El Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, CENDA, celebra alborozado los 90 años del arquitecto Miguel Lawner Steiman, que honra a esta institución al formar parte de su directorio.
La hermosa, fructífera y larga vida de Miguel Lawner constituye un verdadero monumento a las mejores cualidades de los seres humanos. Es uno de los más destacados exponentes de la extraordinaria generación que irrumpió en la vida política y social junto a la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial y no ha dejado nunca de luchar junto a su pueblo por preservar la paz y construir un mundo mejor.
Como jóvenes estudiantes comunistas junto a Ana María Barrenechea Grunwald, su entrañable compañera y camarada de toda la vida, fueron miembros destacados de la generación de arquitectos que a fines de los años 40 y en medio de la “Revolución de la Chaucha” se tomaron y modernizaron la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile, en los años 50 condujeron la legendaria delegación de jóvenes que representó a Chile en el V Festival Mundial de la Juventud y participaron activamente en las luchas y el gran estallido social de 1957 que permitió la derogación la Ley Maldita y abrió paso a la democratización general del país. Ello hizo posible los notables progresos de la década siguiente que culminaron en el gobierno encabezado por Salvador Allende. Miguel Lawner coronó el primer medio siglo de su vida convertido en el Arquitecto de la Unidad Popular.
Su temple quedó inmortalizado para siempre en su retrato clandestino de la resistencia antidictatorial desde el momento mismo del golpe, primero como prisionero político en Isla Dawson y luego en más de una década y media de exilio, principalmente en Dinamarca. Retornó a Chile a fines de los años 80 y fue el primer Director del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz desde donde apoyó la rebelión de su pueblo y la victoria en el plebiscito que pusieron término de la dictadura.
Miguel Lawner no se acomodó jamás con quienes dieron por perdidas las grandes causas del progreso humano durante la resaca conservadora que barrió la economía, la política y las ideas tras la caída del socialismo. Siguió luchando sin pausa y pudo celebrar el inicio del retorno de tiempos mejores “por primera vez verdaderamente feliz”, como dijo mientras brindaba por la detención de Pinochet en Londres junto al gran historiador británico Eric Hobsbawm, cuya visita a Chile había presidido en representación de CENDA.
Confirmando que las pruebas más duras de la vida llegan cuando se pueden soportar sólo gracias a haber superado todas las anteriores, en menos de un año tuvo que sobreponerse nuevamente a golpes terribles. A la atroz pérdida de su hijo Andrés en el exilio se sumó, víctima de una violenta enfermedad en la flor de la vida, la de su hija Alicia que era además su principal sostén en el ejemplar y tierno cuidado que prodigó con lealtad inquebrantable a su compañera Ana María. ¡No es justo! ¡No es justo! bramaba con su vozarrón imponente.
A los pocos meses, con la compañía inteligente y divertida de su nieta Manuela, Miguel Lawner se había repuesto y lograba construir el memorial a Dawson en Punta Arenas y que la Corte Suprema impidiese la demolición del último edificio de la Villa San Luis, monumento nacional que se suma al Gabriela Mistral y a los centenares de emblemáticos bloques de departamentos de cuatro pisos que, construidos por Miguel Lawner en los tres años de Gobierno Popular, albergan de manera decente a miles de familias del pueblo en todas las ciudades de Chile y que, firmes y en perfectas condiciones resistir los terremotos de medio siglo, constituyen el monumento más concreto a la obra gigante de la vida en gesta de Miguel Lawner.