Comandos de Carabineros entrenados por una policía corrupta que ha sido sistemáticamente acusada de torturas, asesinatos, detenciones fuera de la ley, tráfico de drogas, redes de prostitución, entre otras linduras, se encargarán en palabras del inepto presidente Piñera, de imponer la paz en territorio mapuche.
La policía colombiana ha hecho sus mejores experiencias en las circunstancias de un país azotado por una larga guerra civil, en el que el narcotráfico se ha tomado bastas zonas, en donde campean las bandas armadas organizadas.
Sin ir más lejos, en ese país a escasos días de las elecciones, han sido asesinados más de cien candidatos.
Comandos entrenados para esas condiciones nada tienen que hacer en una región azotada por la miseria que dejan las plantaciones forestales, la voracidad de los latifundistas, el racismo de los poderosos y la ignorancia que siembra una enorme cantidad de iglesias que se dan cita en esa región para cristianizar al indio.
En el sur no hay fuerzas beligerantes ni bandas armadas ni mucho menos terrorismo. Nada justifica que un grupo de policías militarizados desplieguen en esos territorios asolados por el racismo, el clasismo y una supina ignorancia, sus armas y tecnología de guerra que jamás ha sido un aporte a la paz.
Es notable la falta de pericia política del actual director de Carabineros, más bien su ignorancia. Y la torpeza presidencial asciende a limites impensados al militarizar aún más una zona que solo requiere de soluciones políticas.
De sobre se nota que al general le pican las manos por deshacerse del conflicto mapuche por la vía de deshacerse del mapuche.
Carabineros no ha sido capaz de colaborar eficientemente para destrabar un conflicto más que centenario. Al contrario, sus audacias en la zona se han limitado a la incursión cobarde a comunidades pacíficas, elaboración de montajes para justificar el procesamiento y la represión al mapuche, cuando no al asesinato aleve de gente de la tierra.
Incapaces de desplegar un eficiente control policial, ha debido hacer el soberano ridículo mediante supuestos programas espías desarrollados por sujetos de dudosa capacidad intelectual y nula honestidad, que solo buscaban idear montajes para culpar a gente inocente.
Los servicios de inteligencia de Carabineros se han demostrado como un grupo de oficiales y suboficiales sin ninguna competencia para el cometido por el cual el Estado les paga no poco sueldo.
Si Carabineros viene siendo cuestionado sistemáticamente por numerosos casos de abusos, torturas, detenciones ilegales, ejecuciones sumarias y no hay semana en que no nos enteremos de robos de proporciones históricas cometidos por oficiales de bota chantilly y sable brillante, ¿qué se puede esperar ahora que un grupo no despreciable de uniformados fue formado por una policía cuestionada en aspectos tan fundamentales como la violación sistemática de los derechos humanos?
El comando policial no es el camino. La militarización no es sino una respuesta que intenta dejar tranquilo a los fascistas que añoran los vuelos a alta mar, las fosas clandestinas, los crematorios y salas de tortura de Villa Grimaldi, la Caravana de la Muerte y los centros de exterminio de la precordillera santiaguina.
La militarización de los territorios mapuche jamás ha sido una solución a la barbarie que ha impulsado el estado chileno prácticamente desde su fundación.
Esta nueva pacificación deberá cobrar sus propias víctimas tal como lo hizo a partir del año 1861 las huestes de Cornelio Saavedra y posteriormente de Gregorio Urrutia, militares genocidas cuyo número de víctimas jamás se conoció.
La brutalidad policial con su postítulo en las selvas colombianas solo traerá sufrimiento y la extensión de un conflicto que no lo resuelve ni los drones ni las tanquetas.
Sebastián Piñera se muestra en toda su mediocridad como el adalid de la ultraderecha chilena, una de las más crueles del mundo, que resuelve todo por medio de la violencia. Esa miopía política tarde o temprano le pasará la cuenta.
Misma cuenta que la historia deberá pasar a Aylwin, Lagos, Frei y Bachelet, quienes no tuvieron el valor suficiente para haber siquiera intentado resolver un conflicto de hondas y complejas raíces en la historia chilena.