Noviembre 24, 2024

Las viudas y viudos de Augusto Pinochet sacan pecho

 

El amor al tirano, rayano en la patología, es sin duda parte del ADN de la derecha chilena. Cuando se descubrió que además de asesino era ladrón y, sobre todo, cobarde, muchos derechistas hipócritamente se convirtieron en paladines de los derechos humanos: hacia afuera, condenaban los crímenes de la dictadura y, en fondo, lo seguían amando como el único Presidente – no elegido –  exitoso de la derecha chilena, y que había salvado a Chile de los comunistas, que hasta se comen a los niños. Aunque no se atreven a decirlo en público, siguen pensando que el único comunista bueno es el comunista muerto.

 

 

 

Cuando Sebastián Piñera habló de “los cómplices pasivos”, todos sus partidarios se miraban y se preguntaban unos a otros – al estilo de Judas – ¿seré acaso yo, Señor?

 

Cuando a la diputada Camila Flores le sobraron palabras para alabar al tirano Pinochet y, además, admitir con orgullo que ella era pinochetista a mucha honra, se produjo en la reunión de su partido, Renovación Nacional, un aplauso cerrado: “Al fin, alguien `valiente` se atreve a expresar lo que verdaderamente sentimos”, es decir que tanto en RN como en la UDI seguimos adorando al `Tata`.

 

Cuando a alguien se atreve a comparar a Pinochet con Hitler, a la diputada Flores le hierve la sangre, pero diferenciando los contextos históricos, tanto Pinochet  como Hitler fueron auténticos terroristas de Estado y asesinos, y enviaron a sus contradictores a los campos de concentración: el primero, al Estadio Nacional, a la Isla Dawson, a Pisagua y a otros centros de reclusión en el exilio, sin contar miles de exiliados; el segundo, plagó a Europa de campos de concentración. Ambos eran unos cobardes, pues culparon a sus subordinados de los crímenes de lesa humanidad que ellos mismos ordenaron en sus políticas genocidas.

 

El separar las políticas genocidas de Hitler y Pinochet demuestra, además de una crasa ignorancia, una falta de ética y empatía por el pueblo. Para la derecha pinochetista ha sido muy fácil declararse “defensora de los derechos humanos y de la democracia”: Sólo le ha bastado resaltar los atropellos de las dictaduras de la URSS, Cuba, Venezuela… Ser consecuente y rechazar todas las dictaduras de cualquier color es algo muy difícil de asumir tanto para los fanáticos de derecha, como para los de izquierda, ya que siempre el dictador es el otro. En las declaraciones sobre derechos humanos frecuentemente hay mucha hipocresía.

 

 

En el escenario político conviven mareas altas y bajas: a comienzos del siglo XXI asistimos en América Latina a la marea alta de los gobiernos de izquierda; en esa situación histórica los pinochetistas, como cobardes que son, no se pronunciaban a favor del tirano, y la mayoría se asimilaba a la derecha de la Concertación de Partidos por la Democracia: Piñera, como buen camaleón, se mostraba como hijo de Eduardo Frei Montalva y de Patricio Aylwin; por su parte, la UDI quería emular a los antiguos falangistas disimulando que su mentor y padre era, en realidad, “Daniel López, el del Banco Riggs, y el de perla en la corbata”.

 

Hoy estamos viviendo una alta marea del auge de la derecha racista, clasista, fascista en América Latina y el mundo y, como es lógico, la derecha se está despojando de su piel de oveja para convertirse en “un lobo para el hombre”, muy hambriento para practicar el canibalismo contra la migración y los inmigrantes, y contra los pobres, los pueblos originarios y los comunistas en nuestro país. Antes eran los judíos y los masones, hoy son los árabes y los negros africanos en Europa, (no olvidar que  la Acción Francesa, de Charles Mauras, nació junto al anti-Dreydusismo; hoy, VOX, en España, propone perseguir a los moros, en Andalucía)

 

Las “loas” a Pinochet y el chuparles las medias a la doña y a sus hijos hoy da muy buenos réditos a la derecha: no cuesta nada poner cara de llorona y lamentar que más de mil chilenos hayan sido desmembrados para colocarles un riel y lanzarlos al mar; en el colmo de la hipocresía, el presidente de Renovación Nacional, Mario Desbordes, declara que su Partido defiende los derechos humanos junto con la libertad de expresión, y militan muchos pinochetistas en nombre del pluralismo y la tolerancia – como si se pudiera ser tolerante con el fascismo, nazismo, estalinismo, franquismo, como si la humanidad, en nombre de la defensa del pluralismo y la tolerancia se aceptara la inquisición, o alabáramos a curas y obispos degenerados que amparan a los pedófilos, y que otrora escondieron a los criminales nazis, y los que bendijeron a Mussolini.

 

En los países civilizados, salvo España que aún no ha juzgado los delitos de lesa humanidad durante el régimen de Francisco Franco, la apología del nazismo es un delito que incluso merece  prisión. En América Latina, las débiles transiciones no han tenido el valor de dar el paso de poner fuera de la ley a apologistas de la dictadura – en Chile, a José Antonio Kast, Camila Flores, Ignacio Urrutia y otros cuantos fascistas -.

 

Con frecuencia queremos olvidar que en los artículos originales de la Constitución de 1980 existía el famoso artículo 8º, que dejaba fuera de la vida política a todos aquellos que pensaran distinto que la derecha. Hoy nadie se atrevería sostener que el uso del marxismo como elemento de análisis político constituye un delito, pero algo muy distinto es ofender la memoria de las víctimas de terrorismo de Estado y a sus familiares, pues caería perfectamente en la apología del crimen.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

19/12/2018                      

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