Noviembre 23, 2024

¡Perú, a Cerrar el congreso!

¿Podría funcionar la democracia electoral, por muy formal que fuera, si todos los poderes públicos están dominados por un nido de ratas en que unos pocos mantienen la honestidad y la relación entre la ética y la política? Me permito la libertad de ponerlo en duda.

 

 

 

Establezcamos una comparación entre la realidad y el ideal democrático: Perú, por ejemplo, tiene un Congreso unicameral muy superior al bicameral – (el senado sólo tendría sentido de existencia en los países federales, como representación de las provincias, estados y gobernaciones, pero en un país unitario como Chile es ridículo, pues repite las mismas funciones que la Cámara de Diputados, se duplica el presupuesto, se mantiene a “gerontes”, quienes no por tener más edad tienen más criterio).  

 

 

En el mundo los parlamentos, en su mayoría, están muy desprestigiados, en primer lugar porque los representados no creen en sus representantes, y hace tiempo que se dieron cuenta de que los traicionaban e incumplían las promesas una vez asumido el cargo; en segundo lugar, un representante elegido con un 20% – incluso menos – a los pocos días ni siquiera lo apoyan sus familiares; en tercer lugar, diputados jóvenes y con ganas de servir al poco tiempo se corrompen al convivir con “repúblicos” que llevan mamando del fisco por más de un cuarto de siglo.

 

 

 

La consigna popular después de la desilusión de los mandatados “a cerrar, a cerrar  el Congreso Nacional”, la escucho desde hace muchos años. Carlos Ibáñez del Campo los quiso “barrer”, sobre todo a los radicales – que tenían fama de ladrones -. Después del “tanquetazo, el 19 de junio de 1973, todos rogábamos a Salvador Allende que cerrara el Parlamento, pero él, como demócrata, se negó a cerrarlo.

 

 

 

Hoy, por el sistema D`Hont, se podría ser diputado con menos de una docena de votos, y antes, cuando Chile era una República, hubo un regidor, (concejal), elegido con un voto, y a esta modalidad se le da el pomposo nombre de “democracia representativa.

 

 

 

 

 

Rafael Luis Gumucio Vergara y Manuel Rivas Vicuña y, más tarde, mi padre, fueron parlamentarios, verdaderamente honestos, durante su vida política. Es sabido de que si no eres sinvergüenza en la Cámara se trabaja mucho y, a veces, en forma muy anónima, pues hay que ser muy ocioso para ver el canal del Congreso, y muchas de las reuniones no son transmitidas, además, el verdadero trabajo radica en las comisiones y no en la Sala. (Cuando era joven se podía asistir a las sesiones con el solo carnet de identidad y se aprendía mucho de los buenos oradores y argumentadores; hoy, ni siquiera asisten al Congreso y sólo acuden a cobrar los viáticos y el sueldo, incluso, algunos parlamentarios jóvenes se dan el lujo de despreciar el cargo como si alguien los hubiera forzado a presentarse a la elección).

 

 

 

Volviendo al tema de Perú, Keiko Fujimori perdió por solo 50.000 votos frente a Pedro Pablo Kuczynski, gracias al llamado “mal menor”, es decir, se elige a un candidato, por muy malo que sea, para evitar el triunfo de un dictador o de un fascista. En Francia, por ejemplo, los demócratas de ese país votaron en dos ocasiones contra los Le Pen – padre e hija – eligiendo a los ahora indeseables, Jacques Chirac – salvado de la cárcel por su avanzada edad – y Emmanuel Macron – de cuyas “hazañas” más vale no recordar  para tener a todo un pueblo en contra -.

 

 

 

Como premio de consuelo, el Partido Fuerza Popular – del fujimorismo – obtuvo 72 congresistas de un total de 120, es decir, mayoría absoluta e, incluso, los 2/3 para vacar al Presidente de la República – en el caso de PPK lograron su renuncia, cosa que no era muy difícil pues estaba implicado en líos con Odebrecht, y era tan ladrón como el antiguo Presidente de ese país, Mariano Ignacio Prado, que tenía negociados con Chile en la guerra del Pacifico -.

 

 

 

El Partido Fuerza Popular, infiltrado por una asociación ilìcita cuya jefa,  la hija, Keiko Fujimori, hija del dictador Alberto Fujimori, es un Partido escoba en el sentido de que mete en sus filas a cuanto corrupto y oportunista existe en la sociedad. De los antiguos 72 congresistas son muy pocos a quienes se les puede atribuir algún valor y poseer una mediana inteligencia. Como ocurre casi siempre en este tipo de partidos políticos, en las malas se “desgranan” – en el caso de la Democracia Cristiana en Chile, les ocurrió con algunos ibañistas -.

 

 

 

El hermano menor de Keiko, Kinji, le “vendió” 10 congresales a PPK para evitar que fuera vacado, a cambio de la libertad del octogenario dictador Fujimori.

 

 

 

Recientemente, Keiko Fujimori y su círculo de hierro, fue enviada a la cárcel, en prisión preventiva,  por los delitos de lavado de activos y asociación ilícita.

 

 

 

Las ratas fujimoristas huyen mucho más rápido que los pocos apristas, seguidores de Alán García – una vergüenza si se le compara con el fundador del Partido APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre -.

 

 

 

Ahora han renunciado seis nuevos congresales fujimoristas, entre ellos, Salaberry   , presidente del Congreso, y de los 72 congresistas, elegidos en las últimas elecciones solo quedan activos 56.

 

 

 

En el último referéndum, realizado en diciembre de 2018, el 80% de los peruanos se pronunció por la no reelección para ninguno de los congresales. La única persona decente conocida en ese nido de ratas es, hasta ahora, Víctor García Belaúnde,  (“Vitoccho“), quien propone que el parlamento se auto disuelva y no espere el rechazo de una ley en que juegue la confianza del gabinete.

 

 

 

Aquellos congresistas que tienen muy baja moral se dedican a calcular qué fórmula les permitiría volver – lo más luego posible – a su sillón: si se auto disuelve, sólo tendrían una espera de dos años y medio, pero si la decisión es negativa, el lapso sería de seis años y medio.

 

 

 

Las elites siempre han despreciado a sus electores: Arturo Alessandri los llamaba “mi pequeña chusma”; Joaquín Lavín – posible candidato para 2022, regala anteojos y otras vituallas -. En la democracia clientelista los diputados por Magallanes les llevaban pequeños regalos a las familias electoras y, aunque no asistieran casi nunca a las sesiones en el parlamento, menos propusieran algunos proyectos en favor de su región y su gente, les bastaba mostrar un artículo de un diario anónimo con su nombre para que sus amigos electores estuvieran muy felices y creyeran, poco menos, que diputado fuera un Demóstenes.

 

 

 

 

 

Que las instituciones sean despreciadas por la opinión pública y que la mayoría de las democracias de hoy sean dominadas por los ricos, no es culpa de los electores, sino de la pésima calidad de “la oferta”. Me da mucha pena decir que han transformado la democracia en un mercado y a los electores en clientes, por consiguiente, hablar de ciudadanos es, hoy por hoy, un insulto.

 

 

 

(Cada vez que reflexiono cómo la democracia en el mundo se está transformando en una “Casa de Irene”, me dan ganas de llorar y un deseo de no haber nacido). Algunos lectores del gran ciudadano de Ginebra, Jean Jacques Rousseau, sólo saben leer los malos libros, obligatorios en la educación secundaria francesa, que repiten a los maledicentes autores de la enciclopedia. La comparación entre Rousseau y Thomas Hobbes, (“el hombre para el hombre siempre es un lobo”, por ejemplo), y “la idea del buen salvaje” como visión de bondad humana, es una estupidez, pues el tema de Rousseau es la desigualdad entre los hombres y la imposibilidad de la libertad sin igualdad, por eso afirma que “la democracia es un asunto de ángeles”.

 

 

 

(Próximamente profundizaremos en cómo el poder judicial se ha convertido en un nido de ratas).

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

 

13/01/2019                       

 

 

 

 

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