Noviembre 15, 2024

La Iglesia en pecado mortal

Todo el último tiempo la Iglesia chilena, apoyada por el Vaticano, ha repetido una especie de consigna para nominar los delitos de muchos de sus integrantes: “errores”.

No cometer más “errores”. Se compromete a que no se cometerán más “errores”.

 

 

Y ante los abusos de poder y de sexo ha pedido “perdón” y ha propuesto entre los suyos, es decir “el pueblo de Dios” (los que no son de la Iglesia no tienen Dios) “la reconciliación” entre los que no quisieron encontrar nunca “los abusos” y quienes los condenaron y pidieron justicia.

La verdad es que, bajo ninguna mirada o ideología -por miope o extraviada que sea- hubo “errores”.

Violar a un niño no es error. Violarlo, con el peso del poder y del poder divino, no es error. Conseguir protección y brindar encubrimiento ante ello, no es error.

Cuando es la institución la que permite la violación y el encubrimiento, y los abusadores son muchos, incluso de su cúpula, estamos frente a una organización que existe para delinquir, y esa institución, en una sociedad más o menos sana y en un estado de derecho de cualquier tipo, debe ser severamente sancionada.

Violar a cualquier persona humana, más aún a un niño indefenso y encubrirlo son gravísimos delitos. Quienes los realizan son delincuentes. Los curas chilenos involucrados son delincuentes. Así lo ve la justicia que, por medio de fiscales, ha allanado, por primera vez en nuestra historia, y encontrado y decomisado documentos en el Obispado de Rancagua y el Tribunal Eclesiástico adyacente a la Catedral de Santiago, allí donde se realiza el Te Deum. Para probar la delincuencia y posibilitar castigarla.

Quienes abusan reiteradamente de niños y jóvenes, en la forma en que al interior de la Iglesia se ha conocido, no sólo son delincuentes, son degenerados. Y degenerados peligrosos.

Hay que proponerse frente a ellos no sólo juicio y castigo sino, si es necesario, aislamiento y tratamiento riguroso. Son un peligro para la sociedad.

El trato que el Vaticano ha dado actualmente al asunto -reconociendo “errores”, buscando “la reconciliación” interior, pidiendo perdón reiteradamente a las víctimas, incluso aceptando que la justicia civil chilena haga lo suyo, apunta, no a hacer justicia sino a resarcirse de los daños que en feligresía o militancia ha tenido el conocimiento de sus delitos internos.

Hace un tiempo los católicos chilenos eran el 70% de nuestra sociedad, con todo lo que ello significaba, incluso en beneficios y trato especial . Hoy son poco más del 40%.

Ante ello, y no por mejor información -que desde el establecimiento del sacramento actual de la confesión, en el Concilio de Trento- la Iglesia Católica tiene la mejor y más detallada, es que el Vaticano cambió su postura interna frente a Karadima, Barros y otros delincuentes.

Todo esto es materia de consideración a nivel de toda la sociedad y del Estado.

Pero, a nivel del 40% de la sociedad -los católicos- el asunto es peor. A delitos y degeneraciones se suman, en ese caso, los peores castigos que los principios, dogmas y castigos dejan caer sobre tan destacados culpables. Para los católicos se trata de “pecados mortales”, los peores que pueden cometerse, que están penados con los castigos del infierno. Infierno sigue existiendo – limbo y purgatorio han sido puestos en cuestión – y demonio también. Sin demonio no hay mal y sin mal no hay ser humano, desde la expulsión del Paraíso Terrenal.

A ese dios, que todo lo sabe, no se le puede decir “fue un error”. Castigará.

Los católicos deben recordar lo que hoy la Iglesia no dice a menudo:

”Quien recibe a un niño, como ese, en mi nombre, a mí me recibe. Pero el que escandalice a uno de estos pequeños más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino y le hundan en el fondo del mar”. (Evangelio según Mateo, 18,6)

 

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Nota:

Error = “Concepto equivocado o juicio falso”. “Cosa hecha erradamente”.”Diferencia entre el valor medido o calculado y el real”. (Diccionario de la Lengua Española)

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