No es un asunto de ahora, viene desde mucho antes.
Somos testigos de la mayor debacle en una de las instituciones a la que se le entrega el poder de las armas, asunto no menor, para que protejan a la ciudadanía ante un eventual ataque de cualquier índole. Convertidos en una pandilla de ladrones, asesinos, corruptos y mentirosos, va quedando al descubierto el nulo control del poder civil cuando carabineros depende directamente de la autoridad elegida por la ciudadanía.
En las conocidas comisiones en el parlamento donde son citados para dar cuenta de sus actos son de una inutilidad conocida. Llegan, se toman una foto, hablan y no pasa nada.
Vanos son todos los intentos para mejorar la imagen de carabineros que se debate agónica en el suelo. Piñera en un carro policial con rostro de sherif es la más precaria foto del populismo que se ha instalado en La Moneda, sencillamente patética. Una película tan mala como de esas que se pasaban en rotativos en cines de provincia.
Los ministros de los “tiempos mejores” sosteniendo los pedazos verdes que ya desmoronados siguen construyendo su desfile de mentiras, robos y criminalidad desatada. Cientos son los procesos donde se investiga detenciones y posterior desaparición de hombres y mujeres. Tantas fueron las ocasiones que carabineros protegió como encubridores el criminal accionar de la DINA/CNI.
El historial de carabineros no es algo que la república deba sentirse orgullosa. Hay un largo y oscuro listado donde las balas se instalaron en personas a las que se les disparó para defender la paz social, la propiedad privada, los intereses de empresarios, grupos económicos y la doctrina de seguridad nacional.
Son cómplices en un golpe militar donde fueron parte relevante en la represión y asesinatos especialmente en las zonas rurales. Salieron arrancando cuando escucharon los primeros tiros el día del golpe. Se convirtieron en verdaderos jueces y verdugos matando sin juicio a cientos de campesinos pobres obedeciendo órdenes de los dueños de los fundos. Los hermanos Barría Basay del poblado Riachuelo cerca de Osorno, desaparecidos porque un patrón de fundo lo ordenó. Los fusilados en el Puente Pilmaiquén fueron los carabineros.
Los Hornos de Lonquén, eso que recuerda el horror de lo sucedido en Auschwitz, lo ejecutaron los carabineros. Debieron pasar años para rindan cuentas de sus delitos en un tribunal donde no tuvieron la valentía de reconocer lo sucedido. Insistieron en su inocencia que la razón no puede aceptar como válida, que guardaron silencio tanto tiempo y se pasearon sin pudor en el mismo poblado del que detuvieron a los campesinos. Un sector del país sencillo que guarda en su memoria los años que con dolor las viudas y los huérfanos, sabiendo que esos uniformados habían desaparecido a sus seres querido, nada les sucedía.
Las investigaciones forenses de los restos encontrados en aquella mina abandonada de Lonquén dio cuenta que los campesinos fueron asesinados a palos, los familiares enterraron sencillamente algunos trozos de aquellos hombres de la tierra que trabajan.
Nunca desde marzo de 1990, carabineros han reconocido su participación en tantos delitos sucedidos en sus cuarteles, donde eran amos y señores, abominables en el uso de las lumas. Nada ha cambiado en sus estructuras y formación como servidores públicos. Un pozo sin fondo para recursos entregados por el fisco que se reparten entre oficiales convertidos en un verdadero cartel.
Lo sucedido en territorio mapuche permite ver y constatar la precariedad de la autoridad civil frente a la mentira para ocultar delitos y un crimen cometido a mansalva. Eso ya había sucedido antes cuando el estudiante Avilés fue golpeado por un carro lanza agua en una manifestación en Valparaíso. El gobierno de Bachelet validó las afirmaciones del alto mando de carabineros que luego de una investigación, quedó demostrado que el gobierno de la Nueva Mayoría, PPD/PS/PRSD/PDC/PC había protegido al Director General de Carabineros.
Pánico causa estar entre las manos de un servicio integrado por ladrones, traficantes de armas y drogas, mentirosos y asesinos, que viven y trabajan en la impunidad casi total. Inventar pruebas para encarcelar a inocentes es extremadamente grave como lo que sucedió en el caso Huracán, que evidentemente fue diseñado y protegido desde la subsecretaria del Interior del gobierno de la Nueva Mayoría, casi tan parecido a los montajes durante la dictadura militar para justificar crímenes y delitos.
Posiblemente la inmensa mayoría de los chilenos espera que desde el parlamento se levanten voces fuertes, procedimientos, propuestas que coloquen fin a la impunidad para robar, asesinar y mentir de carabineros. Urgente se hace la intervención para reformular una institución que garantice los indispensables asuntos en un Estado de Derecho para bien de la ciudadanía.
En la actualidad no son creíbles el piñerismo con su gobierno de los tiempos mejores ni las Fuerzas Armada ni carabineros. La dura realidad los muestra como ineficientes y un actuar cómplice que tiene como objetivo fundamental mantener la impunidad dejando en la indefensión a todo un país.
Y cuando la cruda realidad muestra un gobierno precario, la oposición no habla, sencillamente balbucea. Sin liderazgos claros esperan las próximas elecciones para medirse pensando en las siguientes presidenciales.