La actualización de una vieja entrevista del Dr. Rojas, el destacado intelectual de derecha, dejó la grande. Aunque ya sabemos que para este gobierno las declaraciones son sólo eso: palabras al viento, que no deben impedir ver el cuadro completo. Más, cuando ya no representan la vanguardista opinión actual del ministro. En todo caso, sinceremos las cosas: en este país campea la impunidad intelectual. Cualquier opinión es aceptable y, si causara algún problema, mañana se olvida.
Ahora bien, no podía esperarse más de Rojas un “Senior fellow” (¡sí, en inglés!) de la Fundación para el Progreso… o, en realidad, para el Retroceso: derechito al siglo XIX. Pero el inefable Piñera igual lo nombró, pues obviamente le debe haber dado plena confianza que perteneciera a la misma fundación darwinista social de Gerardito Varela: un tipo que ya sabemos es prenda de garantía. La torpeza política de nuestro inversionista-prófugo y su sed de poder le impulsó en su campaña a sellar un compromiso con la extrema derecha: fascistas, ultraconservadores religiosos y anarco-capitalistas. No le pidamos más a dicho personaje. No nació para grandezas, salvo si hablamos de sus cuentas en paraísos fiscales. Ni en su anterior presidencia, ni en ésta Piñera fue capaz de darse cuenta de que podía pasar a la historia como el fundador de una derecha liberal y democrática post dictadura. Si tal vez hubiera habido plata de por medio… mmmmmmm… tal vez. En fin, ya fue.
Todo mal. Esta derecha miserable cree que la doctrina y la consecuente juridicidad de los derechos humanos son de la izquierda. Claro, nunca han leído sus propias fuentes ideológicas de la Ilustración; creen que basta con saber teoría de precios ortodoxa: matemática en vez de latera prosa que defiende gobiernos del pueblo (aunque quedarían súper tranquilos si supieran que ese “pueblo” de los ilustrados se refería sólo a varones blancos propietarios). Para el grueso de nuestra triste derecha, lo que ordena Washington y la tradición clasista-rentista de nuestro siglo XIX bastan. ¡Renunciaron a la gloria de asumir su propia tradición! Esa que “inventó” en Occidente el estado de derecho y los derechos individuales. Esa que luego fue el cimiento para entender que la horrorosa experiencia fascista de mediados del siglo XX no debía repetirse jamás, y por eso se pensó y escribió una Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Pero, no le pidamos tanto a nuestra derecha. Si apenas leen el cuerpo D de El Mercurio.
Es esa derecha, de la cual Rojas es un excelente representante, la que clama que no es objetivo tomar en cuenta sólo del 11 de septiembre de 1973 en adelante. Dicen que hubo un contexto previo que provocó el Golpe y los crímenes de lesa humanidad que conllevó. En otras palabras, se refieren a la mitología de que los “guerrilleros” se lo merecían porque “no eran blancas palomas”. Sus secuestros, torturas, asesinatos y desaparecimientos quedan así explicados: sembraron vientos y cosecharon tempestades. Nuestra derecha no entiende, por ignorancia o mala fe, que los derecho humanos son… curiosamente… de todos los humanos.
No obstante, las afiebradas teorías del Plan Z y de los 30 mil y tantos guerrilleros extranjeros del ’73 no explican el drama de simples militantes, funcionarios públicos, ni de los chilenos comunes y corrientes cuyos derechos fueron violados por agentes del Estado en un plan sistemático de represión. ¡¿Y para qué hablar de niños?! Sí, los valientes soldados asesinaron a menores de edad también.
Más allá de la falsedad de dichas teorías, si se aceptara la fantasía de la “guerra interna” por la cual “eran ellos o nosotros”, se tornaría coherente violar una mujer si anda con mini y escote en un sitio eriazo o asesinar a la pareja que te engañó con otro hombre o es muy coqueta. El punto, para peor, es que enfrentamientos aislados nunca dieron cuenta de un real estado de guerra.
Lo de Rojas no es nuevo, ni un desliz de un bobalicón. Sus declaraciones no son una “salida de madre”. En Chile esa gente tiene un espacio “ganado” y hasta se los defiende usando la falacia de que su opinión está amparada por la libertad de expresión. Así de patético es nuestro país. Mentir descaradamente o vociferar discursos de odio por los medios de comunicación… ¡es un “derecho humano”! Fuera de la idiotez de dicha postura (perdonen la palabra, ¿pero qué otra se puede usar?), es irónico que los negadores de los derechos humanos se amparen en ellos para seguir enalteciendo esas negaciones a los derechos humanos. Un pésimo chiste.
Se sabe que la niña símbolo de esa postura es Patricia Maldonado. Pero, como señaló el actor Luis Gnecco en una entrevista, son los directivos de Megavisión quienes le deben una explicación al país. En todo caso, que por décadas no haya pasado nada con dicho oscuro personaje, habla más de Chile que de Megavisión. Maldonado seguirá en pantalla orgullosa por ser “consecuente” y ser una persona “que va de frente”. Igual de orgulloso estaba el “Mamo” Contreras.
Ese es Chile. Asumamos que no hemos llegado a esto… “esto” siempre ha estado ahí desde 1990. Hagámonos cargo.
En el último tiempo he querido enaltecer a las personas de derecha democrática que tengo el gusto de conocer. Pero, tristemente para el sistema democrático, al final de cuentas esa gente es mera desviación estándar del “sector”. Y específicamente en el gobierno son mera comparsa: Blumel explicando lo inexplicable es la prueba.
Chile da vergüenza. No ahora, hace décadas. Por supuesto que por nuestra triste derecha. Sin embargo, asimismo debemos hacernos cargo de nuestra responsabilidad. Porque gente como Rojas, Varela, Maldonado, J.A. Kast, la Familia Militar o el Movimiento Social Patriota no salieron de la nada. Insisto, hoy es Mauricio Rojas, pero lamentablemente su caso no es nada nuevo bajo el sol en esta copia pirata e infeliz del Edén.