Europa le acaba de meter la primera gran hostia al Gobierno buenista y buenorrista de Pedro Sánchez. Víspera de hoy, la belle-dame-sans-merci Emmanuel Macron se reunió con kaiser Angela Merkel en un bello palacete de Meseberg, afueras de Berlín, para tomar el té, cotillear y preparar entre los dos la próxima cumbre europea. Tras tratar varios asuntos importantes y de muy reposado secreto intelectual, ambos mandatarios dedicaron un par de segundos al incómodo tema de las migraciones, hoy día alentado por el remero Pedro Sánchez, que quiere incluir pateras como el Aquarius en nuestras deliciosas regatas mediterráneas, para molestia del Bribón de Juan Carlos I y del Sirius V de Felipe VI, entre otras notables y mucho mejor equipadas embarcaciones.
A los verdaderos amantes del arte de la vela esta política inclusiva les parece una provocación, y preparan una concentración de bermudas blancas y lacostes en Marbella para exigir al Gobierno la derogación del permiso de navegación a las sucias pateras en el Mediterráneo. Pensaban manifestarse a las puertas del Congreso, pero las calores veraniegas y la lejanía del mar lo hicieron inviable.
Al parecer, esta razonable exigencia de los más perfumados regatistas internacionales ha sido atendida por Merkel y Macron. En el citado palacete de Meseberg, afueras de Berlín, donde se reunieron el martes para tomar el té, también acordaron que los pilotos y tripulantes de estas competitivas pateras no puedan pedir asilo en país europeo distinto al que desembarcaron. O sea, que si un patero perseguido en su país arriba cual Ulises en la hoy xenófoba Italia, no será protegido por Europa. Italia se tendrá que hacer cargo de él. No tendrá derecho a pedir ayuda a los españoles, ni a los alemanes, ni a los franceses, ni a los portugueses, por mucho que su causa sea la más justa. Qué frontera más alta, la de la burocracia. Esa sí que no se puede saltar.
Una sugerencia tan bestia como la que acabamos de escuchar de Merkel y Macron solo se entiende como respuesta al gesto del Gobierno de Pedro Sánchez de traerse al Aquarius a España. En lugar de sancionar a Italia, de amenazarla con su expulsión de aquello llamado UE, Europa responde a la crisis deshaciéndose del problema: los migrantes son patrimonio de tu costa, Pedrito: Europa no quiere saber nada de ellos. Sí, coño, esa Europa que te dije. La de la igualdad, la libertad y la fraternidad.
Supongo que aun existirá gente inteligente a la que esta respuesta de Merkel y Macron a la acogida del Aquarius en España le produzca una cierta eurofobia. Yo, personalmente, ya he sufrido algunos síntomas. Se trata, sencillamente, de una amenaza a aquellos países que, por razones humanitarias, decidan rescatar un barco: eso les obligará a hacerse cargo, solos, del destino de los migrantes. El sintagma unión europea goza de muy laxas interpretaciones.
Nunca mejor dicho, este acuerdo tácito de Merkel y de Macron es un aviso para navegantes que le da Europa a España, para que no lo vuelva a hacer, para que no vuelva a remar pateras humanitarias hacia nuestras costas. Sin criticar explícitamente la acción de nuestro gobierno, la sanciona con un recorte universal de derechos humanos: el derecho al asilo. El peor castigo que puede recibir una idea bondadosa es que la reviertan en un mayor daño hacia los que quisiste ayudar. Es lo que Macron y Merkel proponen: el próximo Aquarius te lo vas a comer tú solito. Uy. Qué inexplicable este ataque de eurofobia que me ha dado. Por favor, las sales. Junio 20, 2018
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*Aníbal Malvar es periodista y escritor. Su última novela es “La balada de los miserables” (Akal, 2012)