El negacionismo ultraderechista que ofende la decencia humana no es cosa nueva. Peor aún, la reivindicación de la obra y persona del tirano, luego del retiro pactado de los militares, ha sido una constante. Aunque lo oculten.
Otra cosa es que con su cinismo se hayan dado maña para travestirse de furiosos demócratas ahora que ese ropaje les conviene.
El fascismo no ha muerto. Sigue vivo luciendo la energía propia de los triunfadores.
El pinochetismo, doctrina criminal cuya abyección ha sido inspiración para criminales del mundo entero, fue tratado con guante blanco por la Concertación/Nueva Mayoría.
Como ha quedado dramáticamente demostrado, y la historia tendrá que recoger las evidencias, el período que va desde el retiro táctico de los militares del poder político, hasta los días que vivimos, ha sido un complejo proceso de blanqueamiento de lo hecho por la dictadura.
Primero fue el acto de apariencia democrática de haber permitido el cambio. Se repitió hasta el cansancio que ninguna dictadura entrega el poder así no más. Según ellos, la dictadura no fue vencida: accedió buenamente a entregar el poder.
O, a lo sumo, la venció un lápiz y un papel. El oportunismo de la Concertación y sus traidoras tratativas secretas con el Departamento de Estado, negó el rol de la lucha del pueblo durante ese período aciago.
Luego vino la reivindicación de la refundación económica. Y la instalación del aserto que lo explica: no todo lo que hizo Pinochet fue malo. El país luce una economía competitiva y atractiva para el capital extranjero.
En medio de todo, estuvo la también celebrada pérdida de derechos sociales: el Plan Laboral, la reforma al sistema de pensiones, la salud y la educación entendidas a partir de entonces como otro negocio, la supremacía del capital por sobre el medioambiente y la calidad de vida de las personas y la privatización hasta de los goles del domingo.
Empingorotados concertacionistas son activos y entusiastas pioneros en esos negocios en los cuales se sentían como peces en el agua. Aún en estos días lucen en directorios de empresas robadas al Estado, en AFP’s, clínicas, universidades, colegios y de lo que sea.
Después de todos estos años lo único objetable del tirano fue su desatino en el campo de las violaciones a los derechos humanos, esos excesos de los que se habla y los que muchos concertacionistas, sotto voce, asumen como costos necesarios.
En el ínterin, la ultraderecha intento blanquear su ánima criminal mediante tibias reconvenciones a la dictadura, catalogando de excesos los crímenes cometidos en contra de centenares de miles de compatriotas. Más aún, en las filas derechistas en un momento fue bastante difícil encontrar algún pinochetista que se reconociera abiertamente.
Piñera dijo que en las filas de sus partidos hubo cómplices pasivos. Y empingorotados pinochetistas aseguraban no haber sabido de los excesos. Otros, sueltos de cuerpo, reconocían haber votado por el NO, no pocos reconocieron haber ayudado a los perseguidos y varios decían con vergüenza que su apoyo al tirano no había sido sino un pecadillo de juventud.
Pero la ultraderecha se dio maña para acorralar a la izquierda. Da pena ver a diputados desdecirse, pedir perdón y arrodillarse casi hasta la felación ante criminales que no vacilarán en lanzar a esos mimos contritos diputados desde aviones en alta mar, o destazarlos en salas de tortura, llegado el caso.
Y asombra que no haya nadie en la izquierda que con decisión y sin sentirse culpable, le salga al paso a esos criminales que en un país decente estarían cumpliendo pena de presidio perpetuo, por lo bajo. Al fascismo se le enfrenta sin miedo y sin disculpas.
La irrupción de una ultraderecha más suelta de cuerpo ha incomodado a quienes han usado la máscara de demócratas solo para el respetable público. De cierta manera los ha obligado a mostrarse tal cual son: fascistas que tienen por la obra pinochetistas, muertos incluidos, una gratitud sin límites.
Los que parecen inmutables son quienes les abrieron camino. La ofensiva fascista no sale de una concha de una almeja.
Aquellos que creyeron en la existencia de una derecha democrática que vayan golpeándose el pecho.
La misma derecha de siempre que ha sostenido una concepción criminal de la sociedad y en nuestro país ha sido, aunque no se diga muy a menudo, responsable de todas las masacres, persecuciones, crímenes y delitos de lesa humanidad que han habido.
La cruzada pinochetista que busca reivindicar al tirano, ladrón, criminal, corrupto y miserable no debería sorprender a nadie. Siempre ha sido así.