En 1953, en la ciudad francesa de Lot, los pequeños almaceneros, aterrados, se reunían por la visita de los inspectores fiscales. Por esos días surge una figura desconocida en la política francesa, Pierre Poujade, quien lidera a la pequeña burguesía y a los almaceneros y comerciantes en una lucha contra los impuestos, que debían pagar al Estado – Poujade llamaba “Vampiro” -.
Este líder comenzó su vida política en la extrema derecha militando el Partido Popular Francés, del ex comunista Jacques Doriot, que apoyó al régimen colaboracionista de Vichy; posteriormente, pasó a la resistencia, y emergió como dirigente popular en 1953. (No hay que confundir populismo con Poujadismo, tampoco monarquismo con jacobismo, pues las confusiones ideológicas sólo sirven para tergiversar el análisis político).
La historia comparativa no puede basarse sólo en analogías, que no consideran el tiempo y el espacio, y el eterno retorno únicamente se explicita en la filosofía nietzscheana, idea que tomó del hinduismo.
Es cierto, cada República francesa comenzó con una revolución popular: la primera, en los Campos de Marte, el 10 de agosto de 1792, que precipitó la caída del Louis XVI; la segunda, en 1948, dirigida por Lamartine, con la caída de Luis Felipe; la tercera, como consecuencia de la derrota de Napoleón III; la cuarta, con el golpe de Estado, promovido por Charles De Gaulle.
En la III y IV República asistimos a dos movimientos populares golpistas de gran importancia: los seguidores de Robert Boulanger, que puso en peligro la III República y el Poujadismo, que estuvo a punto de derrotar la IV República.
Desde finales del siglo XIX la política francesa ha estado marcada por los dreyfusistas y los anti-dreyfusistas, es decir, los pro-semitas y los anti-semitas, la izquierda y la ultraderecha, los republicanos y los monárquicos, los pro-inmigración y anti-inmigración…
Los dos más grandes Primeros Ministros de Francia, durante la IV República, fueron judíos: León Blum, (1938) y Pierre Mendes-France, (1953). Los movimientos de extrema derecha siempre intentaron asesinar a ambos líderes. Poujade, también anti-semita, propuso asesinar a Mendes-France.
El poujadismo no sólo atrajo a sus filas a los almaceneros, que se negaban a pagar impuestos, sino también a gran parte de la pequeña burguesía y a la clase obrera; el Partido Comunista formó parte del pujadismo, como hoy la Francia Insumisa lo hace con los “chalecos amarillos”; (“la ultraizquierda unida a la ultraderecha jamás serán vencidas”).
Hacia los años 50 el Partido Comunista postulaba la política de la unión nacional, y ampliaba el Frente Popular aliándose, incluso, con los partidos políticos de derecha. La estrategia consistía en ganarse a los pequeños comerciantes a fin de llevar a cabo la revolución burguesa. Los Partidos Comunistas estalinistas estaban a favor del etapismo, es decir, el apoyo a reformas democráticas burguesas que abrieran el camino al socialismo. (Si aplicamos esta línea a Chile habría que inventar que el latifundismo fue una especie de feudalismo, al cual le sucedería una revolución burguesa.
En 1956 el Partido de Poujade logró elegir 52 diputados, obteniendo dos millones quinientos mil votos, y Jean Marie Le Pen, fundador del Partido Frente Nacional, fue el diputado poujadista más joven en la Asamblea Nacional.
Si bien el poujadismo puso en peligro la IV República, al final se desinfló, (podría ocurrir ahora con “los chalecos amarillos”, pues los movimientos sociales son “bipolares” – pasan de la euforia a la depresión -.
Nada provoca más entusiasmo en los grupos revolucionarios que el luxemburguismo: la cólera y el odio de clase tienen un efecto poderoso en las masas convirtiendo al apático ciudadano en un “superhombre”, capaz de hazañas heroicas así sea por corto tiempo. (La idea trotskista de la “revolución permanente” logró entusiasmar por un tiempo a los socialistas, pero la vida es prosa y no sólo poesía).
El poujadismo fue capaz de integrar distintas ideas políticas, entre ellas el cooperativismo, el anti-semitismo, el nacionalismo, el colonialismo, el desprecio a los colonizados – Poujade llamaba “los caníbales” -. El programa del poujadismo tenía ideas tan avanzadas como el propósito de nacionalizar la Banca.
Al terminar la IV República el poujadismo se dividió. Su líder, Pierre Poujade, votó en contra de la V República, en el referendo, y sólo integró la derecha francesa durante el gobierno de Georges Pompidou.
En la actualidad, se da la paradoja de que el líder del 68 francés, Daniel Cohen-Bendit, hoy senador ecologista europeo, ha apoyado a Emmanuel Macron.
En París, salvo la princesa Diana y contados millonarios, el pueblo parisino se moviliza en Metro o en RER, y los turistas generalmente en autobús.
“Los chalecos amarillos” no tienen relación los movimientos anteriores, incluido el de 1968, salvo el voluntarismo y carencia de liderazgos, (en la próxima entrega me permitiré ampliar esta idea).
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
04/12/2018