje mercenario es exaltado por la prensa del sistema cual si fueran virtuosos combatientes por la libertad generosamente financiados con dinero de los contribuyentes estadounidenses y, en este caso, la descarada complicidad del narcogobierno colombiano. En suma, una iniciativa análoga a la que la CIA organizara en Bengasi para facilitar el ataque a Khadafi en Libia en 2011. El periódico neoyorquino publica esa noticia en sus ediciones en lengua inglesa y en castellano, y puede consultarse en (https://www.nytimes.com/es/2019/03/10/venezuela-ayuda-incendiada/?action=click&clickSource=inicio&contentPlacement=2&module=toppers®ion=rank&pgtype=Homepage )
Numerosos informes y notas aparecidas en estos últimos días confirman que el apagón fue precisamente producto de un atentado informático, obra de hackers de alto nivel de sofistificación técnica. No viene al caso dar mayores detalles del asunto pero basta con decir que un artículo de la revista Forbes, insospechada de simpatías chavistas, si bien dice que la causa más probable del apagón venezolano hayan sido fallas y deficiencias en el mantenimiento de la red de represas no puede descartarse que lo ocurrido hubiese sido parte de una operación del gobierno de Estados Unidos dada la manifiesta beligerancia de la Casa Blanca en contra de la República Bolivariana de Venezuela y la creciente importancia que la ciberguerra ha adquirido en los círculos políticos y militares de Washington. Según el autor de la nota, Kalev Leetaru, el “cyber first strike” tiene por misión debilitar a un estado adversario como preparación del terreno para una invasión convencional y el caos y la anarquía generados pueden forzar el derrocamiento de un gobierno extranjero sin que éste pueda acusar a su agresor. En artículo tiene un tono muy cauteloso, pese a lo cual no omite decir que “en el caso de Venezuela la idea de que un gobierno como el de Estados Unidos pueda interferir a distancia en su red eléctrica es completamente realística.” (https://www.forbes.com/sites/kalevleetaru/2019/03/09/could-venezuelas-power-outage-really-be-a-cyber-attack/#3e026e0b607c)
En efecto, el ataque se dirigió al cerebro informatizado de todo el sistema eléctrico venezolano. Como lo comenta un experto de ese país, El Guri es después de Itaipú la central hidroeléctrica más grande de Sudamérica (Venezuela tiene aparte otra gran represa, la de Macagua, también afectada por el ataque) y la cuarta a nivel mundial y es controlada en su casi totalidad por sistemas robotizados de apertura/cierre de compuertas del flujo hídrico que alimentan las turbinas generadoras de electricidad. Los sofisticados protocolos de seguridad del sistema, elaborados conjuntamente por la empresa estatal venezolana con otras dos privadas de origen europeo, fueron rebasados por una ofensiva fenomenal de “millones de incursiones por segundo de manera simultánea y multiubícua” que lograron penetrar los sistemas de seguridad de la enorme represa. Esta no es una tarea de aficionados, ni algo que Guaidó y sus rústicos compinches pudieran haber hecho desde Venezuela. Esto es guerra cibernética, la guerra de quinta generación cuyo objetivo es la destrucción física del territorio de una nación y de la nación misma, la quiebra definitiva de una conciencia nacional y la transformación de su hábitat en un páramo a ser reconstruido, parcialmente, por las grandes transnacionales que se apoderan de aquél con el sólo fin de saquear sus recursos naturales.
¿Paranoia, obsesión antiestadounidense? Nada de eso. Un crimen de lesa humanidad; terrorismo puro y duro meticulosamente planificado y perpetrado por Washington. En casos como estos la investigación siempre procura establecer los móviles de un crimen, su naturaleza e impacto, los instrumentos utilizados (el “arma homicida”) y las pruebas correspondientes. Veamos. ¿Los móviles de Washington? Claros como el agua. ¡Maduro debe irse, ya, braman Trump, Bolton, Pompeo, Abrams, Rubio! Y para ello nada mejor que crear un caos indescriptible que afecte la totalidad de la vida social porque en el mundo actual, desde la provisión de agua y la iluminación hasta el acceso a la internet, la telefonía, el combustible, el pago con tarjetas de débito o crédito, utilizar ascensores, movilizar el metro, prácticamente todo depende de la energía eléctrica. Pompeo lo confesó en su infame tuit del 7 de marzo a las 8:19 pm: “No Food. No Medicine. Now, No Power. Next, No Maduro.” (No hay comida, no hay medicamentos. Ahora no hay electricidad. Lo siguiente: no hay Maduro). O sea, el criminal ha manifestado sus intenciones. El motivo está claramente establecido. ¿El arma homicida? La ciberguerra, la aplicación militar de la informática, que no requiere instalar en el territorio agredido ni un solo hombre. Se puede librar esa guerra de quinta generación desde los bunkers ocultos en el desierto de Nevada, donde se manejan los drones que siembran muerte y destrucción en todo el mundo. O desde los refugios especiales en donde decenas de miles de hackers vigilan y monitorean absolutamente todo, inclusive las cuentas privadas de los gobernantes amigos de Washington. Recordar el caso Angela Merkel a comienzos de este año. ¿Pruebas? Todavía no las hay, pero son muchos los gobiernos y las organizaciones que a su vez están vigilando y monitoreando lo que la Casa Blanca hace y deshace. Y más pronto que tarde las pruebas aparecerán, para sorpresa de los engreídos imperialistas que se creen invulnerables. Pero a falta de pruebas hay presunciones muy bien fundadas de que allí reside la banda criminal responsable del atentado contra Venezuela. Misma a la cual se subordina por completo la “oposición democrática” de ese país ante el silencio cómplice de los medios hegemónicos y los desacreditados custodios de la democracia y los valores de la república, agrupados en el nauseabundo Cartel de Lima.
El sabotaje eléctrico es una versión perfeccionada de los proyectos de desestabilización y golpes de estado que el gobierno de Estados Unidos ha aplicado desde siempre. Tomemos el caso del plan concebido para acabar con la izquierda en El Salvador en la década de los ochentas. Según testificara ante el Senado Robert White, un ex embajador de EEUU en ese país, “los de Miami explicaron …. que para reconstruir el país primero había que echarlo totalmente abajo: se tenía que hundir la economía, el desempleo tenía que ser masivo, había que acabar con el gobierno y había que poner en el poder a un ‘buen’ oficial que llevase a cabo una limpieza completa matando a trescientos, cuatrocientas o quinientas mil personas. … ¿Quiénes son esos locos y cómo actúan? … Los más importantes son seis (empresarios) inmensamente ricos… Traman conjuras, organizan reuniones constantemente y dan instrucciones a XX”. ( Ver Oliver Stone y Peter Kuznick, Historia no oficial de Estados Unidos (Buenos Aires: El Ateneo, La Feria de los Libros, 2015, p. 630.) El gobierno de Estados Unidos, en nombre de la burguesía imperial, busca hacer exactamente lo mismo, pero apelando a un armamento muchísimo más perverso, si cabe, para demoler la economía y destruir la sociedad venezolanas para luego reconstruirlas para su exclusivo beneficio. Como hicieron en Irak, en Libia, como trataron de hacer en Siria y en el Líbano. Y los “XX” de ahora son los Guaidó, Borges, López, Machado, Ledezma, toda esa oposición cipaya y vendepatria que en un imperdonable e inolvidable alarde de ignominia aplaude el terrorismo que Washington descarga sobre tu propio pueblo.
¿Prevalecerá el imperio en su afán no sólo de acabar con el gobierno de Maduro sino de hacer lo propio con la nación venezolana, con la patria de Bolívar, de Miranda, de Zamora, de Chávez? No creo. Hay un dato significativo que abona mi esperanzada respuesta: en el fragor de un ataque brutal, masivo y persistente como el actual no se ha registrado ni un solo saqueo, ni un solo disturbio, ninguna bandera blanca agitándose para confesar su rendición. Inclusive en los barrios del Este de Caracas hay una tensa calma pero nada más. Hasta ahora la promoción del caos y la violencia ha fracasado, y esto es una gran noticia. Y una lección importante, que habla de enjundia de ese bravo pueblo al que le canta el himno nacional de Venezuela y que no se doblegará ante el criminal ataque de Estados Unidos. Mientras tanto, sería bueno que la fiscalía de la Corte Penal Internacional iniciara una investigación sobre la responsabilidad que le cabe al gobierno de Estados Unidos en la comisión de delitos de lesa humanidad como los que actualmente padece el pueblo de Venezuela.