El doctor Leonardo Boff, ecólogo, fue una de las personalidades en materia de defensa del medioambiente que el pasado 20 de agosto acudió a la Universidad Iberoamericana Ciudad de México para ser testigo de la apertura del Centro Transdisciplinar Universitario para la Sustentabilidad y de la Licenciatura en Sustentabilidad Ambiental de esta casa de estudios.
Antes de su participación como panelista en el coloquio ‘Universidad y Sustentabilidad en México’, que la Vicerrectoría Académica de la IBERO llevó a cabo para anunciar las aperturas, Boff, filósofo y uno de los fundadores de la Teología de la Liberación, accedió a dar varias entrevistas; he aquí lo que respondió en una de ellas.
—En un mundo donde el capitalismo es el sistema económico y político hegemónico ¿es posible mitigar los daños al medio ambiente, a la Madre Tierra?
—Yo creo que dentro del sistema es imposible, porque el sistema en sí mismo es altamente destructivo de la naturaleza, la explota y no se siente parte de la naturaleza, sino que se siente su señor y dueño, y dispone de ella a su antojo.
Eso ha creado toda la cultura moderna, ha cambiado al planeta Tierra y simultáneamente ha creado el ‘principio de autodestrucción’, sea con armas químicas, nucleares o biológicas; sea también por las reacciones que la Tierra está teniendo de cara a la agresión sistemática que está sufriendo y que aparece bajo el nombre de calentamiento global.
Calentamiento global que se manifiesta a través de efectos extremos: grandes sequías, grandes inviernos, volcanes que se han activado, huracanes y grandes inundaciones; los que dejan ver que la Tierra perdió su equilibrio y su centro. Eso es consecuencia de un tipo de relación que tenemos con la naturaleza, que no es una relación de cooperación y de respeto, sino de dominación y de explotación.
De seguir ese rumbo vamos al encuentro de lo peor. A mi juicio, y lo que otros tantos ecólogos dicen, puede ser una tragedia ecológica-social que puede diezmar gran parte de la biósfera y hacer desaparecer también a gran parte de la humanidad.
—¿Cómo proteger a la ‘Pacha Mama’ (la Madre Tierra) y a las comunidades originarias que viven en las grandes reservas ecológicas, de la depredación de los grandes capitales, por ejemplo, de la extracción minera y petrolera, la industria turística, etcétera?
—En Brasil tenemos el problema del agronegocio que está avanzando terriblemente sobre la Amazonia, la Amazonia que es importante para el equilibrio de los climas mundiales y para la biodiversidad.
Yo creo que la mejor manera de defender esa riqueza natural es por medio de los habitantes que ahí viven: pueblos originarios, personas que trabajan en la pesca, en la foresta, en la extracción de los bienes, pero preservando los árboles y las fuentes de su riqueza; ellos los saben proteger y conocen la forma de manejar esa realidad sin dañarla. La figura más emblemática en esto fue Chico Mendes, quien ideó cómo sacar los bienes de la foresta, sean frutas o medicinas, pero preservando la foresta.
Asimismo, se necesita de un proceso de educación colectiva de toda la humanidad, que parte de dos razones. Una, del miedo; a que cuando el ser humano se da cuenta que puede desaparecer, porque la Tierra está manifestando el agotamiento de los bienes y servicios, y el ser humano puede desaparecer dentro de una catástrofe ecológica-social, entonces cambia, porque el instinto de vida es más fuerte que el instinto de muerte.
Segunda, hay que reeducar a los seres humanos: en la forma de producir, respetando los bienes de la naturaleza; en la forma de consumir; tener un sentido de solidaridad con todos y compartir los bienes de la naturaleza y los bienes industriales. Es un equilibrio difícil pero tenemos que llegar a eso, a un consumo consciente y generoso, y a mantener un equilibrio en relación con las leyes de la naturaleza.
Ese es un trabajo que debe atravesar todas las sociedades, que todos se den cuenta de que somos responsables del futuro del sistema vida, del sistema Tierra y de nuestra civilización. Si no hacemos eso, podemos ir al encuentro de lo peor.
—Dentro del actual mundo desigual, donde los menos concentran la mayor parte de la riqueza, ¿cómo promover el desarrollo económico y social de todos, principalmente de los más pobres, sobre todo los que viven en zonas rurales?
—El sistema como totalidad es insostenible, porque a donde llega crea dos fenómenos. Primero, una profunda desigualdad entre aquellos que tienen y acumulan, y al lado y como consecuencia, genera una pobreza muy grande. Por otra parte, también crea una injusticia ecológica, que es la súper explotación del medioambiente, de los bienes y servicios de la naturaleza. Es un sistema dañino para la vida, que acumula en una parte y genera una inmensa pobreza en otra; y eso es insuperable, es la lógica del sistema.
Por eso tenemos que generar alternativas, que a mi juicio empiezan trabajando el territorio, lo que en ecología se llama biorregionalismo, porque ahí se puede crear la sustentabilidad, con la región, con los recursos que tiene, de agua, de bienes de la naturaleza, con la cultura de la población. Un biorregionalismo definido no por las divisiones artificiales nuestras, en estados y municipios, sino como la naturaleza se dividió, con ríos y montañas.
Crear ahí una totalidad que puede ser sostenible, con pequeñas empresas, un sentido comunitario de producción y distribución, incluyendo toda la parte cultural, de las fiestas, tradiciones, celebraciones de sus héroes, de sus personas significativas. Esa totalidad puede ser sostenible; pero en pequeño.
Pero el sistema, como sistema global, no es sostenible; porque es una amenaza que ha llevado a una guerra total contra la Tierra, sea en el aire, sea en el suelo, sea en el mar. Y esa guerra el ser humano no tiene ningún chance de ganarla, porque la Tierra es más fuerte. Nosotros necesitamos a la Tierra, pero la Tierra no nos necesita, ella puede seguir adelante sin nosotros.
—¿En el presente contexto de crisis ecológica, económica y social valdría la pena tener una segunda oleada de la teología de la liberación, que ponga en los medios de comunicación e imaginario colectivo estos problemas y la necesidad de optar por los pobres?
—Sí. El eje central de la teología de la liberación es la opción por los pobres, luchar contra la pobreza, en favor de la justicia social y la liberación. Y dentro de los pobres, hay que poner al gran pobre, que es la Tierra. Hay que tratarla de tal manera que se protejan los bienes y servicios necesarios para la vida; ese es el sentido de la carta encíclica del Papa Francisco, Laudato Si´, cómo cuidar de la Casa Común (la Tierra).
Aquí la palabra clave es cuidar. Cuidar es una relación amigable, amorosa, protectora de la realidad. Si no hacemos eso, vamos atropellando, destruyendo y creando las condiciones para tener una gran crisis ecológica-social que puede damnificar a gran parte de la biósfera y a la misma especie humana.
—¿Cómo pueden las universidades, como la Iberoamericana, ayudar a promover la sustentabilidad, el cuidado de la Tierra?
—Es una tarea de todas las facultades, es decir, hay que ecologizar todas las ciencias. Cada ciencia tiene que dar su aporte, sea la física, sean las matemáticas, sea la pedagogía; todas juntas deben tener como centralidad crear comportamientos y conocimientos que favorezcan la vida y no solamente al mercado, que permitan la participación de todos y que no hayan excluidos, que tengamos una relación de pertenencia a la naturaleza, a la Tierra, y no de dominación sobre ella.
Una universidad puede crear una especie de cosmovisión que incorpore de forma sistemática en todos sus cursos esa preocupación por el futuro del sistema vida, del sistema humanidad. Porque si no nos preocupamos ahora no tendremos el tiempo ni la sabiduría suficiente para cambiar, será demasiado tarde e iremos al encuentro de una gran catástrofe ecológica-social.
—¿Qué opina de la apertura del Centro Transdisciplinar Universitario para la Sustentabilidad y de la Licenciatura en Sustentabilidad Ambiental de la IBERO?
—Yo lo entiendo como si fueran una semilla, algo que empieza como una semilla. Dentro de la semilla hay de todo, hay las raíces, hay el tronco, hay las hojas, hay las flores, hay los frutos.
Desde esas semillas se puede irradiar a las demás facultades. Crear una red donde cuestiones de sustentabilidad son discutidas juntos, y cómo cada ciencia puede aportar y cómo cada uno puede hacer las transformaciones, porque se habla de la gran transformación de la modernidad. Esa gran transformación tiene que empezar con la transformación de uno mismo, de tener un sentido de respeto a todo lo que vive, existe, de tener un consumo más solidario, de no ser consumista, de cuidar el agua, el aire.
Finalmente, del cuidado que recubre todas las dimensiones de lo humano, especialmente las relaciones, para que no sean agresivas, no lleguen a crear marginalidad. Hay gente en la humanidad que se da cuenta que solamente tenemos esta Casa Común (la Tierra) y no hay un plan B, o cuidamos de ésta o entonces vamos al encuentro de la destrucción.
Vale destacar que en ésta, su más reciente visita a México, Boff también estuvo en la Universidad Iberoamericana Puebla, donde el Sistema Universitario Jesuita (SUJ) le entregó el Doctorado Honoris Causa, el cual se suma a los que anteriormente le otorgaron la Universidad de Turín (Italia) y la Universidad de Lund (Suecia).
Leonardo Boff es doctor en teología y filosofía por la Universidad de Munich (Alemania), profesor emérito de la Universidad del Estado del Río de Janeiro (Brasil), asesor de comunidades de base y un prolífico autor, que ha escrito los libros: Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres; La dignidad de la Tierra. Ecología, mundialización, espiritualidad; y La gran transformación; entre otros.