“Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino, superarán otros hombres este momento gris y amargo en que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
Si bien la información publicada en este medio el lunes recién pasado (también reproducida en el portal POLITIKA), sobre el nacimiento de la Central Clasista de Trabajadores y Trabajadoras es, a mi parecer, la noticia más importante, no de la semana, sino del año y, sin temor a equivocarme, de la post dictadura, no ha tenido la repercusión que ésta ameritaba. La columna de Andrés Figueroa Cornejo en que relata los pormenores de la reunión convocada para su fundación, el día 1º de septiembre, en la sede del Sindicato de Panificadores, situada en la comuna de La Reina, obliga a un análisis que, por lo menos yo, no puedo dejar pasar.
He iniciado esta nota con el párrafo del último discurso del Presidente Salvador Allende, en el que se dirige directamente a los trabajadores de nuestro país. Es así que se refiere a ellos como los que “de nuevo abrirán las grandes alamedas”. Insisto en este punto, pues en la mayoría de los medios escritos y digitales que reproducen las últimas palabras del Presidente Allende, incluyen la partícula “se” (forma reflexiva del pronombre personal de la 3ª persona), como auxiliar para la voz pasiva con formas activas, es decir, al escribir “de nuevo se abrirán las grandes alamedas…”, se estaría suponiendo que se abrirán por arte de magia o por la Divina Providencia. En esto, el Presidente Allende quiso dejar muy en claro, que serían “de nuevo, los trabajadores” los encargados de abrirlas y no un ente desconocido. Termina ese párrafo: “¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores! He vuelto a escuchar, por enésima vez el discurso transmitido a través de radio Magallanes, y Allende no menciona en esa frase la partícula “se”.
La creación de esta Central, clasista e independiente de las castas políticas, tendrá la enorme tarea de ser la vanguardia para llevar adelante las transformaciones que nuestro país necesita con urgencia. Son las fuerzas vivas de la nación las que están llamadas a erigirse en los factores de cambio real de las estructuras del Estado ilegal e ilegítimo que ostenta nuestro país.
En una columna publicada en este medio con fecha 19 de mayo de 2015, cuyo título “Las condiciones objetivas están dadas… a crear el Frente Amplio”, hacía referencia a la definición de intelectual orgánico que Gramsci le entrega al trabajador , en cualquier disciplina , como organizador de la sociedad: “Por intelectual debemos entender no solamente esas capas sociales a las que llamamos tradicionalmente intelectuales, sino en general toda la masa social que ejerce funciones de organización en el sentido más amplio: ya sea en el dominio de la producción, de la cultura, o de la administración pública”. (Quaderni del carcere 1).
El llamado que hacía a crear el Frente Amplio, si bien no se refería en el estricto sentido de un conglomerado político (como el que se creó dos años después y que hoy se encuentra en busca de su destino), tenía por objetivo aglutinar a todos los movimientos, instituciones, organizaciones, etc. en torno a exigir la convocatoria a una Asamblea Constituyente, pues si bien ya varias de estas organizaciones estaban trabajando en ese sentido, se encontraban dispersos. Cabe hacer notar, como lo menciono en esa columna, que de las organizaciones que hacían una labor encomiable, capacitando, discutiendo informando, etc. , es justamente una de las convocantes a la creación de la Central en comento; me refiero al Consejo de Sindicatos Unidos (independiente de la CUT), cuyo presidente, Manuel Ahumada Lillo, (quien también preside la Confederación General de Trabajadores), a través de la publicación periódica “Pulso Sindical”, ha bregado por crear una central clasista de trabajadores. No por nada, fue elegido presidente de la primera dirección nacional.
¿Y la casta política qué?
Mientras la casta política (ex Concertación y ex Nueva Mayoría) se pelea por ser el titular del triunfo del NO, los diversos estamentos de la sociedad civil: trabajadores, estudiantes, profesores, pescadores artesanales, intelectuales, convocan a marchas para protestar contra la situación política, económica, social, cultural, etc., que ha venido tomando el curso de la nación. Es que además de abrogarse un triunfo que le corresponde al pueblo y no a estos personajes, se cuidan mucho de referirse a que ese “triunfo”, al parecer no fue tal, debido al golpe de Estado blando del 30 de julio de 1989, en que se plebiscitaron las famosas 54 reformas a la Constitución pinochetista. Estas reformas fueron consensuadas en reuniones en las que se acordó, además, que la “transición” se daría dentro de los márgenes impuestos por Pinochet y la derecha.
Es que a partir de marzo de 1990, lo que realmente se inició, no fue una transición a la democracia, sino la consolidación a rajatabla del régimen neoliberal y su afianzamiento luego del Golpe Blando del 30 de julio de 1989. (*)
La Concertación y la Nueva Mayoría, se han esmerado en cumplir los acuerdos con la derecha y el pinochetismo. La verdad es que los cómplices “pasivos” no son los que define Piñera, sino los líderes de la Concertación que acordaron seguir con la Constitución de Pinochet, traicionando descaradamente al pueblo de Chile. A los que apoyaron decididamente la dictadura cívico-militar, fueron y siguen siendo cómplices muy activos de la tiranía, pues es sólo verlos en su decidido apoyo a los criminales de Punta Peuco y denostando a los parlamentarios que presentaron la acusación constitucional en contra de los jueces de la Corte Suprema que otorgaron la libertad condicional a siete de ellos, transgrediendo fehacientemente los tratados internacionales sobre Derechos Humanos firmados por Chile. Y este fallo de la Corte Suprema, es un fiel reflejo del Estado ilegal e ilegítimo en que funciona nuestro país y que ni la Concertación ni la Nueva Mayoría quisieron cambiar, convocando a una Asamblea Constituyente, para redactar una nueva Constitución Política que le diera al país, un Estado legal y legítimo. Como aseverara Manuel Guerrero en una columna publicada en este medio al día siguiente del fallo, la culpa de que se llegara a esta situación, es, exclusivamente, de los dirigentes de los dos conglomerados que se autodenominan de “centro izquierda”. Los trató, merecidamente, de malditos.
Entonces, el porqué de mi entusiasmo con la creación de la Central Clasista de Trabajadores y Trabajadoras, radica en que los movimientos que se institucionalizan, ya sea en el gobierno o en el Congreso, tienden a apoltronarse y a actuar tardíamente ante la coyuntura política, como reacción y no como iniciativa. La prueba más palmaria se dio con el nombramiento de Mauricio Rojas como ministro de Cultura y la Artes: fue el escritor Raúl Zurita (en este caso, intelectual orgánico), quien convocó a una gran manifestación de repudio a tal designación, mientras los partidos de la “centroizquierda” estaban preocupados de la celebración del triunfo del NO y los del Frente Amplio, en peleas intestinas. Ambos sumamente interesados, eso sí, de lo que pasa en Venezuela.
Ya lo decía el filósofo esloveno Slavoj Zizek: “Los líderes seudo progresistas de hoy, son mucho más peligrosos que Trump”.
(*) Sobre la no transición, ver http://www.elclarin.cl/web/opinion/politica/24008-chile-del-golpe-de-estado-fascista-de-1973-al-golpe-de-estado-blando-de-1989.html