A los únicos a quienes les importa un comino las sendas ayudas humanitarias dirigidas por Donald Trump y sus obsecuentes servidores y, últimamente por Rusia en favor de Maduro, son los ancianos y los niños hambrientos, pues saben que la mierda, llamada “ayuda humanitaria”, está compuesta de porquerías – especies de calugas que se disuelven en agua caliente, sumado a pan duro y a otros elementos, según “los benefactores”, de primera necesidad – que paliarían el hambre por un día, o máximo dos, pero que sí servirá para convertir a Venezuela en lo que hoy están Libia, Irak y, sobre todo Siria.
El drama de destruir países y ciudades, matar niños, mujeres y ancianos, y condenar al hambre y a la miseria a poblaciones enteras se ha convertido en un espectáculo necesario para que magnates – Trump, Bolsonaro, Macri y Piñera, entre otros – muy bien comidos y vestidos, puedan derramar lágrimas de cocodrilo frente a la tragedia a que han sido sometidos algunos pueblos – en este caso Venezuela -. Puede decirse que los “benefactores” son conservadores a ultranza, pero “tienen un gran corazón”.
El Presidente Sebastián Piñero, en dos períodos de gobierno, se ha consagrado como el mejor narcisista y cómico chileno y en esta ocasión, no podía estar ausente del festival en Cúcuta, junto al Puma Rodríguez, Miguel Bosé, Juanes, Maluma y otros cantantes de fama mundial, un día previo a la “invasión” de Venezuela, so pretexto de repartir alimentos y medicamentos.
Pedir al Presidente Piñera que se preocupe de los incendios en Aysén y en la Araucanía y por las inundaciones en el norte del país es una “desconsideración”, pues le impediría animar el espectáculo más importante de los halcones de Trump el tan anunciado dìa 23 de febrero del mes en curso: ¿Cómo no va a estar en primera fila nuestro Presidente en el derrumbe del comunismo anunciado por su amo Trump en el discurso del 19 de febrero, en Miami, ante los refugiados venezolanos?
Los líderes, secuaces de Trump, saben dividir muy bien a los pobres y desgraciados, que siempre estarán entre nosotros según el evangelio: los hay “buenos”, que aceptan la sumisión a sus patrones y por tanto, su suerte, y sobre todo, votan por la derecha y odian a los comunistas, y de “ellos será el reino de los cielos”, dicen los pastores evangélicos y los curas católicos reaccionarios; otros son los rebeldes comunistas y hasta chavistas, quienes rechazan lo que Dios les ha dado y el estado actual de cosas.
Para los venezolanos mansos de corazón les llegará de manos de Sebastián Piñera y de Iván Duque, estos manjares, fáciles de preparar – sólo basta disolverlos en agua caliente, y listos – que los harán sentir, al menos por un día, como astronautas norteamericanos en su primera pisada a la luna, “un gran paso para la humanidad”.
Que los negros haitianos se estén matando entre ellos, o que guatemaltecos, hondureños y salvadoreños se mueran de hambre, bien merecido lo tienen “por haber escogido nacer en países de mierda”, según el profeta Donald Trump, quien afirma haber gastado millones de dólares para mantenerlos tranquilos en sus países, y no se dediquen a organizar caravanas para invadir las sacrosantas fronteras norteamericanas.
Los viejos y los hijos “de estos países de mierda” bien merecen jaulas, a la espera de devolverlos a México o a sus países de origen. Ya ni siquiera sirven para emplearlos en el circo, como ocurría con los negros a comienzos del siglo XX.
Sebastián Piñera, como buen actor cómico, tratará de lucirse al instalar a Chile a la cabeza en los Acuerdos de Lima y encabezar, a su vez una nueva alianza sudamericana PROSUR, (sin Venezuela), cuyo único objetivo es la limitación de la pesada democracia electoral sólo a partidos políticos y países que, en su declaración de principios y constituciones, contenga un acápite que condene el comunismo como ateo e intrínsecamente perverso. Chile tiene una vasta experiencia en este tipo de legislación, (baste recordar la Ley de Defensa de la Democracia, y ahora derogado artículo 8º de la Constitución de 1980).
Trump y su clique de empresarios “exitosos” pretenden anunciar a partir del “festival de Cúcuta” el fin del comunismo, del socialismo y de los gobiernos populistas – resultado será muy similar “al fin de la historia”, de Francis Fukuyama -. Es cierto que Hitler no fue capaz de eliminar a los judíos con la “solución final”, menos podrán los gobernantes neoliberales actuales erradicar a los pobres, pero intentarán convertirlos en anti-comunistas, a fuerza de las continuas mentiras transmitidas por los canales de televisión, especialmente CNN y FOX, como también a través de los medios de comunicación escritos.
Ya no será necesario quemar “la sagrada familia”, (evangelio apócrifo de un tal Marx), pues el marxismo, a lo largo de los años, se convertirá en una doctrina cómica, inventada por un judío-alemán, y ahora reinará la escuela austriaca, donde el libre mercado será el Alfa y Omega de la sociedad.
Es el colmo que los fracasados y silenciosos progresistas chilenos hayan sacado últimamente la voz para “condenar el viaje a Colombia de nuestro gran Presidente”, acompañado del siútico y converso Raúl Ampuero, (le sale el anti-comunismo y el odio por cada poro), que pondrá a Chile a la cabeza de la unidad latinoamericana. (Bolívar sería un mentecato si lo comparamos con nuestro héroe Sebastián Piñera, padre de la unidad neoliberal de América Latina, cuyos dioses están encabezados por el trío Trump-Bolsonaro-Duque, y por sus acólitos Piñera, Macri y CIA.
Trump nos asegura que nunca más tolerará un gobierno populista en América Latina, pero al día siguiente, se demuestra que su profecía es más falsa que Judas, pues parece seguro que este año ganará, por ejemplo en Argentina la candidata Cristina Kircher, por muchas ganas que tengan de impedir su candidatura a fuerza de amenazas de cárcel.
¡Dios salve a Sebastián Piñera, el padre de la patria grande!
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
20/02/2019