Las elecciones del próximo 6 de noviembre en Estados Unidos están al rojo vivo: se elijen 435 Representantes y 35 – de cien – Senadores. En la actualidad el Partido Republicano tiene la mayoría en ambas Cámaras, (235 contra 193 de la de Representantes, y 51 contra 49, en la del Senado). De los 35 senadores a elegir 23 de ellos pertenecen actualmente al Partido Demócrata y 12 al Partido Republicano.
La meta del Partido Demócrata sería alcanzar la mayoría en ambas Cámaras, pero aún si aconteciera, sería difícil la aprobación de un juicio político contra Donald Trump, pues se requerirían los 2/3. En la última encuesta de opinión, el 50% de los interrogados es partidario de que los demócratas dominen en ambas Cámaras y, el 39% se pronunció a favor de los republicanos. A pesar de esta amplia ventaja en la opinión pública, las elecciones no están aún decididas.
En general, las elecciones intermedias las ha ganado el partido de oposición. La soberanía popular poco importa, pues los sistemas electorales son los encargadas de determinar la relación entre votos y escaños. Cada 10 años el Congreso decide la distribución de los distritos electorales, (para el año 2020 corresponde la nueva distribución).
En el Senado el sistema es más simple: cada uno de los 50 estados elije dos senadores, pero por ejemplo, los dos senadores de Indiana necesitan muy pocos votos si los comparamos con los de California, donde están inscritos más de 34 millones de electores.
La división por nacionalidades de origen debiera favorecer a negros e hispanos, que debieran votar por los Demócratas, sin embargo, esta relación no es mecánica, pues muchos latinos son de ultraderecha (véase los gusanos cubanos), que votaron por Donald Trump, en Florida.
La tarea de Trump para mantenerse y ser reelegido – como es su aspiración – consiste en mantener incólume a su electorado, integrado por blancos anglosajones y evangélicos, preferencialmente y, además, aprovechar la baja de impuestos para los ricos, que ha provocado una alza permanente en la Bolsa de Comercio.
Donald Trump quiere convencer a sus partidarios de que está cumpliendo fielmente su programa de gobierno, así hubiesen sido derrotadas la mayoría de sus medidas por parte del Legislativo a pesar de la hegemonía republicana, (el fin del Obama care, las leyes de inmigración, el fin del Tratado de Libre Comercio con Canadá y México…).
Trump ha logrado el record de haberse convertido en el Presidente más impopular de Estados Unidos. Recientemente aparecieron varios libros, en ellos, el más conocido Bob Woodward, Fuego. En esta obra Trump aparece como un personaje superficial, que no ha leído ningún libro y que, en la noche luego de su acostumbrada tarea, la de enviar sus ya famosos Twiters, se dedica a ver películas de dibujos animados.
Un confidente de la Casa Blanca confiesa que logró retirar del escritorio del mandatario, sin que se diera cuenta, una orden de cancelar toda ayuda a Corea del Sur y todos los Tratados de Libre Comercio que conllevan. El New York Times publicó una entrevista al colaborador del gobierno, en la cual se acusaba la existencia de una agrupación de funcionarios cuya tarea consistía en evitar las metidas de pata del Presidente, a fin de salvar el Gobierno y Estados Unidos.
En política exterior Trump ha demostrado un gran amor por los tiranos- es el caso del Presidente de Corea del Norte, Kim Jong-Un, y por Vladimir Putin y, a su vez, odios obsesivos hacia los que cree que son sus enemigos – es el caso de China y, sobre todo, Irán -.
Trump no se hace ningún problema en conducir a un colapso la economía mundial. La directora de la FED, institución privada, ha llamado la atención al Presidente de los peligros a que puede conducir el proteccionismo impuesto por Trump.
Dos de los hechos más importantes de la actualidad podrían ser decisivos en las próximas elecciones parlamentarias:
En primer lugar, la caravana de ciudadanos hondureños que hoy, 26 de octubre, abandonó el Estado de Chiapas y tiene que decidir el camino a tomar para llegar a la frontera, bien sea montar en el tren, llamado La Bestia que, al perecer ha suprimido momentáneamente los viajes para evitar los riesgos que conlleva, o bien, marchar a pie con más de 3.000 Kilómetros con un desierto de por medio. Seguramente la caravana estaría aproximándose a la frontera a pocos días las elecciones parlamentarias, si es que tienen suerte y unidad entre sus integrantes.
En segundo lugar, el famoso caso de los paquetes enviados a los líderes demócratas, los Clinton, los Obama, al magnate Soros y ahora, al ex vicepresidente Biden, además de la cadena CNN, rabiosa opositora de Trump, incluso al actor Robert de Nilo, para algunos de estos especialistas de la conjura, podrían influir en la elección parlamentaria.
Para los aficionados al complot, estos paquetes, con manguera y contenido de polvo blanco, sospechosamente descubierto por los Servicios Secretos norteamericanos, van a tardar en descubrir a los autores y, seguramente, caerá – como siempre – un pobre tipo como su autor, (no olvidar el caso Kennedy).
No es necesario ser detectado avezado para descubrir que esta maniobra de los correos no tenía por fin el dañar a estos líderes políticos y personajes, más bien se trata de crear un escenario político que, seguramente favorezca a Trump.
Como ocurre siempre en política los hechos impactantes son difíciles de evaluar y atribuir a cuál de los dos sectores favorecería más.
Tratar de detener la crispación política por medio de discursos pacifistas y acuerdos políticos tiene poca efectividad cuando, en la realidad, existen en la sociedad quiebres radicales. Lo que sí podría ser posible es que se produzcan desplazamientos en ambos partidos políticos: En el caso de los Demócratas, el afianzamiento de su ala más progresista y, en el de los Republicanos, si pierde Trump pierde la mayoría, significaría la vuelta de los sectores más tradicionales de este Partido.
Hoy por hoy, el clivaje izquierda-derecha tiene poco sentido, sobre todo en Estados Unidos, y más bien el quiebre podría darse entre nacionalismo proteccionista vs mundialismo neoliberal, (en forma un poco absurda, esta rivalidad entre Donald Trump y George Soros), un mundo dominado desde las sombras por multimillonarios.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
26/10/2018