Cada día es en nuestras vidas un punto de inflexión, una encrucijada entre el pasado y el futuro; entre las huellas y efectos de lo vivido y las esperanzas e incertidumbre de lo por venir.
Este 44° aniversario de la partida del General Alberto Bachelet que nos convoca esta mañana, nos encuentra viviendo un muy particular punto de inflexión; un punto que atañe no solo a nuestras vidas, sino al país y –si ampliamos la mirada- al mundo entero.
Dejamos de caminar tras la guía de un liderazgo cercano, comprometido, contenedor para enfrentar un futuro de desafíos e interrogantes, muchas de las cuales se ciernen más allá de nuestras fronteras y alcanzan ámbitos y dimensiones insospechadas.
La figura señera del General Bachelet nos indica la forma de enfrentar los desafíos de la encrucijada presente, nos premune de las armas necesarias para enrostrar las dudas del mañana, ese mañana que siempre es hoy.
Sí, porque recurrir al recuerdo del General, a su imagen, sus valores y actitudes, es como recurrir a una fuente inagotable de inspiración y coraje, es volver a la raíz que nos permite reconocer y revalorar nuestro origen, nuestra causa, nuestra razón de ser.
Él sí que vivió un brutal punto de inflexión, una experiencia que violentamente pulverizó su pasado de aviador, su pasado de camaraderías y lealtades; él vivió la demolición de la convivencia democrática, la abolición de los valores que siempre lo sustentaron y enfrentó un futuro sin puentes ni esperanzas.
Pero su entereza y valentía le permitieron cruzar este umbral a la incertidumbre con la dignidad del hombre íntegro; con la marcialidad de un soldado ni vencido ni desmoralizado. La encrucijada histórica a la que se vio enfrentado la transitó con un cuerpo maltratado y dolido pero con un espíritu altivo y lúcido.
Quienes le acompañamos en este tránsito constatamos su dimensión moral, su dimensión humana, que en las condiciones extremas de la prisión devinieron en un liderazgo más allá de su rango militar. Su natural sapiencia, su amplia y rica cultura, su carácter alegre y afable pero por sobre todo la serenidad y templanza de sus juicios constituyeron en esas horas aciagas un espacio de esperanza y consolidación de nuestras convicciones.
Conservamos esas lecciones de grandeza. Son el modelo para enfrentar los afanes cotidianos y los desafíos trascendentales de la hora presente.
Mi General, las filas de quienes fuimos sus camaradas y compañeros empiezan a ralear. Muchos ya han emprendido la partida. Ayer despedíamos al Comandante Ernesto Galaz, último camarada en emprender “ese vuelo sin escalas, todo azul de inmensidad” que usted recorrió hace ya 44 años.
Como usted, un hombre íntegro que como tal –en el punto crucial de inflexión de su vida- defendió y mantuvo sus valores, un aviador digno de su uniforme, defensor a ultranza de su dignidad y la de sus compañeros, un luchador social incansable. Ahora reposa junto a usted en la gloria de nuestros inmortales.
Por las leyes inmutables de la vida, nuestro vuelo “está tocando techo”, poco a poco iremos engrosando las filas de los recuerdos, pero mientras nos quede un último resuello, su nombre y su figura, General Bachelet, serán una evocación sagrada.
General Alberto Bachelet Martínez, descansa en paz.