Noviembre 15, 2024

El presidente Trump y el triunfo del populismo latinoamericano

1991 fue un año trascendental en la historia política de la humanidad. El mundo cambió radicalmente. La Unión Soviética fue destruida y otro resultado importante de este gigantesco cambio paradigmático fue el triunfo de la democracia neoliberal y la crucial derrota de la ideología socialista en el planeta. En los círculos académicos occidentales, se propagaba la idea de que el desarrollo político de la raza humana había llegado a su fin y por lo tanto este era el fin de la historia. El planeta había así entrado en una etapa superior y final en su evolución civilizacional. Fue de esta forma como la larga lucha entre socialismo y liberalismo había por fin terminado con el triunfo total y absoluto de las ideas de Locke, Montesquiu, Rousseau y Adam Smith por sobre las de Marx, Engel, Lenin y Mao.  

 

 

         No obstante, todas estas expresiones de jolgorio académico, hubo en 1991 una gran excepción.  El profesor Samuel P. Huntington escribió un seminal artículo donde hacía una advertencia al excesivo optimismo expresado por casi todos sus colegas. El artículo en referencia se titula: “La Tercera Ola de la Democracia” y este artículo fue publicado en la revista Journal of Democracy  del año 1991.

         Huntington argumentaba que las dos primeras olas democráticas, es decir primero la que empezó en 1820 y luego terminó un siglo después en 1920; y luego, la segunda ola democrática que empezó en 1945 y terminó a finales de los años 60 del siglo XX; han sido seguidas por olas en reverso (reverse waves) donde los sistemas liberales y democráticos fueron reemplazados por nuevas formas de gobiernos autoritarios. En la nueva ola antidemocrática que se inició después del año 1920, se mencionan los regímenes nacionalistas y fascistas que se desarrollaron en Europa, Latinoamérica y Asia después de la primera guerra mundial en 1918. Luego esta tendencia se intensificó después de la gran crisis del año 1929. En la segunda ola antidemocrática y que se inició después de 1970, se mencionan los nuevos regímenes marxistas y revolucionarios que se desarrollaron en Europa del Este, África, Asia y América Latina. También se incluyen aquí, las dictaduras militares que se crearon para detener el avance del marxismo.

         Huntington continúa su análisis argumentando que de igual forma, a la tercera ola democrática, que se inició en 1991; le seguirá en el futuro una nueva ola antidemocrática y populista. Esta ola de reverso (reverse wave) era así inevitable y ella con seguridad se produciría en las primeras décadas del siglo XXI. Huntington también agregaba que esta tercera ola populista y antidemocrática sólo tendría éxito completo si se daban dos condiciones básicas: primero, las nuevas grandes potencias autoritarias podían demostrar éxito viabilidad continua y estabilidad sostenida del gobierno no democrático; y, segundo, si los países alrededor del mundo empezaban a ver y comprobar que los Estados Unidos (la antorcha de la libertad en el planeta), se había transformado en una potencia en franca decadencia y bajo el ataque de un agudo proceso de extrema polarización política, deficiencia económica y caos social.

         El profesor Huntington murió en el año 2008, pero si hoy día estuviera vivo, probablemente no se sorprendería que la democracia liberal, tal como él lo predijo en 1991, está hoy en gravísimo peligro. Ella está en peligro no sólo en países que pasaron por una transición hacia la democracia liberal en décadas recientes tales como México, Argentina, Chile Brasil y Turquía; sino que también están en gravísimo peligro, algunas de las más viejas democracias occidentales tales como el Reino Unido, Francia e Italia. El autoritarismo ha surgido con una enorme y exitosa fuerza en los gigantes chino y ruso. Estas dos superpotencias tienen una población conjunta de 1,7 billones de personas. Además tienen altos niveles de ciencia y tecnología y disponen de sofisticados ejércitos armados con poderosas armas nucleares y convencionales.

         Por su parte, el autoritarismo y populismo, ha surgido también en los Estados Unidos, y la extrema polarización política doméstica, ha drásticamente dañado y reducido la influencia y prestigio del gran coloso del norte. A todo este cambio politológico en las estructuras de poder planetario hay que agregar, el cambio paradigmático que se está dando en Europa del Este. En esta región el autoritarismo populista se ha apoderado de cada uno de los países que conforman esta región previamente bajo la dominación de la ex Unión Soviética. Los europeos del este, han rechazado la democracia liberal y han adoptado el populismo autoritario pues sus elites y pueblo, con razón  piensan que esta es la única manera de contener la inmigración de migrantes pobres provenientes del medio oriente y África. Ellos piensan que sólo manteniendo la identidad nacional y cultural se puede garantizar la sobrevivencia de viejos valores que estos países han tenido por siglos.

         Otro cambio importantísimo producto de esta tercera ola populista se está produciendo en América Latina. Hace pocos días atrás, el presidente Maduro fue reelegido en Venezuela con casi el 70% de los votos válidamente emitidos. Esta victoria aplastante se ha logrado a pesar de que el país está sumido en la crisis económica más grave de su historia.  El producto bruto de Venezuela ha caído estrepitosamente y la proporción de pobres ha subido enormemente en los últimos 5 años. Una terrible depresión económica de esta envergadura, es sin duda capaz de destrozar las más sólidas formas de gobierno. No obstante esto no ocurrió, y la única explicación posible a este increíble evento político radica en el poderoso movimiento  populista y nacionalista que sin quererlo ha creado la administración del presidente Trump. La campaña anti venezolana del gobierno estadounidense (que incluso ha amenazado con una invasión militar); al parecer ha despertado al pueblo venezolano y los ha movilizado políticamente (aún aquellos que sufren por falta de medicamentos y comida). Al parecer se ha creado un poderoso sentimiento patriótico y nacionalista, algo parecido a la fuerza que movilizó a los venezolanos en las primeras décadas del siglo XIX cuando la brutal y sanguinaria opresión española, tocó la fibra más íntima del orgullo popular. Este fue el combustible suficiente y necesario para producir, primero, la liberación de Venezuela, luego la de la gran Colombia y finalmente el resto de América Latina, cuando en colaboración con la fuerza de San Martín se dio la batalla final en el Perú.

         La política actual anti latinoamericana de parte del actual gobierno estadounidense, es probable que produzca agradables sorpresas para las fuerzas nacionalistas y populistas en las próximas elecciones presidenciales de los países latinoamericanos. Esto puede afirmarse sin duda alguna sobre las próximas elecciones presidenciales en México. El nacionalismo mexicano ha sido por fin despertado y removido por las políticas de su gran vecino del norte. No cabe duda (a menos que sea asesinado) López Obrador será presidente de México y esto se deberá en gran parte, a la ayuda que sin quererlo le está brindando las políticas nacionalistas y populistas del presidente Trump.

         Se podría así predecir que para el término del mandato del presidente Trump en el año 2024; todo el continente latinoamericano estará sólidamente en poder de las fuerzas populistas y nacionalistas de América Latina. Los próximos candidatos a reemplazar el neoliberalismo por el nacionalismo populista son Brasil y Argentina. También es altamente probable que si las actuales tendencias continúan para el año 2022, Chile tendrá la gran oportunidad para deshacerse de una vez por todas del corrupto e ineficiente engendro neoliberal que lo viene martirizando desde 1973.

        

 

F. Duque Ph. D

Cientista Político

Puerto Montt, 27 de mayo de 2018

 

 

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