En su primer gobierno Piñera era como Carlos Ibáñez: se disfrazaba de bombero, ingeniero, profesor, médico, mapuche… en cada cinta que cortaba o en calamidad que hubiera: era ministro en todas las Carteras. A los presidentes de Partido los miraba por debajo del hombro, (de ahí una de las eternas peleas con Carlos Larraín, en ese entonces presidente de Renovación Nacional). Piñera era el amo, que hacía y deshacía a su amaño, y los desaciertos se convirtieron en la “piñericosas”, que sólo eran “genialidades” del Presidente.
En el segundo gobierno quiere hacer todo lo contrario del primero, y terminar tan exitoso que, gracias a él, la derecha pueda gobernar por 20 años más y, ojalá, su sucesor provenga de sus amigos personales y/o de los partidos que lo apoyan.
Para perseguir este fin Piñera se hizo la autocrítica, concluyendo que su gran error había sido el no gobernar con los partidos de su bloque. En este plano no hay términos medios: o nombra como secretarios de Estado a tecnócratas, empresarios y amigos, o bien, a los funcionarios que los partidos designen.
Durante estos seis meses Sebastián Piñera se ha alejado de las “piñericosas” y, lo que es más difícil – dado su narcisismo patológico – ha mantenido un perfil bajo y apenas habla y comenta los hechos de actualidad; de parlanchín pasó a convertirse en don lacónico, y cada vez se asemeja más al ex Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle en sus monosílabos. (La Revista Topaze llamó a don Arturo Alessandri “don lacónico” al abstenerse, durante unos pocos días, de usar su verba demagógica y demoledora).
Durante estos comienzos del segundo mandato, Piñera corrigió el error de no haber gobernado con los partidos de su conglomerado, y el remedio ha sido mil veces peor que la enfermedad: la UDI y RN, envanecidos con el triunfo en las elecciones presidenciales de diciembre último, empiezan a manifestarse tal cual son y se terminó el blanqueo de imagen. Ya no es necesario reconocer los crímenes durante la dictadura, mucho menos su condena, Al fin y al cabo, el “Tata” ha sido el mejor Presidente de la derecha y su “memoria es sagrada”.
La presidenta de la UDI se pregunta “¿por qué vamos a condenar el régimen militar", (ni siquiera lo menciona como dictadura), si los atorrantes izquierdistas de izquierda no lo hacen con Cuba, Venezuela, Corea del Norte…?
Si los fachos pobres nos llevaron al poder, "¿por qué no avanzar en nuestro proyecto de gobierno, por ejemplo, cerrando el Museo de la Memoria cuando no incluye las víctimas de “terrorismo” realizado por la izquierda, “sino sólo los crímenes de lesa humanidad, perpetrados por la dictadura militar”? Al fin y al cabo, el “Tata” salvó a Chile del comunismo a un precio muy bajo, unos pocos “rasguños” a los que se oponían a sus designios. (Claro ya están los tiempos para sostener que el único comunista bueno es el comunista muerto).
El “hijo” de Patricio Aylwin, (conserva fotos de su “mentor” en su oficina), el 11 de septiembre de 2013 tuvo la audacia de hablar de “cómplices pasivos”, refiriéndose a los civiles que colaboraron con la dictadura, ganándose el odio de muchos dirigentes de la derecha – que lo calificaban de un democratacristiano infiltrado – y no estaban muy errados -.
Hoy, dominado por la UDI, Desbordes y sus secuaces de Renovación Nacional, nombra como ministro de las Culturas, de las Artes y del Patrimonio a un dudoso converso, que pasó – según él – del MIR al ultra fascismo – un verdadero “montaje” curricular, (según Pascal Allende, nunca ha sido militante del MIR). No faltan los calumniadores que lo quieren incluir en una lista de “falsos exiliados”, para aquellas personas, que muy jóvenes, aprovecharon la ocasión de vivir y educarse gratuitamente en un país socialdemócrata. El personaje en cuestión es tan facho que, incluso, lo expulsaron del Partido liberal sueco; acá en Chile, Mauricio Rojas apenas duró en su cargo 90 horas.
Este estúpido nombramiento ha permitido a la oposición el reencuentro luego de varias desavenencias. En la derecha, aun cuando no hay artistas e intelectuales de primera plana, se pueden encontrar algunos secundarios que tienen la virtud de conservar la moral intelectual y la ética profesional, entre ellos el RN director del Museo de la Memoria, Daniel Platovsky.
No pasaron dos días de la destitución de Rojas, cuando el gobierno nombra como subsecretario de Redes Asistenciales a Luis Castillo, acusado de encubridor en el magnicidio del ex Presidente Eduardo Frei Montalva, provocando la indignación de la gran y valiente mujer Carmen Frei, su hija, cuya constancia y denuedo en la lucha por los derechos humanos, ha impedido que en este país pase desapercibido el asesinato de un ex Presidente de la República.
Un mínimo de dignidad exige que la oposición no reciba, en ninguna instancia a uno de los encubridores del más grande magnicidio ocurrido en el siglo XX.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
17/08/2018