Septiembre 20, 2024

Acusación Constitucional contra los miembros de la Sala que liberaron a cinco condenados de Punta Peuco

La separación de poderes sólo existe teóricamente, lo mismo ocurre con la igualdad antela ley y sus balances y contra-balances. Las democracias liberales son, cada día, más débiles, y los derechos humanos son pura literatura: los mandones se han apropiado del mundo (los Trump, los Putin, los Ortega, los Piñera Echeñique, los Macri, los Temer…). Los modelos de Maquiavelo, como César Borgia o Fernando VII eran màs finos y cultos que los modernos tiranos.

 

En la democracia chilena (¿podemos llamarla asì?) el único poder que tiene el Congreso es la acusación constitucional, que el redactor José Maza Fernández y el Presidente Arturo Alessandri concedieron a los antiguos partidarios del sistema parlamentario,  algunos liberales conservadores en la redacción de la constitución de 1925, (era la vieja teoría del juicio político, que venía desde la colonia, esta vez denominada Acusaciones Constitucionales, disimulada bajo causales legales, entre ellas, el incumplimiento de la Constitución y las Leyes, notable abandono de los deberes… ).

En este país de hipócritas los abogados disimulan el carácter jurídico acusaciones constitucionales usando jerga tribunalicia, llena de una serie de latinasgos.

En la historia de Chile las acusaciones constitucionales han sido juicios políticos, así los senadores se crean togados; si la oposición al gobierno de turno tiene mayoría en ambas Cámaras, puede aprobar una acusación contra uno o varios ministros o también contra otros funcionarios del Estado, entre ellos, altos oficiales del ejército, magistrados de los tribunales de justicia, intendentes y gobernadores.

A través de la historia ha sido difícil que la oposición tenga mayoría en ambas Cámaras, y para el Presidente de la República, los 2/3 del Senado, (sólo ocurrió una vez, paradójicamente, con el Parlamento Termal, nombrado por el mismo dictador Carlos Ibàñez del Campo, en las Termas de Chillàn; no cabe duda de que Arturo Alessandri fue el responsable de la “matanza del Seguro Obrero”, pero se salvó al contar con mayoría en el Senado).

A Carlos Ibáñez, en su segundo período, y a Salvador Allende, en ambos casos con minoría en ambas Cámaras, muy pocos ministros se salvaron de la aprobación de la acusación constitucional por parte del Senado.

Más que la acusación ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, (para algunos Estados tiene poco valor, por ejemplo, en el caso del indulto a Alberto Fujimori), me parece mucho más contundente una acusación constitucional contra los magistrados de la Corte Suprema que otorgaron la libertad condicional a reos condenados por crímenes de lesa humanidad, La causal jurídica es evidente: notable abandono de los deberes.

El gran jurista, el profesor Carlos Peña, rector de la UDP y, además, columnista “adorno” del Diario consagrado al dios de los comerciantes y ladrones, El Mercurio, (nombre del dios Mercurio de los romanos), en el artículo del domingo 5 de agosto distingue, con mucha lucidez, entre un delito común y el de lesa humanidad que, como su nombre lo indica, se comete contra toda la humanidad, y es imprescriptible.

Es preciso también distinguir entre el delito común y aquel que ejecuta el Estado que, por lógica, debiera proteger la vida de los ciudadanos y no arrebatársela. Los pensionistas de Punta Peuco fueron condenados por delitos de lesa humanidad y perpetraron crímenes de Estado.

Por mi parte, no perdonaré a los traidores de la Concertación por haber protegido y defendido al sátrapa Augusto Pinochet, que bien debió morir en una cárcel española y no en su cama, declarado con atraso mental por la justicia chilena, después de ser tratado con todas las consideraciones, que se les niega a los pobres de nuestro país.

Hablar de compasión para los fariseos de la Concertación es muy fácil y viste muy bien, pues pasan por gente generosa y caritativa. Estamos llenos de hipócritas que piden libertad para los criminales de Punta Peuco que, según ellos, se encuentran muy enfermos y viejos. Hasta algunos curas les celebran misas, en que los reos se golpean el pecho por cada comunista que lanzaron al mar. Al fin y al cabo, pedir perdón no tiene mayor complicación, pues se puede pronunciar la palabra de boca para afuera, pero en el fondo del alma siguen convencidos de que el único comunista bueno es el muerto.

La oposición, actualmente, tiene mayoría en amas Cámaras, y el instrumento de la acusación constitucional es fácil de llevar a cabo, pues basta sòlo diez firmas de diputados para presentarla, tener mayoría simple en ambas Cámaras y, en este caso, los ministros y voceros de Sebastián Piñera dicen tantas insensateces e insultan a los ciudadanos suponiendo que “son inversionistas en las Islas Vírgenes”, por consiguiente, no tienen huevos para distribuirlos en distintas canastas, como tampoco pueden jugar al dólar, al euro o a otras monedas. Ante la opinión pública, está regalado el acusarlos constitucionalmente.

 No somos golpistas y criminales como algunos de los democratacristianos y de la derecha, que usaron la estrategia de la acusación constitucional como instrumento de la llamada “estrategia de los mariscales rusos”, inventada por Claudio Orrego Vicuña, entonces, propongo que sigamos el camino de la payorìa parlamentaria, llamada “todos contra Ibáñez”, para no dejar pasar ningún proyecto reaccionario del gobierno de Pinera, en cambio. Aprobar los que se consensuen y favorezcan a los más pobres y, de esta manera, en la práctica, llevamos a cabo un parlamentarismo, ya que la Constitución actual es pétrea y irreformable.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

05/08/2018                   

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