Todos los gobiernos de Chile han tenido políticas clasistas, racistas y desastrosas en el tratamiento del pueblo mapuche: la Araucanía es la región más pobre del país, las empresas forestales destruyen la naturaleza; algunas veces, le devuelven a los pueblos originarios terrenos estériles, principalmente minifundios.
Poco se ha avanzado desde la llamada “pacificación de la Araucanía y baste investigar, así sea someramente, la época de los años 60 y 70 del siglo XIX para comprobar que los gobiernos liberales y la Prensa, en especial El Ferrocarril y El Mercurio, presentaban a peruanos y mapuches como pueblos bestiales e insensibilizados: a los primeros se les trataba de un pueblo “femenino”, que debía ser civilizado por el masculino ejército chileno; a los segundos, nuestros “héroes” los mostraban como hombres valientes que luego habían devenido en alcohólicos y decadentes. El plagiario historiador de El Piduco, Francisco Antonio Encina, decía que la cultura, idioma e idiosincrasia del pueblo mapuche era muy inferior a los demás indígenas de otros países.
Los poderes públicos han tratado miserablemente a los mapuches, con desprecio y brutalidad, propios de la “Beocia” de América Latina. Nuestras políticas hacia los pueblos indígenas son lo contrario de la de Canadá, Nueva Zelanda, Australia, incluso, a las de Colombia. Cuando Chile era una república y no este marasmo neoliberal actual hubo, al menos, nueve diputados, (conocí, en mi niñez, a Venancio Coyopan, líder conservador de los años 50), y hoy, en su propio país no hay representes de sus etnias en el Congreso, y sólo se les ha permitido la elección de algunos alcaldes.
La mayoría de los mapuches actualmente viven en Santiago y no en su tierra de origen, con la consiguiente aculturización. En un país civilizado y no idiotizado se valorizarían las culturas de los pueblos originarios, sobre todo, su historia, su idioma y su religión. Sólo en Chile el poder judicial se puede dar el lujo de irrespetar la categoría de líder espiritual del Machi Celestino Córdova. Los chilenos, inmigrantes en su mayoría, “se han hecho la América” a costa de los indígenas, y, además, se dan el lujo de despreciar a los pobres cuando un “santo” alcalde los quiere acoger en la comuna de Las Condes, en sus viviendas sociales, ( se les ha olvidado que sus abuelos venían con una mano por delante y otra por detrás antes de instalar “el almacén” de Patronato, y que ahora pertenece a los chinos). Con tanta fiesta entre esponsales, inauguraciones, seminarios y bendiciones, algunas por curas manoseadores de niños, y que encuentran más contundente el canapé que la hostia, llegaron a creerse oligarcas y hasta aristócratas, (por ejemplo, Adrónico Luksic se daba el lujo de autorizar préstamos de ingentes sumas de dinero a Natalia Compagnón).
En la Araucanía son tan víctimas los mapuches como los colonos: el Machi Celestino Córdova ha sido acusado injustamente y, para más remate, en un juicio exprés, en que se le aplicó la lay liberticida, la antiterrorista, que no responde a ningún estándar de ningún país civilizado. El Machi Córdova sólo ha solicitado renovar sus votos religiosos en el Rewe, en su localidad, petición que le había sido negada por los gobiernos chilenos pretextando que gendarmería no disponía del personal suficiente para custodiarlo. En esta oportunidad, gracias a la generosidad de uno de los hijos del Luchsinger Mc Kay y la buena gestión del ministro Alfredo Moreno, fue posible que él concurriera a esta ceremonia religiosa, muy importante para la salud espiritual y física del Machi.
Si no fuéramos un país de gente tan ignorante, entenderíamos que la cultura mapuche responde a principios holísticos, que no tienen nada que ver con el razonamiento de Sócrates y Descartes, a quienes Nietzsche despreciaba, y con razón en su libro El origen de la tragedia, en el cual presentaba el pensamiento socrático como la antítesis de la cultura dionisiaca.
Celestino Córdova, después de cien días de huelga de hambre seca, ha decidido poner fin a este acto de protesta, aunque sólo sea un gesto, es un paso positivo en el hasta ahora insoluble problema mapuche, a causa de voluntad política de gobiernos discriminadores e inútiles.
Para enfrentar, de una vez por todas, el conflicto entre el Estado de Chile y el pueblo mapuche debiera, en primer lugar, darse una discriminación positiva en favor de los pueblos originarios, en el sentido de asegurar una representación en los distintos poderes del Estado; en segundo lugar, una declaración de Chile por la cual se declare un país multicultural y multilingûìstico; en tercer lugar, el reconocimiento de los Consejos Indígenas; en cuarto lugar, la aplicación plena de los Acuerdos de la OIT; en quinto lugar, el respecto integral a la cultura mapuche; en sexto lugar prescindir de uso y abuso de los pueblos originarios para la entretención de turistas bobalicones; en séptimo lugar, la desmilitarización de la Araucanía; en octavo lugar, aplicar una justicia especial en favor del pueblo mapuche; en noveno lugar, la declaración de genocida a Cornelio Saavedra y al ejército chileno, que participó en la llamada “Pacificación de la Araucanía”; en décimo lugar, hacer obligatoria la enseñanza del idioma mapuche en las escuelas de la Araucanía, decimo primer lugar, borrar de los textos escolares las mentiras contenidas en ellos respecto al pueblo mapuche; en décimo segundo lugar, reconocer al pueblo mapuche como una nación y la Araucanía, como una nación autónoma; en décimo tercer lugar, reconocer, asimismo, la independencia de la Isla de Pascua ; en décimo cuarto lugar, impedir la instalación de cualquier empresa y/o industria sin la autorización de los pueblos indígenas; en décimo quinto lugar, un estudio conjunto sobre los títulos de propiedad de las tierras; en décimo sexto lugar, una política de protección a los colonos, que son tan afectados como los mapuches.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
30/07/2018