Noviembre 23, 2024

A veinte años de la detención de Pinochet en Londres

Los líderes de la  Concertación habían pactado a tal grado con los agentes de la dictadura que el itinerario diseñado por el tirano se estaba cumpliendo a la perfección. Después de traspasar el mando del ejército al general Ricardo Izurieta, con un lagrimón de por medio, Augusto Pinochet asumía el cargo de senador vitalicio y en ese entonces, un sector importante de la Concertación presentaba una acusación constitucional contra el General en Jefe del Ejército, y en el senado se mostraban retratos de los detenidos desaparecidos.

 

 

Pinochet conseguía, con toda facilidad, pasaportes diplomáticos, con sólo una breve gestión en la Cancillería, que estaba plagada de “ventaneros” y de agregados militares, en que los primeros sólo servían para desempeñar la función de diplomáticos – en especial para compartir los interminables cocteles – y, los segundos, enviaban las valijas diplomáticas al General en Jefe y no al ministro de Relaciones Exteriores, (incluso, una de estas valijas contenía los documentos e instructivos para el asesinato del general Carlos Prat.

 

Con las facilidades que le daban los gobiernos de Aylwin y de Frei Ruiz-Tagle, Pinochet se dedicó a viajar por el mundo, y en algunos países, como Ecuador, era declarado persona non grata; en otros, como Inglaterra, su país predilecto, se dedicaba al comercio de armas, sacando jugosas utilidades. Es sabido que la venta de pertrechos militares ha sido siempre, a través de la historia, una de las formas más rápidas de convertirse en millonario.

 

De no hubiera sido por la porfía de los familiares de detenidos desaparecidos, Gladys Marín, Joan Garcés, el juez Baltazar Garzón y otros luchadores de izquierda de la Concertación – llamados los autoflagelantes – el pasar de Pinochet hubiese sido de vino y rosas, incluso, el Presidente Patricio Aylwin, en su momento, reconoció que Pinochet había sido fundamental en la transición a la democracia. Tanto era el amor y entendimiento entre víctimas y victimarios que Pinochet, que en una de sus frecuentes salidas de madre dijo que, de haber conocido antes a Enrique Correa, lo habría nombrado ministro.

 

Muy impecablemente ataviado de impecable terno cruzado y con una perla en la corbata, Pinochet conversaba con su nuevo amigo, Andrés Zaldívar, presidente del Senado, a quien antes había enviado al exilio. Incluso, se le veía subir a la testera del senado. El general era un verdadero padre conscripto, como antes había ocurrido con Carlos Ibáñez.

 

Augusto Pinochet, al parecer en “misión oficial” – según el ministro de Relaciones Exteriores, José Miguel Insulza – aprovechó la ocasión de viaje de “negocios” para someterse a una operación, en The London Clinic, una de las más prestigiosas de esa capital. ¡Oh sorpresa!, apenas despertó del sopor de la anestesia se encontró con dos policías a su cabecera, que cumplìan una orden emanada de la justicia española, que había sido recibida por el Ministro del Interior, Jack Straw.

 

En Chile, al conocerse la noticia, los políticos y la sociedad se dividieron en dos fracciones que, si antes se odiaban, el hecho de la detención de Pinochet en Londres, fisuró aún más los dos Chiles: los fascistas, los seguidores de “el Tata”, indignados contra España e Inglaterra, propusieron, poco menos, que un boicot a los productos de esos dos países. La alcaldesa de ese entonces, Evelyn Matthei, dio orden de no recoger la basura de las embajadas de ambos países. Joaquín Lavín – hoy tal vez el alcalde más famoso del país, pronunciaba encendidos discursos, cuyo texto era soplado desde debajo de la tribuna por el gremialista Pablo Longuera -.

 

Otros de los vociferantes rabiosos era Jovino Novoa – amigo de los dueños del Banco Penta -; el senador canuto, Iván Moreira, iniciaba una ridícula huelga de hambre, como si la justicia inglesa fuera a hacer caso de tan insignificante predicador; la siempre activista vitalicia de Pinochet, Patricia Maldonado, vociferaba contra la pérfida Albión, y como ellos, muchos otros personajes y grupos, admiradores del viejito de ojos azules, tan inofensivo para ellos, clamaban por su libertad.

 

El Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle y su ministro de Relaciones Exteriores se habían transformado en los grandes defensores de “la soberanía nacional”, y el hoy senador José Miguel Insulza, sigue convencido de que lo hizo muy bien, y hasta ahora, nadie le puede sacar de la cabeza que los tribunales chilenos hubieran enviado a la cárcel al tirano Pinochet.

 

El olvido, como el opio, sumerge al sujeto en un sopor que no le permite recordar, a cabalidad, el pasado, cuando los tribunales de justicia negaron sistemáticamente todos los recursos de amparo presentados, enviando a la tortura y a la muerte a miles de chilenos.

 

Paradójicamente, los líderes fascistas chilenos repetían, punto por punto, los argumentos chauvinistas de Presidente Frei Ruiz-Tagle y de su ministro Insulza.

 

En Londres, los lores de justicia, por tres votos contra dos, acordaban negarle la inmunidad al dictador chileno; uno de ellos fue cuestionado por la defensa de Pinochet y hubo que repetir la votación; esta vez, se le negó la inmunidad a Pinochet. Posteriormente, pasó a un tribunal, que aprobó la extradición a España

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Muchos fascistas chilenos viajaron a Londres para manifestar su apoyo al dictador: en las afueras de la Cámara de los Lores y posteriormente en el juzgado se concentraba dos grupos antagónicos: los que apoyaban a Pinochet y los partidarios de su extradición a España.

 

En Chile ocurría lo mismo: las viejas feas y fanáticas, junto a las “mijitas ricas” ex alumnas del Villa María, se reunían en la Fundación Pinochet y en las afueras de las embajadas concernidas con su cantata de siempre “…cómo no te voy a querer…” Cuando el “tenor” ex general Cortés Villa anunció la derrota las viejas y las “mijitas ricas” se ahogaban en llanto cual Magdalenas – no la apóstol de Cristo, sino la trabajadora sexual -.

 

El dúo Pinochet-Insulza consiguió convencer al Primer Ministro, Tony Blair, y al Ministro del Interior que Pinochet moriría si lo enviaban a las mazmorras españolas. Los médicos ingleses se creían lumbreras, pero “contaban con la astucia” del Tata, que simulaba a la perfección, como el mejor de los actores, más enfermedades que el “enfermo imaginario”,  de Moliere. (Hoy, el ex dictador Alberto Fujimori ha repetido la hazaña de los engaños a los médicos para escapar de la prisión, y lograr la aprobación especial para su caso).

 

Hay que reconocer que Pinochet y Fujimori son geniales actores: si hubieran estudiado teatro – como Hitler que pretendió estudiar pintura en la Academia de Viena, seguramente nos habríamos librado de que estos tres criminales hubiesen llegado al poder; si Calígula no hubiera descubierto el absurdo de la existencia humana, hubiera sido el mejor emperador de Roma -.

 

El peor error que podemos cometer es no aprender de los errores de la historia y, al parecer, así lo hemos hecho, pues siempre caemos en las cenizas del olvido y tropezamos más de una vez con la misma piedra: los brasileros, seguramente elegirán a Bolsonaro por el desamor a la democracia que en Brasil cuenta apenas con un apoyo de menos del 10%. En Chile, de la noche a la mañana hace 45 años perdimos la democracia, y sólo hemos recuperado una sombra de ella.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

16/10/2018            

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