En el mundo del nihilismo la ética de la convicción y de la responsabilidad carece de todo sentido: las alianzas entre los grandes monstruos autoritarios, los Trump, los Erdogán, los Putin, Xian Jinping y los Hasán Rouhaní sumados a la Unión Europea, cambian esas alianzas de la noche a la mañana. En el proceso de estos cambios, por lo general, terminan pagando los pueblos, (kurdos, sirios, palestinos…).
A Erdogán se le atribuyen muchos apelativos: el nuevo Sultán de los turcos, el Atila de la república laica – fundada por Ataturk -, el Califa de los musulmanes, entre otros.
El gobernante turco, desde 2006 hasta ahora, ha recorrido un largo camino para terminar convirtiéndose prácticamente un “dicta-democrático”, que camufla el poder absoluto acumulado sobre la base de múltiples elecciones, cuya legitimidad es discutible, y la supuesta libertad de expresión por la existencia de un solo periódico opositor, perfectamente domesticado.
El fútbol se ha convertido en la pasión de los turcos, y como el equipo más famoso fue fundado a comienzos del siglo pasado, en plena época de “los jóvenes turcos”, el estadio ha servido, en algunas ocasiones, para que los kamalistas, (seguidores del fundador de la República, Mustafá Kamal), pifien al dictador Erdogán, quien, ni tonto ni perezoso, aprovechó un Club municipal para convertirlo, prácticamente, en su propiedad personal, llenando sus arcas con dineros del Estado.
Erdogán comenzó su carrera política como exitoso alcalde de la ciudad más poblada del país, Estambul – antigua capital de Bizancio, llamada Constantinopla -. Antes de su incursión en la política había estado un tiempo en la cárcel a causa de sus ideas fanáticas musulmanas y de críticas al laicismo; luego de su gestión edilicia, fue elegido como líder de su Partido Justicia y Desarrollo, (AKP), y varias veces ocupó el cargo de Primer Ministro y, luego, Presidente de la República, cargo que en el régimen parlamentario es puramente decorativo.
El momento decisivo en el camino hacia la “dicta-democracia” de Erdogán se produjo luego del golpe de Estado frustrado, en julio de 2016, que Erdogán atribuyó a su ex socio Fatulá Gulen, antiguamente su aliado y hoy, su peor enemigo – actualmente asilado en Estados Unidos -.
A partir del golpe de Estado Erdogán decretó el Estado de excepción y, aprovechándose de esta figura jurídica, desató una purga que eliminó gran parte de los líderes del ejército kamalista, a funcionarios, profesores universitarios y líderes de la cultura y de las artes, como también a muchas instituciones que había instalado Ataturk, a sangre y fuego. Hasta ahora no se ha atrevido a instalar una escuela coránica y, mal que mal, aún se mantienen algunas escuelas laicas.
La dicta-democracia es compatible con la pluralidad de partidos políticos, los referendos y las elecciones. En las últimas elecciones parlamentarias pudo presentarse el partido kurdo, llamado de la Democracia de los Pueblos, (PKK), y su líder máximo hizo campaña presidencial desde la cárcel. En el Parlamento, el partido kurdo tiene actualmente 49 de los seiscientos diputados, y alcanza la cifra del 10% exigido para ser partido político.
El Kurdistán fue reconocido como Estado después del derrumbe del imperio otomano, en el Tratado de Sevres, (en las afueras de París), sin embargo, anulado por el Tratado de Lausana, que reconoció la república turca limitándola a la Anatolia, pero integrando los kurdos a esta nueva República.
Los kurdos dominan el norte de Irak, y hasta ahora cuentan con autonomía y persiguen, por medio de un plebiscito, que el pueblo se pronuncie sobre su independencia. Los kurdos en Siria, en muchas ocasiones han logrado vencer a las milicias Daesh, del Estado Islámico, apoyados por Estados Unidos.
Los kurdos de Irán aún están sometidos a los persas y funcionan como minoría; los kurdos de Turquía suman actualmente cerca de tres millones de personas, y constituyen el peor enemigo del Partido Islámico de Erdogán. En el camino hacia el poder total, este mandatario convocó a un plebiscito para decidir sobre el cambio de régimen político, en que se dejaría el sistema parlamentario para adoptar un presidencialismo aún más radical y más monárquico que los gobiernos latinoamericanos: el Presidente podrá disolver el Congreso a su amaño y gobernar sobre la base de decretos-ley, y puede ser reelegido para los períodos inmediatos: el “Sultán” gobernaría hasta el 2029, de ser reelegido (un período más largo que el de Pinochet, en Chile).
Los resultados de ese plebiscito fueron favorables a Erdogán, pero en forma muy estrecha, con una diferencia del 3%. Hábilmente, el jefe de dicto- democracia turca adelantó las elecciones presidenciales y parlamentarias previendo la crisis monetaria y económica ad portas. En estas elecciones Erdogán logró el 52,8% de los votos, frente al candidato kamalista, quien apenas pudo llegar a un 30% de los sufragios. En las elecciones de la Asamblea Nacional el Partido de Erdogán, APK, no logró la mayoría absoluta, llegando sólo a 295 diputados de los 600 diputados que integran la Cámara, lo cual lo obliga a hacer alianza con el Partido Acción Nacionalista, de tendencia ultraderechista.
Partido Justicia y desarrollo |
295 Erdogan |
Republicano del pueblo |
146 Kamalismo |
Democracia de los pueblos |
67 Kurdos |
Acción Nacionalista |
49 Ultra derecha |
Presidenciales
Erdogan |
52,59 |
Marraren indi |
30,64 Kamalistas |
Salatin Demirtas |
8 kurdos |
Mural Aksener |
7,20 |
Participación |
50 millones de sufragios |
Antes de analizar la política internacional de Erdogán, que será parte de una segunda entrega, sería lógico preguntarse por las razones su liderazgo exitoso: en primer lugar, el éxito económico. Turquía llegó a vencer a China en el crecimiento del PIB, en momentos con el 10% de expansión y, en otros, con el 7%, (claro se hizo en base al recalentamiento de la economía, gracias al crédito externo ilimitado, por parte de Estados Unidos y la Unión Europea; en segundo lugar, por las obras faraónicas, como es el caso del aeropuerto de Estambul, el Palacio Presidencial, coloso que deja chico al harem de los Sultanes, el gaseoducto, que conducirá el gas a Europa, asociado con las empresas rusas; en tercer lugar, el laicismo y la europeización, impuesta a sangre y fuego por Mustafá Kamal, dejando de lado a muchos sectores campesinos pobres, que mantienen la fe islámica y la cultura y costumbres del sultanato; en cuarto lugar, al igual que Vladimir Putin, devolvió al pueblo turco el orgullo imperial construyendo, según ellos, una gran nación.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
22/08/2018