Septiembre 21, 2024

La pesadilla chilena

Para Ernst Bloch el hambre es la pulsión fundamental para luchar y sobrevivir, es la parafina del pobre y, además, la vida sin horizontes de esperanza carecería  de sentido. Los inmigrantes son los condenados de la tierra: se les desprecia, se les margina, se les deporta y, al fin, se les condena a una muerte en vida.

 

 

El migrante tiene que inventar sueños – como el “sueño americano” y, ahora, el sueño chileno  que terminan en pesadillas -, y emigran de países pobres arrancando de la miseria y del miedo, convencidos de que serán acogidos con los brazos abiertos en los países ricos.

 

El pobre aspira a tener la vida del rico y del poderoso, por esta razón, muchas veces termina  pensando  como los patrones, convencidos de ser ellos mismos los empresarios, considerados y aplaudidos por lo demás. ¿A quién le gustaría ser pobre, salvo que sea un santo o  cura al estilo Mariano Puga, José Aldunate, Felipe Berríos…que creen en  evangelio de  “bienaventurados los pobres…”?

 

Cada vez que Sebastián Piñera se mira al espejo – que debe ser muy reiterativo para un narcisista como él – se ve un Donald Trump o un Jair Bolsonaro y trata de imitarlos en sus políticas contra los inmigrantes. A diferencia de estos modelos, Sebastián Piñera tiene la hipocresía de “los sepulcros blanqueados” y disimula muy bien el poco afecto que profesa por los negros haitianos, que huelen a pobreza. Los únicos inmigrantes que le parecen aceptables son los venezolanos, tal vez porque piensan como él, así sean pobres, pues comparten su odio al comunismo.

 

El gobierno chileno hace gala del doble estándar, muy propio de nuestra oligarquía: trata a los inmigrantes negros, pobres, hediondos, ignorantes y que no asimilan el castellano, como lo han hecho siempre con “los hombrecitos a su servicio” que le rinden pleitesía. En el caso de los haitianos, “si  no se sienten bien en Chile, apelamos a la deportación humanitaria y voluntaria, en un avión de la Fach”.

 

El trío Chadwick-Ubilla-Bellolio se muestra muy feliz ante el despliegue de publicidad siguiendo, muy cortésmente a sus negritos y negritas, tal vez como en sus vacaciones lo hacían con los peones y sus hijos – lo de la “que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha es pura y simple hipocresía, pues les encanta mostrar su cara de hombres buenos y solidarios y que el gobierno del magnate Piñera ama a los negros y a los pobres por sobre todas las cosas -.

 

Cristo paga mejor que el diablo a quien bien lo sirve – diría una sesentona beata –, los aviones del acarreo, pagados por todos los chilenos, al fin y al cabo, todos los chilenos somos nosotros, los dueños de Chile, y esos aviones se han convertido en un buen negocio electoral, pues deja muy contentos a adeptos racistas, xenófobos y clasistas de la UDI – los mismos que se niegan a ser vecinos  de los “rotos”, en la Rotonda Atenas -.

 

Estos caballeros tan magnánimos se indignan con los servicios jesuitas para los inmigrantes cuando denuncian que la repatriación “voluntaria” de haitianos más parece una deportación, sobre todo cuando se  exige a los “interesados” certificación notarial por la cual se comprometen a no regresar a Chile en nueve años – justo uno menos que cuando los extranjeros son deportados por el ingreso ilegal al país o bien, han cometido algún delito o falta -.

 

Muy orondo, el ministro del Interior declara que con la plata de todos los chilenos no se puede formar una “agencia de viajes”. Y aquí termina toda la comedia de amor a los negritos, pues les achacan la mala intención de usar el servicio del gobierno chileno para turistear, y a costa de la municipalidad de Estación Central, visitar por primera vez en su vida la nieve.

 

La idea genial del humanismo piñerista está siendo imitada por otros gobiernos, incluso, “comunistas”, como el de Nicolás Maduro, que acaba de fletar un avión con inmigrados venezolanos en Chile y devolverlos a su patria. A su vez, los piñeristas, que les gusta mucho el uso de los aviones de la Fach para caerle bien a la ultraderecha, fletaron una aeronave para traer a los inmigrantes chilenos que viven en Venezuela para su regreso. El inmigrante se ha transformado para los gobiernos  en un artículo de exportación-importación.

 

La vida para un inmigrante con dinero y altos grados de educación constituye un buen negocio para cualquier gobierno – incluso Trump expresó que le encantaría  tener inmigrados noruegos -. Vicente Pérez Rosales, muy amado por la oligarquía chilena por el hecho de haber promovido la inmigración alemana que, incluso hoy, los chilenos siguen admirando.

 

Que vengan europeos, norteamericanos, incluso japoneses y chinos es mirado como muy bueno para el país por su rica cultura, en último caso, así el  migrante sea un analfabeto, es bienvenido si aporta dinero. El problema surge cuando el inmigrantes es pobre y, además, es de otra raza – digámoslo claramente, negro, y no apelemos a la hipocresía de llamarlos morenos o de color, para no mostrarnos demasiado racistas -.

 

Dicen que los futbolistas chilenos, en una ocasión, ganaron el partido contra España por el coraje de cantar a gritos la última estrofa del Himno Nacional que reza “o la tumba será de los libres o el asilo contra la opresión…” Al menos para los haitianos Chile no ha sido “el asilo contra la opresión”, muy por el contrario, todo lo contrario, uno de los deportados declaró que “en Chile no hay vida”, y otro, cuando le recordaron que no podía volver sino pasados nueve años, expresó a que “a Chile no volvería en una eternidad…”

 

Hay algunos marcadamente racistas que sostienen que los haitianos viven como lo hacen los pobres en Chile: Podría ser cierto pero no es óbice para que los caribeños tengan que vivir en una cité, con piezas donde deben caber 30 personas, y que sinvergüenzas les cobren más de $200.000 por una pocilga insalubre. Muchos de los haitianos no han tenido trabajo o bien, los contratan los explotadores inmisericordes como mano de obra barata. Uno de ellos declaró ante las cámaras de televisión que sólo había trabajado seis días del año que él estuvo en Chile.

 

Como los lugares comunes abundan, para no mostrarse en extremo ignorantes algunos fachos pobres repiten, sin entender mucho, que “la migración es muy buena para el país y, además, el país ha sido construido por inmigrantes y mestizos, y aún cuando no les gusta reconocer que, en muchos casos, la sábana materna es mapuche y se creen más bien germanos, dicen que pueden soportar la migración latinoamericana que provienen de Argentina o del Uruguay, y por último, ya se han familiarizado con los peruanos.

 

Los racistas ignorantes y letrados miran en menos a los haitianos sin saber que Haití fue la primera República que se liberó de la esclavitud, que ganaron en la guerra de independencia al ejército de Napoleón Bonaparte, en 1804, y que Haití hizo posible la expedición de Simón Bolívar en América del Sur, que liberó del yugo español a cinco países. Tampoco saben que Haití se empobreció, en el siglo XIX a causa de las millonarias indemnizaciones que tuvo que pagar por haber liberado a los esclavos e independizarse de Francia. Haití, como  casi todas las Repúblicas Centroamericanas y del Caribe, fue ocupada por los norteamericanos.

 

Haití es heredera de la cultura africana y francesa y era la isla más rica del Caribe, a tal grado que Voltaire la consideraba la perla de las colonias francesas, y despreciaba a Canadá por considerarla una bola de nieve.

 

Lo único que los haitianos no han perdido nunca es su dignidad, y la vida, como historia, da muchas vueltas. Chile hoy un país dominado por ricachones, algún día podría terminar tan pobre como el Haití de hoy, y no nos agradaría que nos dieran el trato que nosotros les hemos dado hasta ahora.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

12/11/2018   

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