La victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, el pasado domingo 28 de octubre, abre un nuevo escenario político para la ultraderecha en América Latina. Con un triunfo de 56% por sobre el 44% del candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, Bolsonaro –a nuestro juicio- aparece en el panorama político brasileño como una "personalidad salvífica", que barrerá con la corrupción de los gobiernos anteriores del PT. "Cambiaremos el destino de Brasil juntos", dijo el nuevo presidente electo que asumirá el cargo el próximo mes de enero. Acto seguido, en un tono marcial, señaló: "No podemos seguir coqueteando con el socialismo, el comunismo, el populismo de izquierda".
A partir de este diagnóstico, Bolsonaro encarna aquella clásica tesis tradicionalista (sostenida en autores como Edmund Burke y Donoso Cortés) de rechazar el liberalismo y su sistema de partidos políticos, debido a que están completamente desligados de las realidades empíricas del país, puesto que su aplicación traería consigo su decadencia. En cierto modo, la crítica o propuesta del liberalismo se contrapone a la “realidad”, que sería la tradición. Esta visión -que por cierto es del todo ideológica-, fortalece a aquel otro aspecto siempre presente en el pensamiento de extrema derecha: el de la personalidad salvífica. Tal personalidad, en efecto, dice relación con las dotes intuitivas más que racionales de un hombre que tendría un profundo conocimiento de las realidades concretas de un país (en este caso de Brasil), que le permitiría encontrar las soluciones que se requieren.
Lo anterior abre claramente una dicotomía: facticidad versus doctrinarismo. Dicho en otras palabras, una personalidad salvífica, encarnada en un hombre fuerte, conocedor de lo que aqueja a un país, versus un doctrinarismo abstracto, que solo le preocupa sus intereses particulares, estéril, incapaz de materializar un orden estable y duradero.
Lo que interesa señalar aquí es que el rol de la personalidad salvífica –bajo la perspectiva señalada arriba-, es finalmente instaurar un régimen de autoridad, que sería del todo compatible con la realidad histórica de una comunidad. De ahí que, por ejemplo, la defensa irrestricta de Bolsonaro a la dictadura militar brasileña (1964-1985), como momento de apogeo de Brasil en tanto que excluyó el “mal” encarnado en la izquierda política.
En fin, acorde a todo lo dicho se podría concluir que en un contexto de crisis de los partidos políticos de izquierda (en este caso PT) y de la desilusión de la población hacia la política, Bolsonaro emerge como una opción salvífica frente a esta "decadencia" política y moral de Brasil para llevarlo a su apogeo.
Tal apogeo, en fin, se llevaría a cabo bajo una política económica absolutamente ultra liberal: estado mínimo, recortes sociales, etcétera, que no es en todo caso incompatible con la historia latinoamericana. Sobre este punto es necesario recordar –por ejemplo- que durante el siglo XIX los países latinoamericanos mantuvieron un orden político extremadamente autoritario, pero con una política económica de libre comercio. Lo cierto es que existe una cierta continuidad histórica que Bolsonaro pretende continuar en Brasil.
Fabián Bustamante Olguín
Doctorando en Sociología/Universidad Alberto Hurtado
Profesor del Área de Humanidades – FCFM/Universidad de Chile