Para ellos, y para sus asociados, el país es una mesa de negocios. Siempre lo ha sido. ¿República, nación, soberanía popular? Esa es sólo la poesía política usada como opio para adormecer al mundo popular y mantener el statu quo
¿Qué negociado oscuro tienen estos primos que se protegen tanto? La pregunta no es al voleo ni se trata de una suposición burda, ya que bien se sabe que en la derecha política (y más aún en la otra, la económica) los parentescos son respetados sólo hasta el instante en que se producen errores graves que afecten el bolsillo, las inversiones y el bolicheo.
A lo largo de nuestra corta historia como nación independiente, algunas de las más grandes peleas políticas fueron producto de riñas y disensos familiares. Padres pelucones versus hijos, sobrinos y nietos pipiolos. Conservadores contra liberales. Posteriormente, esas batallas se produjeron incluso dentro de un mismo partido del sector derechista de la política criolla, a morir, sin compasión alguna.
La plata, el dinero, la ‘guita’, siempre llevó la delantera y decidió las órdenes. El exceso de poder intoxica. El poder total ahuevona, marea, asfixia. “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible, ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”, sostuvo de manera soberbia y altanera Eduardo Matte Pérez, a finales del siglo diecinueve. ¿Debemos sorprendernos, hoy, en pleno siglo veintiuno, si un grupo de megaempresarios y financistas opinaran de manera similar?
Aunque pueda dolernos el alma, lo asegurado por Matte Pérez resulta ser una verdad insanable, pues en la acción y actividad política de un sistema capitalista, o mercantil, no es el voto del pueblo quien da poder a los representantes de la ciudadanía en el legislativo y ejecutivo; es el dinero del empresario y del banquero quien lo hace.
Sebastián Piñera no protege a Andrés Chadwick particularmente por ser primos, sino porque entre ellos debe existir seguramente un acuerdo o sociedad comercial, un negocio potente, un bolicheo de aquellos que asegura el buen pasar y el mejor vivir de sus familiares hasta la cuarta generación. El blindaje presidencial a todo evento permite suponer que en la Moneda no existe nadie más de confianza para el mandatario, y que sólo con su primo hermano puede y debe gobernar. Sin embargo, tal suposición no soporta siquiera una simple crítica, por lo que de seguro algo más fuerte debe existir entre ambos para contar con un ministro del interior protegido por un traje de acero.
Ellos son los vástagos político-económicos de Matte Pérez. Siguen sus aguas. Pueden estar en trincheras diferentes (a Piñera la derecha cercana al nacionalismo –y el mismo nacionalismo- lo acusa de ser un demócrata cristiano infiltrado en sus filas), pero en lo económico y en la expoliación del país y su gente, se hermanan sin tapujos ni titubeos.
Los primos, que pertenecen a la pequeña cofradía que es dueña del país, sienten necesario dejarlo claro en cada acto que realizan. Manejan y explotan al fisco a su amaño y antojo. El ejemplo más reciente lo encontramos en el precio, o el costo económico, de una cena (pagada por el Estado) donde participaron los ministros en un consejo de gabinete convocados por el primer mandatario. Ciento setenta y nueve mil pesos por persona ($179.000) fue el valor de la opípara comida. Una bofetada a millones de chilenos que sobreviven a duras penas con un ingreso que no supera los trescientos mil pesos mensuales. Esa cena fue una burla con todas sus letras.
La repartija de cargos fiscales bien pagados ha recaído en esta administración en parientes directos e indirectos de los dos gobernantes, Sebastián y Andrés, como también en hijos e hijas de algunos de sus asociados financieros y comerciales, saltándose las tramitaciones y requisitos legales establecidos para ocupar tales puestos de trabajo. Después de todo, los primos parecen cantar a dúo ese antiguo tema folclórico nacional que dice: “el costillar es mío, mío es el costillar”.
Por ello, Chadwick, que es quien de verdad gobierna en lo interno, blindado por su pariente, se permite hacer las de quico y caco desde el ministerio a su cargo, mintiendo, fantaseando y poetizando en política –lo cual tiene mala fama y peor final-, llegando al exceso de mentirle al mismísimo poder legislativo cuando concurrió a dar explicaciones por el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca.
Es posible que algún lector avisado y agudo diga que más grave fue mentirle al país, pero ese lector debería recordar necesariamente aquello de Matte Pérez, “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible, ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”, pues se trata, ni más ni menos, de la opinión real, íntima y oculta de los vástagos de aquellos conservadores clasistas y explotadores. Chadwick es uno de ellos… Piñera también.
Para pichones como estos dos primos, “lo que el dinero non da, el gobierno lo consigue”, por eso les es necesario estar al mando en el ejecutivo ya que desde la testera del gobierno los negociados ‘legales’ son más fructíferos y voluminosos.
Para muestra un botón. Mientras Chile perdía 22 mil kilómetros cuadrados de mar patrimonial, don Sebastián –usando lo que siempre usa, vale decir, información privilegiada (esta vez ella procedía de sus enviados en la Corte Internacional de La Haya, quienes le ‘soplaron’ oportunamente cómo venía la mano para nuestro país con la demanda marítima impetrada por Lima)-, negociaba en Perú a beneficio personal una voluminosa compra de acciones en la empresa EXALMAR, la que estaba y seguiría estando a cargo de la explotación pesquera en la zona en discusión. ¿Bonito, verdad? En otro país más civilizado y con un sistema democrático real, a don Sebastián lo habrían acusado política y judicialmente de “traición a la patria”. Pero, Chile, ya lo sabemos, es propiedad privada perteneciente a un grupo conformado por 12 o 15 poderosas familias… y los Piñera están dentro de él, por lo tanto nada pasó ni nada pasará respecto de lo señalado. Eso es cosa sabida, más aún con el misérrimo grado de autonomía que muestran las cofradías parlamentarias, la mayoría de ellas cooptadas por la corruptela que administran algunas megaempresas transnacionales en las que, ¡cómo no!, participan también varias de esas 15 familias.
Volvamos a la inquietud central expuesta en esta nota. ¿Por qué, entonces, el presidente blinda a todo dar a su primo, el ministro? ¿Por cuestiones de gobernabilidad? ¿Por interés en mantenerse asociados en otro tipo de asuntos? Si fuese lo primero –que no lo es- resultaría políticamente lógico y conveniente que Chadwick renunciara a su cargo de jefe de gabinete para evitar un trámite de acusación constitucional que, sea que se concrete o no, redunda en perjuicios para el mandatario, ya que coloca sobre el tapete la gran duda que hoy recorre al mundillo político: ¿quién tiene realmente el control del gobierno?
Otros vástagos de Matte Pérez –ubicados a la derecha de la derecha- continúan acechando al par de primos, pues creen llegado el momento de girar un tanto la rueda de los milagros y permitirles quedar a cargo del gobierno para seguir usufructuando a destajo de Chile, de sus bondades y sus recursos.
Según ellos opinan, país y gobierno deben continuar siendo una mesa de negocios. El costillar tiene que seguir en sus manos y en sus platos. Ese es el verdadero patriotismo.