Septiembre 20, 2024

Por qué huyen de Honduras

La caravana de hondureños no está integrada por migrantes, sino por refugiados que escapan del infierno, que es la vida en el Honduras actual, en que seis familias son dueñas del país y siempre uno de ellos es su sirviente en la presidencia de la República.

 

 

Cuando el programa de gobierno no se ajusta a sus intereses de clase, muy simple: o lo sacan en pijama – como ocurrió con Manuel Zelaya, o bien, le roban la elección presidencial – como viene de ocurrir con el entonces candidato triunfador, Salvador Nasralla, a quien los poderosos de Honduras, apoyados por Donald Trump, le usurparon la presidencia de la republica  -.

 

Desde el golpe de Estado contra Manuel Zelaya sucesivos gobiernos del Partido Nacional han transformado a Honduras en un Estado inviable, enviando su población al averno del hambre y, sobre todo, al constante terror de las “maras”, (bandas delictuales que dominan el país). La elección de la mayoría de los ciudadanos era morir de hambre o asesinados, o bien, atreverse a huir esta vez, en manada – no en forma individual como lo hacían con frecuencia -.

 

El “sueño americano” no es más que una falsa ilusión, una quimera inalcanzable, que bien lo saben los salvadoreños, guatemaltecos y hondureños. La esperanza de sobrevivir les ha impulsado a recorrer miles de kilómetros, con 30 grados de temperatura, niños a cuestas y acechados por el hambre y la sed.

 

Los hondureños pasarán del “sueño americano” a la pesadilla mexicana: de un millón de inmigrantes del triángulo centroamericano, apenas han llegado a Estados Unidos cerca de 200.000 personas, pues 250 mil son secuestrados por los Zetas – la principal banda de narcotraficantes -, otros son lanzados del tren – llamado La Bestia – y muchos otros mueren en el desierto abandonados a su suerte.

 

Donald Trump – pobre hombre, que lo único tiene es dinero – olvida que su madre logró entrar al “paraíso” como inmigrante ilegal, y por una razón inexplicable, profesa un odio salvaje a todos aquellos que no son blancos, anglosajones y protestantes, y los centroamericanos, por ejemplo, vienen de “países de mierda”, según sus propias palabras. Condena a sus lacayos “Presidentes”, Juan Orlando Hernández, (Honduras),  Jimmy Morales, (Guatemala) y   Salvador Sánchez Cerén    (El Salvador) a negarles la ayuda financiera por no haber cumplido sus órdenes de cerrar la frontera.

 

Trump confiaba en que sus dos títeres, los corruptos Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray, detuvieran la caravana en México, a quienes enviaba twiters muy halagadores, pero se ha convencido de que estos dos gusanos le sirven para poco. Afortunadamente, en diciembre Enrique Peña Nieto deja el poder y con él la mafia del PRI y del PAN. A estos seres podridos por la corrupción no les interesa en absoluto las madres y niños, que se enferman y lloran en la interminable caravana, pues sólo se trata de la posesión del poder y del dinero, que todo lo corrompe a su paso.

 

Donald Trump sabe en las elecciones parlamentarias del 5 de noviembre próximo se juega la presidencia y la reelección para un período más. De ganar los Demócratas en el Senado, el juicio político al Presidente vendría de inmediato.

 

México está en manos de la narco-cleptocracia: los funcionarios de gobierno, los responsables de la migración, los parlamentarios, los gobernadores… están aliados con los narcotraficantes; este país cuenta con record en América Latina de periodistas asesinados, sumados a los 43 normalistas de Ayotzinapa también  masacrados por esta alianza entre políticos, autoridades regionales y narcotraficantes.

 

La caravana de hondureños, que ha elegido el camino más largo y, aparentemente, el más largo y seguro , por la ausencia de agentes de inmigración – tan o más peligrosos que los Zetas -, pero no saben que se van a encontrar con el temible desierto, real cementerio de los centroamericanos, que deben recorrer, nada menos, que en 3 mil kilómetros más.

 

Ver los debates sobre  el tema protagonizado por políticos y personajes mediáticos, francamente produce náuseas, pues ninguno de ellos quiere asumir que terminaron por convertir a Honduras en un verdadero infierno. La famosa ayuda norteamericana, aprobada para estos tres países, se la robaron los distintos gobiernos y la oligarquía – en el caso de Honduras, el ilegítimo Presidente, Juan Orlando Hernández -.

 

En medio de tanto cerdo corrupto y degenerado, surgen sacerdotes como Alejandro Solalinde, misionero itinerante, que ha consagrado su vida a la atención de los migrantes centroamericanos, verdaderos condenados en la tierra. Este sacerdote mexicano – tan distinto de la mafia de los obispos chilenos – sirve verdaderamente a Jesucristo: ha creado más de 60 casas de acogida y brinda apoyo a cientos de inmigrantes que, apenas son recogidos en la estación por donde circula “La Bestia”, son tratados por profesionales voluntarios – médicos, enfermeras, psicólogos  -.

 

Este cura profético se ha visto forzado a salir de México al ser amenazado, en múltiples ocasiones, por los narcotraficantes y sus aliados, los políticos. Solalinde  no tiene ningún empacho en condenar el “Priarato”, es decir, las mafias corruptas que responden a las órdenes del PRI, uno de los tantos partidos políticos que jalonan el mapa político latinoamericano.

 

J.P. Sartre, en una de sus obras, escribía “el infierno son los demás”. Los hondureños al atreverse a huir de la vida infernal a la cual están condenados y en busca de anhelos, han decido optar por el difícil camino de la libertad.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

24/10/2018             

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