Los alcances inéditos del protagonismo feminista en Argentina se han hecho visibles a propósito del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y han logrado un eco internacional sin precedentes. Semejante capacidad de convocatoria y movilización social no está, sin embargo, circunscrita o atada a una causa; al contrario, ha sido posible por la convergencia de procesos organizativos y de disputa política y cultural impulsados por las mujeres en tiempos y escenarios diversos, hasta llegar a este momento de presencia capilar del feminismo en todo el tejido social.
Un vector destacado e inmediato sin duda tiene que ver con el rescate del trabajo como eje de la celebración del Día Internacional de las Mujeres, que tomó la forma de un paro convocado el 8 de marzo de 2017, a su vez expresión de los recorridos previos del movimiento en torno a un tema fundacional del proyecto de transformación feminista. Dicha iniciativa marcó una inflexión por su sentido radical, por propiciar la articulación de agendas y agrupaciones diversas, y en especial porque interpeló a otros actores sociales y políticos a adherir a una propuesta feminista. El llamado al paro se internacionalizó con éxito en 2018 y queda ya como un hito.
El modo como el feminismo aborda el tema del trabajo en las condiciones de asedio neoliberal imperantes en la Argentina de hoy, se muestra en espacios como la Intersindical de Mujeres de Córdoba. Uno de sus encuentros se realizó como parte del Congreso Género y Sociedad de la Universidad Nacional de Córdoba, cuya quinta edición en septiembre de 2018 propuso como tema central o desafío ‘Desarticular entramados de exclusión y violencias. Tramar emancipaciones colectivas’. Tal encuentro intersindical en un marco académico no es extraño ni casual, pues la organización de docentes universitarios –ADIUC– es parte de Central de Trabajadores de la Argentina –CTA–, y los empeños de aunar movimiento y pensamiento son comunes, son compartidos por universitarias y trabajadoras.
En la Intersindical de Mujeres de Córdoba están articuladas organizaciones que hacen parte de cuatro centrales obreras –encuentros elusivos entre los hombres de las mismas estructuras–, mujeres de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular –CTEP–, e iniciativas innovadoras como Feministas Trabajando, que asocia trabajadoras autónomas que comparten experiencias y visiones de economía alternativa. Se han juntado para construir una agenda común de defensa del trabajo en sentido amplio, para acordar estrategias colectivas ante problemáticas que se complejizan más según avanza, a su vez, la estrategia neoliberal con su impronta de desempleo, desprotección, flexibilización, precarización generalizada.
Las características y matices de sus experiencias laborales pueden ser bastante diversas, como son las formas de organización económica en que se desenvuelven. Así, están las mujeres que laboran en minoría en espacios masculinizados como la aeronáutica, las que son mayoría en los sindicatos de la televisión pero que sólo ahora buscan estar cabalmente representadas en la dirigencia gremial y con sus agendas propias, las docentes universitarias, las empleadas municipales, las que desde formas cooperativas han incursionado en la producción de bloques para construcción, las que trabajan en gastronomía bajo formas solidarias, las ‘monotributistas’, entre otras.
Se trata de un espectro amplio de condiciones de trabajo, de culturas laborales y organizativas, pero que viven en común los impactos y amenazas de la ofensiva neoliberal en curso. Despidos, recorte e incertidumbre respecto de derechos alcanzados, freno o supresión de programas públicos que precisamente estimularon la creación de asociaciones y cooperativas de mujeres, dificultades en el uso de espacios públicos para ferias. Son problemáticas específicas que hacen parte de los rasgos más sistémicos y complejos del trabajo de las mujeres, como elemento central de una economía capitalista cuyas ‘crisis’ recurrentes ponen al desnudo los subsidios que van desde la esfera de los cuidados y la reproducción hacia la acumulación, la concentración de capital apoyada en políticas de explotación y despojo, la desprotección social y la persistente división sexual del trabajo.
Tratar los temas acuciantes de la coyuntura resulta indisociable del debate sobre las condiciones más estructurales y de fondo en el trabajo de las mujeres. Se alude así al débil reconocimiento de las ‘otras economías’ que desde siempre han sido feminizadas. Esta falta de reconocimiento dificulta lograr condiciones dignas y viables de producción y trabajo, que sean apropiadas a sus dinámicas específicas. Así también es un obstáculo para hacer sostenible la autogestión, su presencia en espacios públicos, sus redes y vínculos, sus proyectos de transformación integral basados en la solidaridad y otros principios. No faltan como parte de esas condiciones estructurales los comunes problemas frente al cuidado, el machismo y la violencia.
Los siempre presentes temas de la organización combinan los asuntos gremiales de género con nuevos planteamientos. La disputa gremial sigue en pie, en particular en contextos mixtos de trabajo donde las ‘secretarías de género’ resultan indispensables para colocar agenda e impulsar el liderazgo de las mujeres, abrir caminos a unas dirigencias que persisten en la masculinización. Pero se abre paso ya una propuesta más integral de agenda sindical feminista, basada en una interpretación así mismo más integral del trabajo en todas sus formas.
Las mujeres de la economía popular saben que su presencia no sólo ocurre en momentos de crisis como el actual, pues por décadas se encuentran generando trabajo y condiciones de vida en sus comunidades. Nunca hemos estado excluidas del trabajo, dicen, sí del reconocimiento y de los derechos. Por eso afirman que su agenda feminista comprende desde la demanda de reconocimiento gremial –su central está formalmente reconocida como social–, hasta el planteamiento de una salida de la crisis dándole valor a su trabajo e iniciativas. No se disocia la producción y generación de ingresos del mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades, se visualizan en conjunto, porque se trata de empoderar a las mujeres dándole valor al trabajo que ya realizan y que en buena medida se relaciona con el autoabastecimiento, con iniciativas de atención colectiva a las necesidades básicas como la alimentación a través de los ‘merenderos’, ferias y otras.
En este encuentro, las mujeres de la Intersindical analizan que el anunciado acuerdo con el FMI, de aprobación inminente, contiene los consabidos elementos de alto endeudamiento, ajuste, privatizaciones, junto con un elemento cosmético de ‘igualdad de género’, pues se han introducido en el texto alusiones al tema, desde un enfoque de ‘sectores vulnerables’, planteando que deberá promoverse el empleo de las mujeres y la equidad salarial. Son menciones retóricas que tratan de disimular el ya conocido impacto de este tipo de políticas de ajuste, ahora recargadas, en el trabajo y condiciones de vida de las mujeres.
Episodios anteriores y contemporáneos dan cuenta de que los impactos más drásticos y regresivos de los acuerdos con el FMI recaen sobre las mujeres, abocadas a más trabajo y responsabilidades en condiciones precarizadas. Ahora además identifican los perjuicios que se generan de cara a procesos de transformación truncados. Se cierran puertas abiertas durante las experiencias progresistas que coadyuvaron, desde diversas políticas e iniciativas, a una búsqueda de cambio económico, justamente a través del reconocimiento e impulso de las formas productivas protagonizadas por mujeres, de sus principios y lógicas como clave para transitar a otro sistema. La falsa promesa de puestos de trabajo se hace a costa de destruir condiciones de producción y de vida que han resistido al dominio corporativo del mercado.
El encuentro entre movimiento sindical y feminismo ha sido siempre necesario pero nunca fácil. En la encrucijada de este tiempo de una ofensiva neoliberal que hasta llega a utilizar como una suerte de escudo su propia interpretación de la ‘igualdad de género’, se avanza sustancialmente en este encuentro que va más allá de la lógica defensiva o reactiva, que asume un horizonte feminista para plantear verdaderas transformaciones en el trabajo, la economía y la sociedad.
Magdalena León es economista feminista ecuatoriana.