En la página Elordenmundial.com, al hablar de los movimientos estudiantiles dice que “con fuerza y energía, los estudiantes han protagonizado y liderado procesos de cambio a lo largo de la Historia. Idealismo, audacia, creatividad, espíritu crítico y una baja evaluación del riesgo personal son características que los definen.
Se trata de un movimiento que se renueva constantemente: cada año una generación nueva se incorpora a la universidad y otra más experimentada se va. Su militancia es transitoria, ya que el periodo de tiempo del que disponen para desarrollar conciencia política y organizarse es muy corto”.
1918 es un año que además de estar marcado por el fin de la Primera Guerra Mundial, en América Latina se produce la llamada “reforma de Córdoba” y lo que empezó como una rebelión estudiantil en la Universidad de esa ciudad argentina, transformó a los estudiantes ya que por primera vez fueron conscientes de que tenían un rol activo en la sociedad y que tenían la fuerza para crear un espacio público en el cual se escuche la voz de los jóvenes.
Luego la rebelión de los estudiantes en mayo del 68 tanto en París, Madrid, Berlín, ciudad de México o Chile rompieron la tranquilidad de sus países exigiendo reformas en la educación y buscaban cambiar las estructuras económicas y sociales, además del rechazo a la guerra de Vietnam y la exigencia del desarme nuclear pero también, dividió y enfrentó a los estudiantes entre sí.
Esos estudiantes, fueron los padres de los niños y jóvenes que, años más tarde, se enfrentaron a la dictadura militar en Chile.
En su libro “Los niños de la Rebelión, escrito por el periodista Mauricio Weibel B. y publicado por Aguilar, nos relata la lucha de adolescentes que tenían entre doce y diecisiete años que se rebelaron en contra de la dictadura desde la Universidad y los colegios sin medir los riesgos.
En esta exhaustiva investigación periodística, se nos da a conocer la persecución a la que estaban sometidos los profesores y los alumnos chilenos desde el propio Ministerio de Educación.
Además, de mostrar la represión que abarcaba todos los ámbitos del tejido social chileno, también da a conocer el plan, muy bien armado para destruir la educación pública y privatizar la formación de los niños y jóvenes.
En esos años, las principales represiones estaban dirigidas hacia las organizaciones populares y sociales como sindicatos, agrupaciones rurales, centro de alumnos, así como la imposición de un sistema educativo represivo orientado hacia la exclusión de una gran parte de la población.
Profesores acusando a sus alumnos, compañeros de trabajo delatando a otros; estudiantes detenidos, flagelados, encarcelados y muchos asesinados.
Según la investigación de Mauricio Weibel, las listas de estudiantes, nóminas de detenidos o nombres de supuestos militantes de partidos opositores fueron compartidos por la CNI y los ministerios de Educación y de Educación y colegios privados, católicos, municipalizados o públicos fueron escenario del soplonaje civil donde, los espacios más remotos o humildes de los colegios fueron espiados gracias a la colaboración diligente de maestros leales al régimen.
Estas delaciones que partieron de manera espontánea se transformaron en un método de control entre la CNI y el ministerio de Educación.
A pesar de toda esta represión, los estudiantes siguieron con su organización para luchar en contra de la dictadura y muchos de ellos, forjaron una trayectoria política que, años más tarde, mostraría en ministerios y diversos cargos públicos.
El libro, muestra como los alumnos fueron capaces de unir a todas las fuerzas políticas en busca del objetivo común como era la recuperación de la democracia. Pero, también da cuenta de las decepciones posteriores, traiciones y en muchos casos el desamparo en que quedaron muchos de ellos y que hoy sienten que se les arrebató parte de sus vidas.
Los Prisioneros tienen una canción que se llama “La voz de los 80”. Esos niños y jóvenes se transformaron en la voz de los ochenta y de un siglo, que terminaba con el retorno de la democracia y con una herencia que años más tarde, nuevamente el movimiento estudiantil volvería a cuestionar lo establecido y que trajeron al presente, el eco de esa lucha que siempre estará en la memoria de quienes como protagonista o espectadores de quienes vivieron la dictadura y dieron la pelea por derrotarla.