Que los árboles nos dejen ver el bosque.
En Singapur, sin decirlo, Kim y Trump llegaron al acuerdo de esconder sus armas nucleares y negociar sin ellas.
Al gran acuerdo formal para avanzar en los acuerdos.
Un gran acuerdo para acordar. Para alejar el peligro de la guerra.
La gente de Guam y de Hawai respiraron ahora tranquilas. Era posible que pronto se sumaran volcanes de fuego.
Las gentes de Corea -las dos Coreas- también. Las del norte y sobre todo las del sur. Corea ha padecido en el último medio siglo tres millones de muertos en la península.
Hace muy poco este mismo Trump había amenazado de muerte a Kim y Corea del Norte y este mismo Kim había probado sus tremendos mortales ataques defensivos.
Sin duda el expuesto desarrollo nuclear de Corea del Norte obligó a Trump a negociar. Y la desnuclearización se hará, según las partes, de manera progresiva.
Ahora se plantea la desnuclearización de toda la península, no sólo de Corea del Norte. EEUU se está comprometiendo a no nuclearizar Corea del Sur con su apoyo, como se ha hecho con Pakistán, la India e Israel, hoy potencias nucleares no triunfantes en la Segunda Guerra Mundial.
Kim, por su parte, después de acuerdos recientes con Corea del Sur, procedió a desmantelar su sitio de ensayos nucleares en Punggye.
EEUU nunca ha negociado con sus posibles víctimas. No lo hizo con los japoneses en 1945. No lo hizo con los coreanos de Kim Il Sung en 1950. No lo hizo con los vietnamitas, a los que masacró y bombardeó con napalm. No lo hizo con los iraquíes a los que invadió a sangre y fuego. No lo hizo con los libios a quienes aplastó desde las alturas.
Si ahora negocia con los coreanos -y se da la mano seriamente en un tercer país- es porque temió que a sus ataques se le iba a responder con fuego.
No sólo estuvieron ambos cara a cara.
Estuvieron fuerza a fuerza, porque en definitiva en las guerras nucleares todos pierden.
El apoyo a Kim crecerá aún más en la República Popular y Democrática de Corea, la que creó su abuelo y consolidó su padre.
También se fortalecerá en la llamada Corea del Sur, donde se rezó multitudinariamente para impedir la guerra y de donde saldrán pronto los soldados norteamericanos que han estado allí desde hace 68 años.
Por de pronto EEUU se comprometió a detener los ejercicios militares con Corea del Sur que, según Trump, “costaban muy caro”.
Tal vez en EEUU crezca el apoyo político a Trump y éste pueda pensar en su reelección.
El símbolo mayor del igualitario encuentro, protagonizado por el chico que quedó a la misma altura de quien se cree dueño del mundo, fue el dado por la hermana menor de Kim, su asesora y dirigente del partido Kim Yo Jong.
Para firmar el acuerdo a Kim Yong Un le pasaron el mismo lápiz con que había recién firmado Trump; ella, atenta, con un suave gesto le sugirió a su hermano firmar con un lápiz coreano, que le pasó en reemplazo. El hermano accedió.
No sólo era su hermana. Era la hija de Kim Jong Il y la nieta de Kim Il Sung.