Noviembre 23, 2024

Despedida de Luciano Tarifeño en Cine Arte de Viña del Mar

 

El pasado martes 08 de enero, a la edad de 78 años, falleció Luciano Tarifeño, una importante figura del cine nacional. Escenógrafo, camarógrafo, productor ejecutivo, montajista director de fotografía, director del Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, son parte de su extenso curriculum en el área audiovisual. Fue también un precursor de la televisión en Chile, la que tuvo sus inicios a fines de los años cincuenta en la Universidad Católica de Valparaíso (UCV TV) donde, además, se desempeñó como director de distintos programas. Participó en la fotografía de la película de Aldo Francia “Valparaíso mi Amor”, film que constituye un ícono de la cinematografía chilena y latinoamericana.

 

 

Este jueves 10 de enero el cuerpo de Luciano Tarifeño  fue llevado a las diez de la mañana hasta el local del Cine Arte de viña del Mar, permaneciendo allí hasta las 13,30 horas, lugar al que acudieron sus familiares, compañeros de trabajo  y amigos para rendirle un homenaje y despedir sus restos  en este recinto que representa un patrimonio del Séptimo Arte para nuestra región, nuestro país y América Latina.

 

 

El ataúd con el cuerpo de Luciano colocado sobre el escenario, delante de la pantalla, se amalgamó con la proyección de un documental sobre su trayectoria de vida donde aparece el rostro de Luciano entregando su propio testimonio, transformándose así en una expresión surrealista de imágenes superpuestas, ya que las palabras expresadas por él en este registro audiovisual se dirigieron no solo a los numerosos asistentes presentes en este verdadero templo del cine , sino que además se las relataba a sí mismo, convirtiéndose este momento mágico en una verdadera obra audio visual póstuma.

 

Lo mismo ocurrió con las distintas semblanzas, recuerdos y anécdotas manifestadas junto a su féretro por familiares, compañeros de trabajo y amigos.

 

 

Su hija Daniela, visiblemente emocionada, manifestó:

 

“Hoy estamos aquí para despedirte, así lo dice la gente, pero sin duda que hoy es un nacimiento, nace lo que, de todos los que te queremos, reconstruimos de ti para darte eterna presencia y eso ocurre recordando las vivencias que cada uno de nosotros tuvo contigo.                                          

 

Durante estos días hemos recorrido historias y relatos de tu vida. Algunas hablaban de ti cuando niñas jugando con autitos en la orilla de los ríos, con hermanas de sangre y hermanas de tierra en tu amado Jahuel. Otras dicen que escogiste el cine en la casa de 7 Norte, uniendo pedacitos de dibujos de historietas en una caja de zapatos para que tu hermana y tu madre se sentaran a ver “cine”, proyectando tus dibujos al mismo tiempo que dabas vueltas y más vueltas con la mano un rodillo extraño.                                                                                                                                                    

 

Qué eras catete, pedías a  tu madre telas y materiales para tus proyectos creativos, armando instalaciones y presentaciones de “cosas raras y divertidas”, con materiales que nunca más volvían, lo que no causaba mucha gracia, por supuesto.                                                                           

 

También dicen que jugabas al fútbol, una sorpresa para nosotros, y que en esas arenas de la playa peloteaban y canturreaban siempre. Conocimos historias alucinantes como aquellas en que un día uno de los tantos chascones que llegó al campo de juego, demostrando que era un gran talento para la pelota, era nada menos que Elías Figueroa.                                                        

 

Dicen otros que andabas en moto, que tocabas el contrabajo en una banda de música que ahora que veo las fotos era más grande que tú. Que convivieron con los “High Bass”, esos mismos que terminaron transformándose en unos famosos y  eternos “Jaibas”. Que viviste entre hippies y que al parecer es verdad que eras uno. Que la juntas en las casas de Agua Santa era muy frecuentadas y que siempre eras uno de los que vivía en la tribu, pero siempre manteniendo ese aire silencioso, taciturno  y solitario.                                                                                                                                                    

 

 

Y así, siendo un  grupo de jóvenes sin más pretensiones que intentar ser felices, vivieron el duro golpe del 11 de septiembre, que las vieron verde y que lo afrontaron haciendo cine, haciendo tele, sin perder nunca en norte, cambiar el mundo por uno mejor, más solidario y más feliz.                            

 

Han ido apareciendo historias del liceo Guillermo Rivera, de la Escuela de Cine, del Canal 4 de la Católica de Valparaíso, de los programas de títeres para niños, vanguardistas y convocantes, que trascendieron los límites de esta ciudad.                                                                                                          

 

Nos han contado de Luciano trepando por Chile, en su camioneta, en su Lada, grabando y filmando todo aquello que es parte del país profundo y desconocido. A veces con cinta y nos hemos enterado que a veces igual incluso sin ellas.                                                                                                      

 

Que desde los primeros años del Festival de Cine y hasta que te lo permitieron los poderes fácticos, hiciste los más grandes esfuerzos por traernos y ponernos en contacto con increíbles realizadores, directores, actrices y actores, contribuyendo a ganar tu ciudad de Viña del Mar junto al arte y convivencias inolvidables del colectivo, tomándose esta ciudad. ¿Quién le quitó a esta ciudad ese talento tuyo Luciano?, ¡y cuanta falta nos hace en estos tiempos!                                          

 

De todas las historias, ninguna, lo demuestra el video que vimos recién, elude el relato de tus cualidades y calidad humana. Silencioso y pausado, contemplativo y risueño, pasando casi desapercibido, guapo, un morenazo, tierno, comprometido y siempre, siempre, siempre consecuente.                                                                                                                                                             

 

Los que estamos aquí hoy día Luciano tuvimos la fortuna y el regalo de conocerte, de aprender de ti, de reír, de llorar, de enojarte, rabiar y conversar contigo. Ten absoluta certeza de que siempre seguiremos contigo en el pensamiento, en el alma, en los recuerdos que compartimos y que te mantendrán, desde hoy y para siempre, y como siempre, muy presente en nuestros corazones.”

Después de esta hermosa y completa semblanza entregada por Daniela, hicieron uso de la palabra algunos de sus compañeros de trabajo y amigos.

 

 

 

 

Nolberto Salinas relató:

“Fui compañero de carrera de Luciano y vengo a despedir a mi compañero y amigo en este templo del cine, patrimonio del cine latinoamericano y mundial. En este Cine Arte en que vimos tantas y tantas películas y también una película que producimos junto a nuestro maestro Aldo Francia. Trabajamos juntos con Luciano y a mí me correspondió ser coordinador de producción y cuento una anécdota con Luciano. En ese tiempo cuando estábamos filmando la película “Valparaíso mi Amor” en el Cementerio de Playa Ancha, nos quedamos sin película y andábamos sin la cámara obscura para poder cambiar la película del chasis y se nos ocurrió ocupar uno de los nichos de los viejos tercios de Santiago Wanderers.                                                                              Así fue como me tocó entregarle la película a Luciano dentro del nicho, él cambió la película y luego salió como resucitado del nicho de los viejos tercios de Santiago Wanderers y seguimos filmando la película en lo que correspondía a lo del Cementerio de Playa Ancha.                                    (…) Nuestro amigo Luciano me había propuesto cantar la canción “La Joya del Pacífico” si es que fallaba el negro Farías. Me dijo: ”Nolberto, tú vas a ser el que va a cantar en la película”. Felizmente el negro Farías se pudo poner de acuerdo con el equipo y nuestro querido maestro Aldo Francia y estar presente en la película (…) Como cineasta hay toda una historia, porque el año 1973 con el golpe militar cerraron nuestra carrera cuando ya estábamos cerca de terminarla y quedamos nosotros como a la deriva, pero pudimos felizmente retomar esa carrera después del año 90, y poder titularnos el año 95 como Realizadores Cinematográficos en la Universidad de Chile.”

Su amigo Nolberto interpretó el vals “La Joya del Pacífico” al lado del ataúd, acción que provoca una atmósfera especial, para concluir su intervención manifestando:

“He venido a despedirme de mi amigo Luciano en este maravilloso encuentro que hemos tenido a lo largo de la vida, en este largometraje de 78 vueltas alrededor del sol que ahora continuará en la eternidad.”

Por otra parte, según relata un hermano de Luciano, “él denominó a este lugar, el Cine Arte, como “el templo del cine”, una catedral del cine, y creo que es algo que tenemos que considerar, de tratar de darle alguna permanencia de más largo plazo, una especie de patrimonio cultural del cine chileno y latinoamericano, ya que aquí surgieron muchas ideas, de Luciano y muchos

Otro de los amigos de Luciano, Raúl Cuevas, contó la siguiente anécdota: “Cuando llegué a trabajar al Canal de la  Católica el año 62, después del Mundial de Fútbol, lo encontré allí. Me tomó de Asistente de Escenografía. En esa época trasmitíamos una hora a la semana, el día miércoles, y vino un poeta argentino que lo presentaba el programa del Luciano, y hablaba de la pampa argentina, de los gauchos y todas esas cosas. Entonces me dijo “flaco, tú te vas a sentar aquí en una fogata, con una tetera con agua, con un mate y tú vas a ser el gaucho”.

 

Me disfrazaron de gaucho y en una parte de la trasmisión tenía que mirar hacia el horizonte y echarle agua al mate, pero como miraba hacia otra parte no le eché el agua al mate, sino que me cayó aquí entremedio de las piernas y lancé un chilenismo… y en ese año se trasmitía en vivo. Si yo eché un chilenismo, el Luciano me echó todos los que existían una vez que terminó el programa.”

 

De esta forma, al interior del Cine Arte la energía de Luciano Tarifeño se propagó por todos los rincones de este histórico recinto, fundiéndose con la energía de los y las asistentes, transformándose en un todo armónico con los recuerdos de sus familiares, con las anécdotas de sus colegas y amigos, con las imágenes proyectadas sobre la pantalla, trascendiendo metafóricamente más allá de su cuerpo depositado en el ataúd presente sobre el escenario.

 

 

Guillermo Correa Camiroaga, Viña del Mar 11 de enero 2019

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