Fue sorprendido el diablo vendiendo cruces.
Desgraciadamente era cosa de tiempo. En cualquier momento saltaba la liebre.
Se vendían cruces en la Araucanía, y se sacaban fotos. Y se publicaba. Y se hacían conversas. Y se publicaba.
Pero el que las vendía era el diablo, el mismo diablo de siempre. Y en cualquier momento saltaba la liebre.
El Presidente vendió cruces.
Tan inteligente y confiado en sus amigos colombianos compró, como Bachelet, cruces en Colombia, que es un “ejemplo de paz interna” y unos 500 mil asesinados en lucha fratricida de siempre, y las vendió en la Araucanía.
Nuestros antepasados, desde el siglo XVI, vendieron cruces.
Moreno vendió cruces y él mismo se las creyó. Puede ser sincero. La conversión es posible. El mismo Padre Hurtado fue antes Protesorero o Prosecretario General del Partido Conservador.
Pero las cruces allí del asesinato de Rodrigo Catrillanca con un tiro en la nuca, cruces mapuches, cruces cristianas o signos ateos, están clavados en su sitio, en nuestro cementerio de Temucuicúi.