Noviembre 28, 2024

Tiempo de filósofos

piera_gabinete

piera_gabineteEn el último tiempo, y con una frecuencia que se agradece, políticos y dirigentes gremiales, ofrecen gratos momentos que hacen bien para el alma. El listado más prolífico de dichos graciosos, simpáticos o que mueven a risa, lo encabeza el presidente Piñera, quien ha dado para crear una suerte de neologismo que explica sus tonteras: piñericosas.

 

 

 

 

Ayer, el presidente habló en serio y planteó la necesidad de un cambio copernicano en educación. Y a pesar de la seriedad con que expuso su tesis, y de lo importante del concepto atribuido a buen Nicolás Copérnico, nacido en Polonia el año 1473, quien, comprendiendo que no se podía entender el movimiento de los objetos celestes con la tesis dominante hasta entonces, según la cual la Tierra era el centro del Universo y el Sol y los demás objetos celestes giran a su alrededor, propuso que era necesario cambiar la relación, poniendo al Sol en el centro y suponiendo que es la Tierra la que gira a su alrededor. Eso se llamó el cambio o giro copernicano. Toda una revolución.

 

Piñera plantea que en educación se hace necesario un cambio de esa magnitud, sin embargo reitera, con ese énfasis tan suyo, que el Estado debe seguir siendo el que financie las ganancias de los empresarios de la educación en el modelo particular subvencionado, considerando lo contrario, es decir, una activa intervención estatal en la educación, como un atentado a la libertad.

 

Entonces hasta ahí no más llegó su pretendido giro copernicano, quizás el más breve y extraño de cuantos ha habido en la historia. Más parece que estamos frente a un charchazo de tony

 

Fue Emmanuel Kant quien propuso un cambio en la filosofía cuando da vuelta la relación aceptada hasta entonces y acepta que en la experiencia cognoscitiva el sujeto cognoscente es activo, que en el acto de conocimiento el sujeto cognoscente modifica la realidad conocida y no sólo la observa desde afuera.

 

Dicho con otras palabras, un cambio copernicano es un cambio de paradigma, lo que permite ampliar el horizonte de soluciones ante un problema dado.

 

Es exactamente lo que plantean los estudiantes con sus movilizaciones: un cambio de paradigma, un modo de entender de manera diametralmente distinta el fenómeno de la educación, respecto de la cual ha dominado en el último tercio de siglo, un concepto mercantil que debería ser modificado radicalmente.

 

La propuesta que sintetizan los muchachos movilizados, y uno que otro trabajador, no tiene que ver con modificaciones superficiales o formales. Las exigencias del movimiento que tiene complicados a la oligarquía es que, precisamente, los estudiantes proponen un cambio en el modo de entender, no sólo la educación, sino la sociedad en su conjunto.

 

Va quedando claro que es imposible pretender cambios radicales, o copernicanos, en el sistema educacional, sino hay cambios de la misma intensidad en la economía y en todo lo demás.

 

Así, pretender que el sistema educacional termine con el lucro, piedra angular de todo el resto, es una ilusión. Del mismo modo, creer que el sistema se va a suicidad por la vía de aceptar una nueva Constitución, es creer que son estúpidos. Y serán canallas, enfermos por las riquezas, criminales y sinvergüenzas pero tontos, ni por asomo.

 

Resulta, pues, muy adecuada la referencia copernicana del presidente, precisamente ahora en que la filosofía ha quedado tan mal parada por la intercesión de otro pensador de fuste, el presidente de la CUT, el compañero militante del partido socialista, Arturo Martínez.

 

Impelido a pronunciarse respecto de la violencia que aparece en las manifestaciones de la gente mediante apedreo a carabineros, a la propiedad pública y privada, el compañero Martínez no duda en acusar a los profesores de filosofía como los instigadores de los encapuchados, a los cuales estos señores meten cuestiones raras en sus cabezas.

 

Una lluvia de críticas y mofas se han dejado caer sobre Martínez y uno que otro soterrado y extravagante intento de defensa o comprensión.

 

No es para menos. Justo ahora que se pone de moda la filosofía como manera de entender complejidades y soluciones, acusar a los filósofos de incitar a la violencia complica la situación e incita a muchos a impulsar un cambio copernicano también en la central, e instalar ideas tan agresivas y violentitas, como el voto universal de los trabajadores y la rendición de los dineros que ingresan y de las cuentas que se pagan.

 

 

 

 

 

 

 

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