Noviembre 28, 2024

Breve respuesta a Arturo Martínez

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arturo_martinez_371630548-300x225En el último tiempo, evidenciando la completa incapacidad derechista para comprender las causas y demandas de la lucha estudiantil, cuando ya han transcurrido en Chile más de tres meses de combates en defensa de la educación pública y en contra del lucro en la educación, han comenzado a aparecer curiosas “explicaciones” de la “violencia”, es decir, de la respuesta descontrolada de ciertos sectores juveniles ante la desmedida represión policial.

 

 

 

 

La más famosa de ellas, hasta el momento, fue aquella concebida por Víctor Lobos, Intendente de la Región del Bío-Bío, quien explicó, lo que denominó “la violencia de las manifestaciones estudiantiles” como el resultado de las existencia de hijos nacidos fuera del matrimonio. Sin embargo esta absurda explicación, que uno pudiera llamar “psicologista”, ha sido ampliamente superada en su estulticia por una novedosa teoría explicativa de carácter más bien “sociológico”, cuyo autor no es otro que el conocido presidente de la CUT (Central Unitaria de Trabajadores), y militante del Partido Socialista, Arturo Martínez, quien en el día de ayer refiriéndose los trabajadores organizados y a la lucha estudiantil que mantiene hoy en vilo tanto al gobierno de Piñera como a la clase política en su totalidad, declaró lo siguiente:           

  

“Queremos que nuestras convocatorias sean limpias y no estamos dispuestos a aceptar que vengan a empañarlas los muchachos y quienes están detrás de ellos. Porque hay profesores de filosofía detrás de toda esta cuestión violenta que está institucionalizándose en el país. A los cabros les llenan la cabeza de porquerías para que salgan a tirar piedras y hacer desorden. Creo que hay muchas Universidades [públicas] donde algunos hacen apología de que la forma de encarar los problemas de la sociedad se hacen a peñascazos”

 

Por cierto, nadie medianamente informado de la vergonzante trayectoria política y sindical de Arturo Martínez se sorprendería  por el temor, mezclado con un profundo desprecio, que la actual lucha estudiantil le inspira, según lo delatan tan nítidamente las palabras que emplea, las que revelan que él ve a los jóvenes como algo impuro, como contaminantes de una supuesta pureza de los dirigentes obreros. Eso no tiene nada de sorprendente, lo inesperado en aquellas declaraciones es la visión enteramente derechista del origen de los procesos de cambio social, de la violencia y de la función que dentro de ellos desempeñarían los intelectuales, que se contienen en las destempladas palabras del Presidente de la CUT.

 

A lo que parece, para Martínez la violencia callejera no es el producto y consecuencia natural de las desiguales e injustas condiciones socio-económicas imperantes en la sociedad chilena y, por cierto, tampoco de la brutal represión policial ante el descontento colectivo, sino que sería cotidianamente introducida en la mente y la conducta de los jóvenes, por obra de estos seres maléficos llamados profesores de filosofía que, en los colegios públicos, así como en las universidades públicas, se dedican en sus clases a inocular el odio y la violencia antisocial en las mentes de sus incautos e inocentes alumnos.

 

 Desgraciadamente Martínez no pone a la vista la más obvia de las conclusiones que pudieran extraerse de su “teoría” explicativa. Porque es claro que desde su perspectiva sería cuestión de meter presos a cada uno de estos conspiradores y activistas sociales con título universitario y, conjuntamente con ello, eliminar definitivamente el ramo de filosofía del currículum de la educación media, para que se terminara de una vez por todas la violencia callejera, los apedreamientos, las barricadas y demás formas de expresión del descontento juvenil.

 

No cabe duda que esta lamentable “sociología” conservadora subyacente a las palabras de Martínez es expresión de la profunda descomposición intelectual y moral del Partido Socialista que participó por largos veinte años en los gobiernos de la Concertación. Se pregunta uno dónde pudo Martínez haber recogido una doctrina tan reaccionaria de los    

procesos sociales y políticos, la que, como se ve, no fue detectada ni corregida en ninguna de las escuelas de cuadros a las que Martínez debió haber asistido en sus largos años en el partido Socialista. Si el dirigente máximo de los trabajadores organizados de Chile subscribe tan inaudita visión del mundo social, se pregunta uno:¿qué quedará para el modesto trabajador “de a pie”, o para el simple militante socialista de base?         

  

Cada nueva generación tiene que dar sus propias batallas, y como siempre ocurre, el  movimiento y el avance históricos son el resultado de la lucha constante entre las fuerzas de la conservación y las fuerzas de la renovación. En el caso presente, entre aquellos que, liderados por los estudiantes, buscan hoy reemplazar las instituciones, relaciones, valores y formas de vida impuestas por la dictadura, y quienes desean mantenerlas a toda costa porque son funcionales a sus mezquinos intereses materiales y a la perpetuación de su dominio de clase. Es manifiesto que Martínez se ha alineado con estas últimas fuerzas reaccionarias, por mucho que se siga desempeñando como un dirigente obrero y sea militante de un partido que hoy, por cierto, de socialista sólo le queda el nombre, aunque en un pasado no muy lejano haya dado, junto a Allende, las batallas más fecundas y memorables en defensa de los verdaderos intereses de las grandes mayorías de este país.        

 

Pero, porqué culpar sólo a los profesores de filosofía de indoctrinar a los alumnos en la violencia y el extremismo? ¿Por qué no culpar también a los profesores de historia y ciencias sociales, y a todos aquellos maestros que en las distintas disciplinas humanísticas enseñan a sus alumnos a tener sentido critico, a saber leer e interpretar adecuadamente un texto, a privilegiar la razón por sobre los pronunciamientos autoritarios, en cualquier campo o esfera del conocimiento o de la actividad humana? ¿Por qué no culpar, igualmente, a la totalidad del proceso educativo porque, en última instancia, es esencialmente subversivo al hacer posible el desarrollo intelectual y moral de los alumnos, que estimulará necesariamente su madurez, en el sentido propiamente kantiano de hacer a un joven o una joven capaces de pensar por sí mismos, y por lo tanto de prepararlos para identificar, desenmascarar  y oponerse a toda forma de manipulación política o ideológica?           

 

Pero, claro está, con sólo formular estas preguntas se pone de manifiesto el carácter profundamente reaccionario y fascistoide de la acusación de Martínez en contra de los profesores de filosofía.  

 

Porque en vez de tratar de demonizar a los sufridos profesores de esta disciplina “en peligro de extinción” y de responsabilizarlos injustamente de los males e injusticias de una sociedad chilena pervertida hasta la raíz por la  ideología y la economía neoliberales, si fuera un verdadero socialista, Martínez debería darles las gracias por haber aportado su grano de arena a la toma de conciencia de aquellos problemas por parte de los jóvenes, así como por haber contribuido, en alguna medida, a que ellos tomaran en sus manos la durísima a tarea de corregirlos y superarlos, por medio de la lucha social, y ello no sólo en beneficio de su propia generación, sino también en beneficio de las futuras generaciones.       

 

                                                                                      

Por Hermes H. Benítez

Ex profesor de filosofía del Liceo Darío E. Salas de Santiago. Desde Edmonton, Canadá

 

 

Artículo publicado en PiensaChile.com. Reproducido en CLARIn con autorización del autor

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