¿Cuántos años de existencia tiene esa inaceptable forma de gobierno que administra los bienes y recursos del país solamente para beneficiarse -corrompido e inmoral- a sí mismo y a quienes poseen dinero a raudales? Ha pasado antes, y está pasando ahora una vez más, como si fuese una norma válida de acción política en la administración pública.
Antes lo hacían de manera secreta, oculta y confidencial. Hoy lo hacen abiertamente, pero a raudales, sin ambages ni límites. Antes, al ser sorprendidos, perdían la dignidad, los bienes e incluso la libertad. Hoy, al ser sorprendidos, no pasa absolutamente nada. Por el contrario, incrementan los ilícitos como si fuesen bondades del cargo, y continúan esquilmando al país si siquiera sonrojarse.
El acervo popular asegura que los amos terminan pareciéndose físicamente a sus mascotas. Entonces, el acervo político debería afirmar que los ministros de estado son una prolongación moral y social de quien los nominó en el cargo. No se trata del ‘entorno’, sino de la extensión de la moralidad o inmoralidad de quien ocupa la primera magistratura.
Cada gobernante designa como autoridades de su exclusiva confianza a quienes pertenecen a su propia cofradía social, económica y filosófica, independiente de cuán sabios y dignos sean para ejecutar las tareas que el cargo impetra.
Ya lo demostró una vez el ex presidente Carlos Ibáñez del Campo al ser enfrentado por un periodista que le acusó de nombrar en los ministerios solamente a sus amigos. “¿Y qué quiere, que nombre a mis enemigos?”, respondió el mandatario, esquivando olímpicamente el fondo del cuestionamiento.
Para los gobiernos chilenos la cuestión ha sido siempre, puntos más o puntos menos, repartirse coloquialmente los haberes del fisco y los bolsillos de los imponentes. Tamaña tarea requiere por cierto de ministerios esforzados en mantener la norma del despojo, lo que obliga, indefectiblemente, a que cada cartera ministerial sea encabezada por un personaje que cuente con suficiente experticia en el asunto. Gabinete, le llaman a ese grupo de compatriotas que conforman verdaderas pandillas de malhechores ‘legales’ designadas por el delincuente ‘estrella’ de todo el lote.
Así ha sido siempre, o casi siempre… pero hoy la cuestión pasó de color castaño a oscuro profundo. Vea usted lo siguiente…
Ministros(as) de Educación que defienden y perfeccionan un sistema que les permite aumentar las ganancias económicas de aquellos establecimientos en los que ellos (as) y sus socios y familiares tienen inversiones económicas. El negocio y sus resultados, por sobre la calidad y masividad de la educación pública. Ejemplos sobran. Mariana Aylwin lleva la bandera.
Ministros de carteras variopintas que pusieron en acción sus mejores esfuerzos para agenciarse –junto a sus colegas de tropelías- la propiedad de la pesca y del bordemar. ¿Ejemplos? Longueira, Zaldívar… ¿o ya lo había olvidado? Y mejor ni hablar de aquellos jefes de carteras que deberían haberse preocupado por la matriz energética del país pero, sin embargo, hipotecaron severamente el futuro de su nación entregando recursos naturales, paisajes, flora y fauna a manos de mega empresas predadoras que sin dios ni ley se encargan de expoliar el territorio hasta convertirlo en un cadavérico peladero.
Una pandilla de malhechores llamados ‘ministros’ y ‘subsecretarios’, extrema sus capacidades expoliadoras para enmagrecer al ‘respetable’ (al pueblo) en beneficio personal y de sus mandantes o socios. Pero, nadie reclama con fuerza… parece no haber aún suficiente pueblo capaz de expresar su descontento. Por ello la ignominia de la pandilla ministerial es continua y perseverante en su maldad.
Chalecos reflectantes que los automovilistas nunca usan ni usarán.(pero deben adquirirlos) Chips para mascotas que nadie fiscaliza pero que rindieron buen dinero para un grupo –desconocido aún- de amigotes y asociados de quienes dieron la orden. Un subsecretario que compró terreno en la ‘terrorista región de la Araucanía’ (según su propio gobierno), el cual (el terreno) proviene de un título de merced cuyo valor ancestral está protegido por la ‘ley indígena’. Médicos que ofician de jefes de cartera en el rubro, pero no se preocupan de la salud pública sino de engordar económicamente al máximo a las clínicas privadas. ¿O estoy equivocado señor Mañalich? Ministros de “transporte” que perfeccionan malvadamente la fórmula ‘laguista’ para explotar el bolsillo de los imponentes de AFP’s así como también de los automovilistas y pasajeros de metrotren, Transantiago y metro capitalino (eventos que deben ser pagados con el aporte de provincianos que jamás usan esos servicios, pero que no obstante engordan hasta el hartazgo las faltriqueras de sus propietarios, sean ellos del mundo privado o fiscal) .
¿Habrá que seguir dando ejemplos? No, ¿para qué, si el chileno promedio paga y paga sin siquiera preguntar el por qué de sus esclavitud legal? Alguien dijo acertadamente que si en Argentina, Francia, EEUU o Italia se cortase la luz, la gente saldría en patota a tomarse las calles y protestar airadamente… en Chile, en cambio, si se corta la luz, la gente sale en patota a comprar velas.
Esa, que es una verdad irrefutable (y que demuestra la pusilanimidad de un pueblo todavía aplastado por el totalitarismo gracias a la acción de las cofradías políticas y empresariales, como de la ‘prensa canalla’), alienta a las pandillas llamadas ‘gabinetes ministeriales’ a continuar su saga de despojos y haberes personales/familiares mal habidos.
Muchos de quienes lean estas líneas dirán con desparpajo que ellas son erradas y falaces… y luego de asegurar lo anterior irán a atender solícitamente al funcionario de la compañía de electricidad que le cambiará el medidor instalado en su domicilio por un aparato llamado ‘inteligente’… porque lo es, y mucho, ya que lo esquilmará lenta, progresiva e inteligentemente, pese a que se le advirtió al respecto.
Que los astutos de la ANI tomen nota de estas líneas y las incorporen a sus “estudios de contra inteligencia”. Tal vez les sirvan de algo al momento de analizar el descontento general y progresivo de la población con las actuales circunstancias. Aprovéchenlas, porque las obtienen gratuitamente.