Entre crisis y crisis, en España, los cambios se cuelan por los intersticios de un bipartidismo que se resiste a aceptar que el pacto de convivencia democrática, suscrito hace 40 años, ya no funciona. El PSOE de Pedro Sánchez, a diferencia del que lo desalojó hace dos años, ligado a “Felipe González”,se ha atrevido a echar al PP, el partido corrupto, con el apoyo de Podemos, los independentistas catalanes, nacionalistas vascos y valenciano. Sánchez sorprende con la formación de un gobierno de mayoría femenina y, en solitario, buscar encontrarse con “su momento feliz”, ser elegido por los ciudadanos antes de dos años.
El bipartidismo se resiste a…
El gobierno de Pedro Sánchez tendrá el apoyo de 85 de los 350 diputados del Congreso de los Diputados. ¿Cómo gobernará? ¿Cuánto durará su gobierno con el 24% de representantes en un sistema parlamentario? Durante 37 años, España fue gobernada bajo un sistema bipartidista que daba origen a gobiernos de mayorías absolutas o mayorías relativas apoyadas por partidos nacionalistas (vasco y catalán).
En 2015 todo ello comenzó a cambiar. La emergencia de dos nuevos partidos a nivel estatal (Podemos y Ciudadanos) está modificando la política española, rígida, reacia al pacto, y siempre en la búsqueda de una mayoría absoluta para imponerse al rival. No obstante, los partidos tradicionales (Populares y Socialistas) se resisten.
Los populares han gobernado en minoría y han durado dos años y los socialistas han decidido gobernar en minoría para llamar a elecciones antes de dos años. El bipartidismo resiste aceptar la nueva realidad política y se convierte en factor de inestabilidad en vez de buscar afinidades en torno a un programa compartido. El PSOE prefiere gobernar en solitario, con 85 diputados y rechazar el ofrecimiento de Podemos de gobernar con 156.
…aceptar los cambios en la política española
Los partidos tradicionales no acaban de aceptar lo que ya en la realidad es un hecho: el pacto constitucional de 1978 (en diciembre cumple 40 años) está agotado, no funciona, sucumbió con el desarrollo de tres crisis simultáneas: financiera, territorial y política.
La crisis financiera (2009) se ha llevado por delante los derechos económicos y sociales (de los pactos de la transición) con políticas neoliberales de mano tendida – generosas – para el poder financiero y de mano encogida – austeras – para los ciudadanos.
La crisis territorial (2010) con el golpe letal al Estatuto catalán, encendiendo un proceso de autodeterminación que, soslayado por el gobierno del Partido Popular, ha acabado mal con la ruptura de la legalidad, la destitución del gobierno autonómico, la represión a sus miembros con procesos penales y encarcelamientos.
La crisis política-institucional trazada por la corrupción del Partido Popular con el caso Gürtel (2009) y el influjo del movimiento de “los indignados” (2011) que erosionaron la representación bipartidista del sistema político hasta el final abrupto del gobierno del Partido Popular y del liderazgo de Mariano Rajoy durante 14 años.
El PP, partido corrupto, es desalojado
El gobierno Popular asumió hace dos años (en segundas elecciones) gracias a la abstención del Partido Socialista (PSOE), tras forzar la dimisión de su Secretario General, Pedro Sánchez. Sin embargo, un año después (junio 2017) Sánchez volvió a liderar el partido luego de ganar las elecciones internas.
Hasta hace dos semanas, el PSOE estaba “fuera de órbita” en la oposición, Rajoy consiguió oxígeno al aprobar los presupuestos, por dos votos. Pero, al día siguiente, la Audiencia Nacional sentenció al Partido Popular al acreditar que era una organización corrupta al ser parte de una trama de la que recogía dineros ilícitos de empresas, a cambio de adjudicaciones de obras en territorios bajo control político del PP. Así, durante 13 años.
La directiva del PSOE, luego de comprobar que el PP no reaccionaba ante la sentencia, decidió presentar la moción de censura contra Rajoy, la misma figura, por los mismos motivos, a la presentada Podemos y que los socialistas no aprobaron. Ahora, en ocho días, Sánchez lograba reunir 180 votos (de 350) de Podemos y los partidos nacionalistas, vascos y valenciano.
Paradojalmente, Sánchez consiguió reunir el mismo apoyo, que hace dos años insinuó procurar para ser investido presidente del gobierno y que, entonces, fue la causa del complot contra Sánchez en el PSOE, acusado de querer formar un “gobierno Frankenstein”, monstruoso, por sus apoyos.
Pedro Sánchez busca su momento feliz
Esta vez el liderazgo socialista de Pedro Sánchez vuelve a sorprender. Forma un gobierno de rostro femenino. El 64,7% es mujer, con 11 ministras y 6 ministros; con el ministerio de Igualdad (de género) en manos de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. Es el reflejo del movimiento feminista, que se expresó el 8 de marzo pasado, dijo el presidente en su presentación.
Un gobierno que luce consistencia por la formación y experiencia del equipo ministerial; varios vienen con trayectorias en Bruselas, de gestión (como la ministra de Economía, Nadia Calviño, directora de Presupuestos en la Unión Europea) y de representación (como el ministro de Asuntos Externos, Josep Borrell, ex presidente del Parlamento Europeo). Un gobierno europeísta, la “nueva patria”, enfatizó Sánchez.
Un elemento que ha llamado la atención fue la difícil nominación de las carteras vinculadas a la seguridad. Los tres, con afinidades políticas contradictorias, provenientes de largas trayectorias en la judicatura. En Interior, Fernando Grande-Marlaska (vocal del Poder Judicial a propuesta del PP); en Defensa, Margarita Robles (vocal del Poder Judicial a propuesta del PSOE) que aspiraba a dirigir Interior y Justicia, aunque con la Central Nacional de Inteligencia (CNI) en sus manos y en Justicia, Dolores Delgado (de la Unión Progresista de Fiscales, afín al ex juez Baltasar Garzón)
El equipo se presenta como “modernizador” (feminista, como ya lo anuncia su primer proyecto de ley: formación de jueces en violencia de género) y “europeísta”, con rostros de diferentes generaciones y talantes que proyectan imagen de solidez, abierto a consensuar acuerdos múltiples para llegar en forma a unas elecciones generales. La ambición de este gobierno del PSOE, elegido por Pedro Sánchez, es llegar a su momento feliz, antes de dos años, y ser elegido por los ciudadanos en las urnas.
Los que apoyaron a Sánchez, al margen
El gobierno socialista espera una dura oposición de la derecha, aunque habrá que esperar, probablemente hasta después de septiembre, pues en el PP está en marcha una lucha interna abierta por la sucesión de Mariano Rajoy. Ciudadanos sale debilitado al perder la ocasión de mostrar su fuerza, según las encuestas, luego que Rajoy no aceptara convocar a elecciones o renunciar con el fin de frenar la moción de censura. El partido que apoyaba al PP desde el parlamento pasa a la oposición con sus 32 diputados.
Podemos y los partidos nacionalistas e independentistas que eligieron a Sánchez han quedado al margen. Podemos esperaba coaligarse a los socialistas sin mayores exigencias, con políticas progresistas, pero advierte que Sánchez prefiere ser acompañado con rostros del agrado de las elites españolas y europeas. Lo más probable es el desarrollo de una oposición de izquierdas en caso que no arriben políticas progresistas.
Los nacionalistas vascos, pragmáticos, se conforman con revalidar las inéditas partidas presupuestarias conseguidas con Rajoy dos días antes de la moción de censura. La Generalitat de Cataluña urge un encuentro con Sánchez. Será antes de agosto. La incógnita es si será una oportunidad para iniciar un diálogo político o para continuar argumentando una política de resistencia, que es el dilema en que se mueve el nuevo gobierno catalán.
Los cambios corren sin prisas, sin pausas
Lo vivido en dos semanas confirma los cambios en la política española. Éstos corren por debajo del ruido político en los medios de comunicación y redes sociales. Con sigilo, pausados, sorprenden: así fue el movimiento de los indignados (15M) en destacar la corrupción de partidos como el PP, como hoy lo es el movimiento feminista en denunciar la indefensión de la mujer ante la mentalidad conservadora tradicional en políticos y jueces o una sentencia judicial contra la corrupción política que derriba un gobierno de derechas y pone de nuevo “en órbita” a Pedro Sánchez, ahora como presidente del gobierno.