Noviembre 15, 2024

El 1 julio de este año se inició el comienzo del fin del desgarramiento cultural de México

Samuel P Huntington define a un país culturalmente desgarrado, como aquel que ha decidido abandonar su cultura original y ha optado por anexarse a otra cultura o civilización que se considera más desarrollada. Después de discutir y analizar varios países desgarrados, entre los que se incluye a Rusia, Turquía, Australia y México; Huntington concluye que lamentablemente este dificultoso y gigantesco cambio cultural invariablemente termina en un rotundo y catastrófico fracaso.[i]

 

 

         En teoría para que un país desgarrado cambie con éxito su identidad cultural, se debe cumplir a cabalidad con al menos tres requisitos esenciales. En primer lugar, la elite política, económica y cultural que dirige, controla y explota al país en transición, debe ser fanáticamente partidaria y entusiasta del programado cambio civilizacional. La elite dirigente debe estar absolutamente consciente y convencida que el cambio le traerá enormes beneficios para ella y que también este cambio consolidará poderosamente el control que la elite posee sobre las masas populares. En segundo lugar, las masas populares deben ser adecuadamente manipuladas y concientizadas para que ellas consientan pacíficamente con la redefinición de su identidad cultural. La elite debe ser capaz de crear una sólida “falsa conciencia” en las masas populares y así ellas efectivamente se convencen de que el cambio que se les promete será beneficioso para todos. En tercer lugar, la clase dominante de la civilización a la que se aspira ingresar debe estar bien dispuesta a acoger, aceptar y recibir al país converso.  La elite de la civilización receptora debe entender que el nuevo miembro les aportará enormes riquezas y beneficios y que estos atributos efectivamente fortalecerán a la civilización receptora y la pondrán en un plano de superioridad real con respecto a las otras civilizaciones existentes. No obstante, la clase dirigente de la civilización receptora debe comprender que este proceso de redefinición e identidad cultural es complicado, prolongado y difícil en todos sus planos. En otras palabras, los problemas políticos, económicos, sociales, institucionales y culturales; surgirán por todos lados. Es por todo esto que la elite receptora, debe estar dispuesta a hacer grandes sacrificios para así facilitar el difícil proceso de cambio civilizacional del país en proceso de transición.

         No obstante todo esto, la historia de los últimos milenios claramente demuestra que este difícil proceso de cambio cultural, invariablemente termina en un rotundo fracaso. La historia de dichos fenómenos enseña con absoluta claridad que no existe ni un solo ejemplo de cambio civilizacional que haya sido verdaderamente exitoso. El país que decide olvidar a sus ancestros originales y a su cultura y, al mismo tiempo decide adoptar nuevos parientes y nuevos valores, nunca ha tenido éxito. Más temprano que tarde el país en proceso de cambio cultural invariablemente se transforma en un país socialmente desgarrado. Nunca es capaz de olvidar su cultura original y tampoco logra adaptarse con éxito a la nueva cultura a la cual aspira pertenecer. Este fenómeno así crea una situación de aguda anomía que invariablemente termina creando una corrupción social generalizada. La corrupción y criminalidad como un mortal cáncer, se apodera de todos los estratos sociales. El país cae en un largo periodo de agonía social, de guerra generalizada de todos contra todos. Si no se reacciona a tiempo, la sociedad termina por desaparecer como comunidad organizada. El país se debilita a tal extremo que invariablemente cae en el estado de colonia de la potencia dominante de la civilización a la que trató de entrar pero que fracasó en dicho intento.

         México se convirtió en un país desgarrado en los años 80 del siglo XX. Antes de esa fecha, el país tenía una sólida cultura claramente no occidental. Esto lo han afirmado y escrito cientos de intelectuales mexicanos, entre ellos el filósofo Octavio Paz, que es uno de los más destacados y conocidos. [ii]

         Huntington agrega que “Tras casi dos siglos de definirse como un país latinoamericano, en oposición a los Estados Unidos, los líderes de México de los años 80 convirtieron a su país en un país desgarrado al intentar redefinirlo como una sociedad norteamericana” [iii]

         En el siglo XIX, México, así como el Imperio Otomano, fue desmembrado por manos occidentales, en este caso por los Estados Unidos, donde este país le quitó la mitad de su territorio. En la segunda y tercera década del siglo XX, México experimentó una exitosa revolución violenta y esta definió el nuevo fundamento de la identidad nacional. Se creó un nuevo sistema político, nacionalista, populista y unipartidista. En México, la revolución aceptó la incorporación y adaptación de algunos elementos de la cultura occidental. Todo esto generó, sin embargo, un nuevo nacionalismo diametralmente opuesto al modelo capitalista estadounidense y a la democracia occidental. Así México intentó definirse en oposición a Estados Unidos. De los años 30 a los años 80 del siglo pasado, los líderes nacionalistas y populistas de México, implementaron una política exterior, contraria a los intereses estadounidenses. Junto con los nuevos líderes cubanos, los mexicanos lucharon por oponerse a las ambiciones hegemónicas de los Estados Unidos en América Latina.

         No obstante, en los fatídicos años 80 del siglo XX, todo esto cambió. El presidente, Miguel de la Madrid, adoptó políticas rastreramente pro estadounidenses, y su sucesor Carlos Salinas, posteriormente expandió estas nefastas y traicioneras tendencias. Esto significó una verdadera redefinición cultural en gran escala y estos dos presidentes, efectivamente cambiaron la identidad mexicana. Salinas fue el líder que traicioneramente hizo el esfuerzo más importante para anular radicalmente los objetivos principales de la revolución mexicana iniciada en 1910. Salinas usando métodos totalitarios, y a sangre y fuego, destruyó el nacionalismo mexicano y en su reemplazo creó un corrupto nuevo sistema neoliberal. Es preciso clarificar que este nuevo neoliberalismo impuesto por Salinas no tiene nada que ver con los rigurosos principios éticos elaborados siglos atrás por Lutero y Calvino. Tampoco tiene nada que ver con los principios éticos analizados por Adam Smith, De Tocqueville, Max Weber, David McClelland, Claudio Veliz, Landes y muchos otros. El tipo de neoliberalismo importado por Salinas es el tipo de capitalismo salvaje y primitivo criticado por los autores verdaderamente liberales. Aquí la ganancia a toda costa, sin importar los medios a ser utilizados, pasó a ser el modelo neoliberal, corrupto, depredador y altamente pernicioso que Salinas le impuso a México.  Los métodos autoritarios utilizados para implementar este capitalismo salvaje fueron muy parecidos a los que utilizó Pinochet en Chile. Toda esta brutalidad terminó por matar el autocontrol y así la democracia política dejo de existir en México.

         Estas decisiones de imponer por la fuerza un neoliberalismo corrupto y despiadado, fue ampliamente compartido por las elites políticas y económicas que se apoderaron de la economía y sociedad mexicana. Una vez más, aquí se repite el caso chileno. Todos los miembros de esta nueva y corrupta elite antirrevolucionaria habían sido educadas en los Estados Unidos. Salinas redujo la inflación, subiendo las tasas de interés y ello empobreció significativamente a la mayoría de los mexicanos.  Por lo tanto, el costo mayor del cambio cultural impuesto fue pagado por las masas populares. Salinas destruyó el Estado productor y el estado de bienestar al privatizar un enorme número de empresas estatales y de instituciones públicas trabajando en el área de la salud y la previsión social. Al mismo tiempo fomentó el ingreso de inversiones extrajeras, particularmente estadounidenses, dándoles todo tipo de garantías para explotar sin compasión a trabajadores y campesinos. Salinas redujo los aranceles e impuestos a los ricos, y también redujo los servicios y las subvenciones a los pobres, reestructuró la deuda externa, atacó y destruyó el poder de los sindicatos obreros, aumento la productividad laboral con medidas muy parecidas a la explotación esclava. Finalmente introdujo a México en los acuerdos de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá. Con todo esto terminó por arruinar las actividades agrícolas e industriales desarrolladas por cooperativas de artesanos y campesinos.[iv]

         La narración que hace Huntington sobre el caso mexicano es una copia fiel y exacta de lo que hicieron los militares en Chile con la asesoría de profesores de la Universidad Católica de Chile. Este es el modelo inventado en la Universidad de Chicago y que se trató de implantar en toda América Latina en las últimas tres décadas del siglo XX bajo la supervisión y tutela del Banco Mundial, el Fondo Monetario y la embajada de los Estados Unidos de América.

         En México, la idea principal era cambiar un país con cultura latinoamericana a un país altamente productivo y con cultura anglosajona. Todo este enorme cambio fue fríamente calculado y esta no fue una elección inevitable.  México podía haber mantenido su trayectoria populista, nacionalista, proteccionista y antiestadounidense. Todo esto fue la conducta que México siguió por varias décadas después de la revolución de 1910. A la alternativa de NAFTA, los nuevos líderes neoliberales mexicanos, podrían haber intentado crear una asociación con otros países latinoamericanos y también con España y Portugal. Es decir, una gran liga de naciones iberoamericanas y con un gran mercado común para toda América Latina. Desgraciadamente todo esto fue rechazado y en su lugar se adoptó la decisión de transformar a los mexicanos en los anglosajones de América Latina. Esta estúpida y absurda decisión fue fuertemente apoyada por todos los sectores acomodados de México; particularmente su elite económica, su elite política y sus líderes culturales y religiosos. Esta fue una traición cultural masiva de parte de las clases dirigentes mexicanas. Esta traición cultural fue enormemente facilitada por la elite estadounidense. Particularmente la elite cosmopolita, globalizante y neoliberal dirigiendo al partido demócrata. Este partido, como compensación a la enorme traición que la elite mexicana había hecho a su credo revolucionario, decidió abrir las puertas de los Estados Unidos a la inmigración masiva de los mexicanos a territorio estadounidense. Esto fue apoyado por la elite empresarial estadounidense que astutamente calculó que ahora podía disponer de millones de emigrantes como mano de obra barata. Con esta avalancha de trabajo casi regalado, se podían controlar las demandas de los sindicatos estadounidenses y así se podrían rebajar sustancialmente los salarios de la clase obrera y clase media norteamericana que ya se consideraban como los más altos del planeta. A todo esto hay que agregar el hecho de  que miles de fábricas estadounidenses simultáneamente se trasladaron a territorio mexicano y esto con el fin de aprovechar la abundantísima mano de obra  barata   que estaba dispuesta a trabajar por un par de dólares el día. De esta manera los ricos de Estados Unidos y de México, lograron hacer un gigantesco negocio. Ambas elites, lograron explotar inteligentemente a sus respectivos pueblos. Es preciso reconocer que esta idea diabólica y genial fue elaborada en la Universidad de Chicago y el profesor Milton Friedman fue uno de sus genios creadores. [v]

         Sin embargo, lentamente las masas mexicanas se empezaron a dar cuenta que habían sido brutalmente engañadas y que ellos no habían ganado nada con los gigantescos cambios culturales realizados por la elite neoliberal mexicana. Además, ellos jamás fueron consultados democráticamente sobre la realización de dichos cambios. Todas las transformaciones neoliberales fueron impuestas por la fuerza bruta de un Estado que ya no era revolucionario, sino que sirviente del neoliberalismo. En parte, como consecuencia de todo esto, estalló la rebelión de Chiapas. Estos fueron unos pocos miles de guerrilleros luchando en el sur de México y que no pusieron en peligro la norteamericanización de México. No obstante, esta rebelión frustrada, produjo una gran reacción de silenciosa solidaridad que despertó la conciencia de muchos intelectuales, periodistas, y líderes de opinión pública. Todo esto claramente indicaba que el proceso de occidentalización de México empezaba a tropezar y la resistencia a las políticas antinacionales eran cada vez mayores de sectores de la elite y por supuesto de casi la totalidad del pueblo mexicano. [vi]

 

         Hoy día, 25 años después de que Huntington escribiera sus dudas, reservas y preocupaciones sobre el proceso de cambio civilizacional en México, la respuesta está más que clara.  El primero de julio de este año, el pueblo mexicano, en elecciones limpias y con una aplastante mayoría del 53% de los votos emitidos, ha decidido que la ruta tomada hace 25 años atrás, era un camino equivocado y en él era imposible llegar a la tierra prometida. El fatal intento de llegar a ser lo que no se quiere ser, ha creado una sociedad caótica. No hay cohesión social, no hay seguridad ciudadana y sí hay una verdadera guerra civil en cámara lenta y que se ha desatado por todos lados donde diariamente mueren cientos de ciudadanos asesinados por criminales interesados en conseguir dinero a cualquier costo. Esta tragedia nacional no puede continuar. México se ha convertido en un enorme grupo humano donde unos pocos y corruptos empresarios compran a políticos, jueces y burócratas. Ellos gobiernan sin ningún control sobre las grandes mayorías. Hoy día, México debe ser uno de los países más peligrosos y corruptos del planeta. Esta gravísima enfermedad social pone en peligro la existencia misma de la nación, su Estado y su pueblo.

         La occidentalización de México seguramente pasará a la historia como uno de los proyectos políticos más estúpidos que se le ha ocurrido a la especie humana. México es un país mestizo y latinoamericano, y el experimento iniciado hace unas décadas atrás ha creado un monstruo tipo Frankenstein y que se hace preciso eliminarlo lo antes posible. Huntington tenía toda la razón. El monstruo estaba destinado a fracasar y eso fue lo que efectivamente ocurrió. Ninguna sociedad puede cambiar sus valores y cultura y luego esperar que no se produzcan resultados catastróficos. Todos los países desgarrados del planeta han terminado en un rotundo fracaso; y todos aquellos que se han logrado salvar de ésta grave crisis, lo han hecho gracias a que la diosa fortuna los ha dotado de líderes sobresalientes, astutos como la zorra, valientes como el león y sabios como los mejores filósofos. Esto lo reconoció Maquiavelo hace ya medio milenio atrás. Y sus análisis y conclusiones siguen siendo válidas hoy día. Maquiavelo se refiere al líder todopoderoso que surge en el peor momento de la tormenta, toma el timón y gracias a su coraje, inteligencia y fortaleza logra llevar al barco a puerto seguro. Este es el super líder que convence a la mayoría que las cosas tienen que cambiar y cuando esto ocurre las cosas efectivamente cambian. Naturalmente, las dificultades son enormes, y los únicos líderes que han tenido éxito son aquellos que gracias a su valor, ejemplo y tenacidad han podido movilizar a sus pueblos.

         Rusia resolvió el problema de país desgarrado, cuando ya hace muchos años atrás, eligió al presidente Putin y este, gracias a su trabajo exitoso, ha sido reelegido ya varias veces. Rusia, cuando adoptó el neoliberalismo, casi termina en el cementerio de las sociedades caducas, pero Putin con increíble fortaleza enderezó las raíces, los troncos y las ramas torcidas y hoy día Rusia es nuevamente una super potencia mundial.

         Turquía es otro país desgarrado que también ha sido salvado por otro gran líder. Recep Tayyip Erdoğan ha sido presidente ya varias veces y recientemente fue nuevamente reelecto. Turquía ya no es un país desgarrado y ha decidido volver a su civilización islámica. Europa y la comunidad europea ya no pueden exigirle nada a Turquía. Por el contrario, es Europa el que está en gravísimos problemas existenciales y ahí como en todas partes, el corrupto neoliberalismo ha producido el nacimiento de una gran cantidad de países populistas, nacionalistas y antineoliberales.

         Por su parte, China resolvió su problema de país desgarrado, cuando desde Mao hasta el presidente Yi han dejado más que claro que China pertenece a la civilización cínica, y a los valores confusionistas mezclados con la ideología comunista. El control del país está en manos de un líder super poderoso que no abandonará su puesto hasta que transforme a China en la primera potencia del planeta. El ejemplo de Rusia, Turquía y China ha sido seguido por muchos países. El último en utilizar dicho modelo ha sido el primer ministro de la India Narendra Modi. Este gobernante tiene hoy en día más poder que todos sus antecesores, y este poder está siendo utilizado para hacer salir a su país del subdesarrollo que aún no ha podido ser derrotado.

         Todos estos exitosos modelos de reparación, convalecencia y curación son ejemplos más que claros que señalan la ruta que México debe ahora seguir. Pero no es sólo México el que debe de sanar sus heridas culturales. En realidad, es casi toda América Latina la que tiene que emprender una tarea de regeneración. Los únicos países latinoamericanos que tienen muy clara su identidad civilizacional son Cuba, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Bolivia y Uruguay. Todo el resto incluyendo Guatemala, Honduras, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Guyana, Paraguay, Argentina, y Chile; tienen una enorme tarea por delante.

         Al igual que México en los años 80, gran parte de América Latina, cayeron en las garras del cambio cultural y todos trataron de adoptar el neoliberalismo como la única ruta para llegar a la tierra prometida. Todos ellos, de la misma forma como ya lo ha hecho México, tienen la obligación de analizar con mucho cuidado, el gigantesco error que han cometido. Es necesario empezar a diseñar planes y programas para empezar a curar las enormes heridas y catastróficos desgarros que en los últimos 30 años han sufrido las sociedades latinoamericanas.

         La diosa fortuna ha hecho que Estados Unidos haya caído bajo el gobierno de un presidente que a pesar de su peculiar idiosincrasia parece ser un hombre bien intencionado y que entiende las prioridades de su pueblo. Reconoce con sabiduría que su gran país, en las últimas décadas se ha sobre extendido y ha gastado enormes recursos en mantener un caduco orden mundial que ya dejó de ser apropiado para resolver los problemas contemporáneos. El presidente Trump sabe que imperios que no han sido capaces de controlar sus ambiciones, invariablemente son atacados y destruidos por las leyes de la historia. Trump sabe que la civilización occidental ya lleva más de 100 años de decadencia continua.  También sabe que tratar de controlar un mundo como el que existía antes de 1914, hoy día es una tarea absurda e imposible. El intentar este esfuerzo, arruinaría sin duda a aquella potencia que intentara conseguir este imposible objetivo. Es por todo esto que, en el actual mundo multipolar, lo que Estados Unidos puede efectivamente hacer es consolidar sus pérdidas de los últimos años y retirarse tan pronto como le sea posible a sus límites continentales en la América del Norte. Ahí tiene la protección de cuatro enormes océanos que ningún hegemón regional o grupo de hegemones regionales tiene hoy día la capacidad para iniciar una invasión destinada a conquistar a los Estados Unidos.

         La seguridad de los Estados Unidos y la consolidación de las hegemonías regionales de Eurasia ha creado una situación benigna que la diosa fortuna le esta ofreciendo a los países latinoamericanos. Hoy existe la oportunidad de que Brasil, pronto elija a un líder populista y nacionalista y éste, junto al nuevo líder de México, pueden tomar la codirección y liderazgo de la emergente civilización latinoamericana. Con sistemas nacionalistas, populistas y férreamente organizados política y militarmente, tal como la organización que hoy día tiene Rusia, China, Turquía e Irán; las gigantescas tareas del desarrollo socioeconómico pueden ser hoy exitosamente realizados y de esta forma Latinoamérica podría por fin alcanzar el nivel de desarrollo político, económico y social que se merece.

 

F. Duque Ph. D

Cientista Político

Puerto Montt, 3 de julio de 2018

 

 


[i]Samuel P. Huntington El Choque de Civilizaciones y la Reconfiguración del Orden Mundial

Ediciones Paidós. Buenos Aires, 1997 págs. 159 – 183

[ii]Según Octavio Paz “El núcleo cultural de México es indio y no es para nada europeo”. Paz señala con mucha documentación que entre los valores indios se destacan una potente asociatividad colectiva. Lo importante no es el individuo, lo relevante es la colectividad. Los valores relacionados con la cooperación, la amistad, la asociatividad y el bien común, son aquí de una importancia fundamental. La familia, la tribu, la nación y el Estado son las instituciones más importantes y ellas se deben proteger a toda costa. Aquí el individuo y sus necesidades son absolutamente secundarias. Ver Octavio Paz “The Border of Time” Entrevista realizada por Natham Gardels en New Perspectives Quarterly N°8 Winter, 1991 pg. 36

[iii]Huntington, El Choque de Civilizacionesob., cit., pg. 164

[iv]Ibidem. Pg. 176 – 177

[v]Ibid. Pg. 178

[vi]Ibid. Pg 179

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