Noviembre 15, 2024

¿Borrando con el codo la memoria de Chile?

Eso es al parecer lo que han querido hacer desde siempre los adalides de la derecha política, económica, militar en Chile. Cómo no, les conviene de pura conveniencia y calculo mezquino jugar al “empate” o también, volver a esgrimir el consabido leitmotiv del  “contexto”. ¿Cuántas veces los hemos escuchado?  Lo que queda en claro con estas declaraciones de los dos ministros, es que, de verdad, los adalides de la derecha siguen pretendiendo justificar  lo injustificable. Siguen culpando al “empedrado” de las peores brutalidades cometidas contra personas indefensas, lo cual señala, mala señal por cierto, que no han aprendido de lo sucedido. O peor aún, que lo siguen apoyando en la sombra primero, y cada vez que pueden, a plena luz del día.

 

Afortunadamente tenemos aún poetas como Raúl Zurita, en la estela de la Mistral, Neruda y Huidobro ¡Porque ni siquiera los así llamados políticos –salvo excepciones-  los vimos reaccionar con energía ante tanta miserabilidad y bajeza moral! Y si ellos tuviesen hermanos, padres, tíos o hijos detenidos-desaparecidos hasta hoy, ¿qué dirían? ¿También estaría justificado por su rebeldía inadecuada y su pretensión de lograr un país más igualitario y justo?

 

Ni por “empate” ni por “contexto” se puede entender ni justificar el accionar criminal de los servicios de seguridad del Estado en esos 17  años; o de otros grupos que, con ese amparo, se dedicaron también a reprimir por su cuenta.  El signo fundamental en todos esos años, salvo muy contadas excepciones, fue pues, lector/lectora, la impunidad. Desde los Consejos de Guerra aplicados sin ton ni son, incluso a niños menores de edad. Con penas gravísimas, por el solo hecho de ser o simpatizantes reales, o tener aspectos de  tales.

 

¿Acaso todo el entramado de la DINA, el Comando Conjunto,  Dicomcar, el  Sifa,  Covema,   la CNI, entre otros organismos de represión e inteligencia,  no sabían lo que estaban haciendo en los cientos de lugares de detención y tortura esparcidos por todo el país?  ¿Acaso no dijo medio burlón  alguna vez el señor general que en “Chile no se movía una hoja sin que él lo supiera”?  ¿No sabían que los detenidos eran seres humanos, chilenos/chilenas igual que ellos, también con sueños y  esperanzas, padres, hijos, hermanos, igual que ellos? ¿Quiénes fueron sembrando en esos agentes y miembros de las FFAA (y civiles, obviamente) ese singular  “trabajo”  desde el odio y la indiferencia moral,  incluso antes del 11 de septiembre del 73?  ¿Dónde  estaba esa gente antes del Golpe de Estado, qué hacía,  como vivía?

 

La brutalidad y el desprecio por la vida manifestado en todos esos años abrió, a mi modo de ver, la herida ética más profunda en la historia de Chile. Una herida que hasta hoy no ha podido sanarse. Y claro, no ha podido porque  aún hay información sobre el paradero de detenidos-desaparecidos que no se quiere dar, y sus familiares no cejan. No se ha podido porque los máximos responsables y cómplices silenciosos de esa brutalidad contra  chilenos y extranjeros,  aún no terminan de reconocer sin ambages ni doble estándar lo sucedido y su responsabilidad en ello.  ¡Siguen diciendo que los responsables son otros! Que ellos solo fueron autómatas con armas en las manos y cárceles secretas,  a los que se les dieron imperativas órdenes de matar, torturar, exiliar, exonerar, espiar, prohibir, y ellos, autómatas ya sin conciencia moral, obedecían pues.  Crímenes de lesa humanidad los llama el derecho internacional de los derechos humanos. Por eso necesitamos políticas e instituciones como el Museo de la Memoria –  bien dirigido hoy por F.  Estévez-,  que impidan la banalización, el olvido interesado de las elites de poder,  la desmemoria inducida desde la mercantilización de la vida. No es posible callar, aunque se nos amenace desde el poder actual.  Este no es un asunto de meras ideologías de aquí o de allá. ¡Cuidado! Aquí está en juego el ethos, la ética política y social de un país, la posibilidad misma de una democracia real.  Aquí hubo terrorismo de Estado. Nada de intentar barrer bajo la alfombra.  Porque aun cuando así fuera estarán de seguro – entre otros-  los poetas para enhebrar el dolor y la memoria  y hacer hablar  hasta las piedras.

 

Mucha razón tenía Bartolomé de las Casas, ese gran  misionero por excelencia, cuando expresaba: “  Porque la maldad no se cura sino con decirla, y hay mucha maldad que decir, y la estoy poniendo en latín y en castellano donde no me la pueda negar nadie”.  El derecho a la memoria no prescribe. ¿Se enterarán de todo esto alguna vez y actuarán en consecuencia las elites de poder y la derecha de este país?.

 

Profesor PSAlvatb.UAH.

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