Septiembre 20, 2024

Personajes patéticos del show del día D

Nunca a los poderosos les ha preocupado las desgracias de los muertos de hambre: les importa un rábano el que los negros haitianos se maten entre ellos, y que los centroamericanos se mueran de hambre y se vean obligados a emigrar en grandes caravanas, con recorridos de miles de kilómetros pues, al fin y al cabo, en esos países será nominado un Presidente pro-yanqui – así se haya robado las elecciones, como en el caso Juan Orlando Hernández en Honduras y el ladrón de Jimmy Morales en Guatemala  mienta con el lema no roba-.

 

 

Las lágrimas, las lamentaciones, la supuesta ayuda humanitaria y las justificaciones hay que reservarlas sólo para Venezuela, una “dictadura dominada por los comunistas”. Ni siquiera, a Trump le preocupado mayormente Daniel Ortega y la situación de Nicaragua, incluso, si persigue a obispos y curas, pues Trump reserva su intervención para ocasiones más propicias. Al menos, lo dice francamente: primero Nicolás Maduro, segundo, Ortega y tercero Cuba, si es que se la puede.

 

Muy pocos presidentes de Estados Unidos saben lo básico de política exterior, y su ideal elegido es el aislamiento: “América para los americanos”, “América grande de nuevo”, “América Primero”…La paradoja es que el más ignorante en política exterior, Donald Trump, además de tener serios conflictos con la C.I.A., el FBI y el Pentágono, sin contar con la Cámara de Representantes, es quien está decidido a poner fin al comunismo – lo dijo en su último discurso en Miami  ante los venezolanos -.

 

Los conciertos, convocados por el oficialismo y la oposición, poco importa a los enfermos terminales, a los niños raquíticos, a las madres embarazadas, pues en el caso de de Cúcuta, se hizo como preludio a la invasión y en favor del “lucimiento” de personajes patéticos, entre ellos el Presidente de Chile, Sebastián Piñera – sus limitadas combinaciones neuronales no le permiten inventar nada nuevo y repitió, exactamente, las mismas frases que los demócratas repetíamos antes de la caída de Pinochet “cuando la noche es más oscura, está más cerca la luz del día”. El Presidente Piñera es como aquellos abuelitos con demencia senil, repiten mil veces la misma frase. (Por suerte no subió al escenario con la canción “Si vas para Chile”, imitando a los venezolanos a que nos invadan; por suerte no vino con los huasos  cacheros).

 

Dentro del grupo de artistas en Cúcuta se lucieron José Luis Rodríguez, “El Puma”, que peroró contra las dictaduras de izquierda – afirma, por lo tanto, que le gusta las de derecha –, y el español Miguel Bosé, estridente y gagá –  un día adora y visita en Palacio  a la Presidenta Michelle Bachelet, y al otro, le dice muy groseramente que “mueva sus nalgas…” y se venda a los agentes de Trump.

 

Por su parte, Iván Duque, con el paso del tiempo en el Palacio Nariño, se está volviendo más agresivo y guerrero que nunca – hasta su papá, Álvaro Uribe, parece un personaje cuerdo a su lado -. Duque busca la guerra a toda costa a fin de cumplir la orden de Trump justificando la invasión sobre la base de la defensa recíproca entre el ejército norteamericano y el de Colombia.

 

A Juan Guaidó se le están haciendo agua sus planes de ambición para llegar al poder: la repetida frase de “Presidente encargado” y su justificación constitucional, cada día pierde más credibilidad. En Venezuela ninguno de los poderes del Estado se le ha sometido, pues no cuenta ni con las instituciones, ni con la fuerza, ni con la ley, es decir, carece de soberanía en términos democráticos, y puede ser reconocido por sesenta países, pero para nada le sirve, (salvo que quisiera formar un gobierno en el exilio, tal como hicieron los españoles después de la guerra civil, pero fue efectivo porque a la vieja guardia la reemplazó la generación de Felipe González, en el interior).

 

Aun cuando  Guaidó sea  muy limitado y haya demostrado su infantilismo político, es de suponer que su salida – que fue tan espectacular como hubiera querido – tiene otro objetivo: supongo que encabezaría, a partir del lunes 25 de febrero, la invasión por parte del ejército colombiano, a fin de desatar – como en el juego de dominó – la integración del brasilero y, tal vez, del norteamericano.

 

Hasta hoy, 24 de febrero, tendríamos que suponer – si no hay hechos que lo desmienta –  que en Colombia, Brasil y Estados Unidos existe separación de poderes, es decir, democracia formal, por consiguiente, como en cualquier Constitución, la declaración de guerra a otro país debe ser aprobada por ambas Cámaras – en caso de Estados Unidos  la de Representantes ya anunció que no lo va a aprobar; en Colombia sería muy disputado, pues hay una importante representación de izquierda en ambas instrucciones  del legislativo, con senadores brillantes como Zepeda, Petro, Navarro y otros; en Brasil también una minoría importante del Partido de los Trabajadores.

 

Hay que recordar que la mayoría de las invasiones tanto de la OTAN como de Estados Unidos no han sido legales: en el caso de los yanquis, se saltaron a pie juntillas el Consejo de Seguridad de la ONU, y los europeos, impulsados por el gobierno de Nicolás Sarkozy, de Francia, intervinieron en Libia, que terminaron con el asesinato brutal de Mohamed Gadafi y su hijo. En Iraq los yanquis colgaron a Saddam Hussein.  

 

El fracaso de las invasiones que sólo terminaron con la vida de personas, sino también con la  destrucción de los Estados, pesa sobre los países que pretenden invadir Venezuela, mil veces más estratégica y poderosa que los países de Libia e Irak, (hay que recordar que los gobiernos de Venezuela han sido decisivos geopolíticamente para el Caribe, Centro América, y lo fue en la antigua Gran Colombia.

 

Todo análisis histórico-político exige comprender los siguientes aspectos temporales, pues la vida humana es tiempo, no otra cosa: en primer lugar, el momento; en segundo lugar, el escenario; en tercer lugar, la coyuntura; en cuarto lugar, el largo período.

 

El famoso día D no es más que el momento y el escenario. El error capital de Juan Guaidó fue creer que tenía mayoría popular en Venezuela, y que bastaba la entrada de camiones por los distintos pasos fronterizos para que el pueblo se rebelara de inmediato, (parece que le falta lectura y saberes de los clásicos de la no-violencia activa `Gandhi, Luther King, y más domésticos, don Pepe Aldunate y Arnulfo Romero…).

 

Guaidó, tal vez por su nula experiencia no conoce a los militares: el ejército profesional  funciona como una corporación en la cual el superior va determinando órdenes a los rangos inferiores, es decir, la característica básica es la jerarquía y el carácter vertical es incuestionable  de las órdenes, (sin estas características, el ejército sería feudal o mercenario; leer el tratado de Maquiavelo, El arte de la guerra). No cabe duda de que los ejércitos como el de Rusia, Cuba, Venezuela son poderosos y muy bien preparados.

 

Estados Unidos, por otra parte, nunca va a atacar a una potencia nuclear, por consiguiente, se abstendrá de hacerlo con Rusia, India, Paquistán, Corea del Norte, (y en su paranoia, creerían que existen armas atómicas  en Irán). Es evidente que pudieron invadir Irak, pues sabían muy bien que carecían de armas nucleares.

 

En el escenario del día D, 23 de febrero, ninguna fuerza civil, por muy masiva que fuera podría haber vencido a un ejército regular, por eso no pasaron los pocos camiones que llevaban la miserable ayuda de unas pocas toneladas para más de 15 millones de personas necesitadas. Cualquier analista, hasta el más cargado hacia la derecha, tendrá que reconocer que este primer round lo ganó Nicolás Maduro, (al parecer, está bastante bien asesorado por sus doscientos fieles generales – según la prensa seguidora de CNN en español, andan constantemente del brazo con la “diosa blanca” -.

 

Me pregunto: ¿Por qué será tan avaro nuestro Presidente Piñera, quien ni siquiera con dinero del Estado, fue capaz de llevar un regalo más decente a quienes lo invitaron a lucirse  en Cúcuta? Es como de esos invitados de  cara de  palo que cuando los convidas a comer, aparecen con un vino “bigoteado”, y  en cajas de cartón. Al final, Piñera se quedó con los crespos hechos, repitió dos lugares comunes y lo embarcaron, sin pena ni gloria, en un avión de la FACH.

Rafael Luis Gumucio Rivas  (El Viejo)

24/02/2019                      

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