El aparato institucional (estatal) tiende a monopolizar la vida política y eso es imposible porque la vida política existe en toda la sociedad, ahí donde hay relaciones de poder. Es lo que ha puesto en la vitrina política el accionar del movimiento feminista.
Y el juego político productor de leyes entre el poder ejecutivo y el legislativo es acotado por la Constitución del 80, que bien sabemos articula el orden hegemónico salido de la dictadura. Por eso mismo es de actualidad la lucha por una Asamblea Constituyente.
De ahí que cuando el esperpento pinochetista Gonzalo Rojas habla de las leyes o de las instituciones de la “República” en sus columnas mercuriales, el también académico e historiador de la Pontificia Universidad Católica nunca dirá que la “Carta Fundamental” es de origen antidemocrático.
Por su lado, el poder ejecutivo (la presidencia de Piñera) teme agitar el ambiente y es por eso que perturba el juego legal, o lo “estanca”. Porque todos los proyectos de ley viniendo de Piñera y su equipo ministerial tendrán un sello ideológico, de clase y de intereses por mucho que se recubran de esa retórica legalista de la República, de la “colaboración” y del “consenso” de Gonzalo Blumel (Secretario General de la Presidencia). Y es fácil demostrarlo. Basta con querer hacerlo.
Claro, todas las medidas de un gobierno de la oligarquía empresarial se enmarcan en el discurso de la hegemonía del neoliberalismo y huelen a derecha rancia, a valores conservadores y a intereses económicos prosaicos.
Las leyes no son neutras. Lo hemos visto: pueden favorecer o no la lucha contra la corrupción por ejemplo. Entonces, la tarea de una fuerza política opositora nueva es primero no enredarse y caer en la faramalla propia del cretinismo parlamentario. Segundo, la función de una fuerza política renovadora es más bien revelar los intereses de clase, patriarcales, neoliberales, antiecologistas y de poder que se esconden y aparecen como “normales” en proyectos de leyes de apariencia anodinos y significárselos a las mayorías populares (como la decisión del gobierno de designar una nueva miembro de la corte Suprema que es antiaborto).
Tercero. Cae de cajón que en el estrecho juego parlamentario cabe proponer otras leyes de “urgencia”, pero ciudadanas; que se opongan a las leyes propuestas por el ejecutivo y las fuerzas oficialistas y también a las de lo de la llamada centro-izquierda en apariencia “duros” que negocian u obstruyen, en la típica guerrilla parlamentaria con la cual justifican su emolumentos de privilegiados. Y cuarto, sólo si ha lugar hacer bloque con éstos en propuestas puntuales de corte antineoliberal, democráticas, laborales, ecologistas y feministas. Así se hace avanzar un proyecto de gobierno y se conquistan apoyos en la ciudadanía. Haciendo prueba de osadía legislativa y de capacidad explicativa y no con actitudes timoratas.
Es el juego de siempre … Pero los cambios, su impulso constructor vienen siempre de afuera de ese estrecho juego acotado entre poderes del Estado y constitucionalmente regulados (¡por el TC además!). El ímpetu transformador viene de los movimientos sociales en lucha. Es lo propio de las nuevas izquierdas reconocerlo. Y es el temor de las derechas y de las centro izquierdas institucionalizadas que reman para atrás que así sea. Temen el desborde.
Obvio, es la táctica de Piñera-Blumel-Larroulet: dilatar el juego legislativo para estratégicamente conservar lo existente. Para no levantar polémica. Puesto que la armazón jurídico política en Chile y el poder económico les conviene tal cual están. Todas las ganancias, rentas y utilidades de los ultra ricos aumentan. Las de las Isapres, AFP, empresas mineras, Bancos, grandes cadenas de retails … etc.
Es el mismo entramado jurídico político sobre el modelo neoliberal que la concertación-NM nunca cambió porque se metió a jugar en la cancha de los ricos y poderosos. Tal cual lo previó Jaime Guzmán el ideólogo pinochetista de la UDI. De ahí que hablar de “infancia” en una comisión de Piñera para incautos implica no plantearse las condiciones sociales de desarrollo específico de lo que define la infancia, es decir el ingreso salarial de las familias chilenas, sus condiciones de salud, vivienda, pensiones y educación. La ideología y la gobernanza neoliberal fragmentan la realidad social.
Y sabemos que esos problemas no se resuelven aumentando el presupuesto al Sename, por ejemplo (que hay que hacerlo además). Ni la “modernización del Estado” se hace manteniendo cuerpos policiales corruptos y entrenándolos en territorios violentos en la lucha contra el pueblo mapuche donde el adoctrinamiento al cual son sometidas las tropas de carabineros construirá la percepción del “comunero terrorista”.
Escrito por Leopoldo Lavín Mujica