Noviembre 26, 2024

El magnicidio de Presidente Frei: ¿“La banalidad del mal”?

 

La filósofa judía Hannah Arendt (1909-1973) elaboró su teoría sobre la banalidad del mal basándose en el juicio del criminal de guerra Adolf Eichmann, gran lector del filósofo Emmanuel Kant, y de vida corriente para un alemán de su época y circunstancias, es decir, un ser banal, capaz de matar a millones de judíos. (A lo mejor, trasladando el imperativo categórico kantiano a su admiración desmedida por Adolf Hitler). En el fondo, todo el pueblo alemán fue arrastrado por la banalidad del mal.

 

 

Al centrarnos en el caso chileno muchos agentes de la CNI eran buenos padres de familia y, a lo mejor, esposos ejemplares; en sus propias “oficinas” (casas de tortura y muerte), los funcionarios marcaban su tarjeta a las 08:00 horas, operación que realizaban hasta las 20:00, una vez cumplido el trabajo de la “picana eléctrica, del submarino, de meterles a las mujeres ratones en la vagina…Desde la Edad Media hasta nuestros días la aplicación de tormentos al detenido ha sido una práctica para llegar a la verdad: lo empleó la iglesia católica en “pro de la salvación del alma inmortal”, las tiranías, los autoritarismos, las dictaduras, y lo que es peor, también en democracia, como lo señalan los distintos informes sobre los derechos humanos.

 

Según mi parecer, Carmen Frei Ruiz-Tagle es una de las más grandes mujeres de Chile en la actualidad: con la sencillez, pero franqueza, heredada de su madre, dice, sin inmutarse, “a mí el perdón no me sirve” y le concedo toda la razón, y por muchos golpes de pecho, los crímenes de la inquisición y los crímenes de Pinochet jamás serán perdonados en la tierra, al menos; ahora, si Dios los perdona, no es asunto de los humanos.

 

En la historia de Chile ha habido dos suicidios, (José Manuel Balmaceda y Salvador Allende), un tiranicidio (Diego Portales) y un solo magnicidio (Presidente Eduardo Frei Montalva). Planteo  la hipótesis que el hasta ahora declarado “asesinato simple” de Frei Montalva vendría a desmentir la tesis de la gran filósofa judío-alemana en el sentido que en la dictadura de Pinochet, como antes en la de Hitler, se aplicó la llamada “banalidad del mar”, convirtiendo a seres comunes y corrientes en bestias y monstruos trogloditas.

 

Centrémonos ahora en el gobierno del dictador Augusto Pinochet y su aparato de seguridad, la DINA y la CNI: Berríos y Townley no eran hombres comunes y corrientes, ni simples funcionarios al servicio de la dictadura, pues eran químicos consumados – por cierto que no inventaron el veneno, empleado genialmente por César y Lucrecia Borja, incluso mucho antes con el porfiado de Sócrates, que discurrió sobre el más allá y por latero se la aplicaron, cuando basta con el más acá -. El cloro y el gas sarín ya se  habían empleado ampliamente en las barricadas de Bélgica, en la Primera Guerra Mundial. Estos dos egregios del grupo de los creativos de la DINA  y de la CNI, se lucieron por la aplicación del gas sarín y de otras sustancias tóxicas de tal manera que se borraran los rastros en las víctimas de este mortal procedimiento.

 

Cabría preguntarse si tal encubrimiento hubiese tenido éxito sin el asentimiento del dictador Pinochet, del jefe de la DINA, Manuel Contreras y, posteriormente, por agentes de la CNI; incluso, llegar al conocimiento de un suboficial como el “Papudo”, lo cual prueba que la aplicación de tales procedimientos era un secreto a voces.

El dìa de la muerte del Presidente Eduardo Frei Montalva coincidió con el envenenamiento de diez revolucionarios en la Cárcel Pública, (¿sería un experimento nada más?) ¡Vaya casualidad! (Los tóxicos se aplicaban con frecuencia en la Clínica Londres, adonde llegaban los torturados).

 

Los médicos, enfundados en sus batas blancas, pueden servir tanto para salvar vidas como para matar  personas y, en el caso de Frei Montalva, aplicaron la segunda opción.

 

La Pontificia Universidad Católica de Chile, cuyo Gran Canciller es el representante del Papa, en la época de Pinochet estaba intervenida  por un delegado militar, (por desgracia, el Hospital Clínico también estaba en manos de la dictadura), y envió dos médicos, hoy condenados en primera instancia a cinco años de presidio, para realizar la autopsia del Frei Montalva, so pretexto que las altas temperaturas del mes de enero habría que momificarlo para que resistiera la ceremonia religiosa. Los médicos Hernán Rosenberg y Sergio González, patólogos  no reconocen aún  su culpabilidad y, lo que es más grave, los sucesivos directores de ese Hospital Clínico se han negado a entregar a la familia las distintas carpetas referentes al humillante acto realizado en el cadáver del ex Presidente Frei. (La Universidad Católica está ampliamente subsidiada por el Estado y se permite violar la ley, como también actualmente al hacer uso y abuso de la objeción de conciencia en el caso del aborto en tres causales, ley fue aprobada en el Congreso de la República).

 

Según Carmen Frei, los distintos rectores de la Universidad Católica y los directores sucesivos del Hospital Clínico se han negado a proporcionar información sobre lo ocurrido con su padre. El doctor Castillo, actual director de Redes Asistenciales, si tuviera un poco de moral debiera presentar su renuncia al cargo, (mi madre decía, “no hay beato bueno”).

 

Carmen Frei, ilusionada en la creencia de que quienes dirigen la Universidad Católica tienen algo de cristianos (y de no de “mercaderes del Templo”, en el sentido de que usen el nombre de Cristo para enriquecerse), creyó que los regentes de la Universidad Católica considerarían que don Eduardo Frei Montalva fue el mejor alumno de su curso en la carrera de Derecho y pertenecía a una familia de pocos recursos, se vio forzado a trabajar como profesor de Historia, en el Instituto Luis Campino y, posteriormente, en la misma Universidad, donde recibió el título de “Doctor Honoris Causa”. Don Eduardo era el predilecto de don Carlos Casanueva y recibió una beca de la Universidad Católica para poder seguir estudiando su carrera.

 

Del ejército y de las demás ramas de las Fuerzas Armadas sólo se puede esperar un pacto de silencio que linda con el encubrimiento. Los distintos gobiernos de las Concertación y el de Nueva Mayoría fueron incapaces de exigir a sus subordinados que cumplieran con sus deberes ante la justicia, que es una de las razones por las cuales cuesta creer aún  que hayamos conquistado la democracia, que supone la supeditación de las Fuerzas Armadas al poder civil. Sin esta condición, el respeto a los derechos humanos, la separación de poderes del Estado y las elecciones periódicas, carece de sentido, pues el centro de la democracia está en la obediencia de quienes poseen el monopolio de las armas al poder civil.

 

No perdimos la democracia solamente porque no supimos dialogar oportunamente, también fuimos incapaces de construir un país con más igualdad. Ninguna democracia puede subsistir con la gran brecha social que caracteriza a nuestra sociedad, una de las más desiguales del mundo. La libertad sin igualdad es vana, y la igualdad sin libertad es tiranía.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

01/02/2019      

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