Lamentable que las palabras de Urrutia/UDI hayan sido dichas en estos tiempos.
Para millones de chilenos los atentados a la vida cometidos por los militares, forman parte de la etapa más oscura y violenta de nuestra historia. Han existido otros periodos también agresivos, cuando en la defensa de particulares intereses no se dudó en sacar militares a la calle para silenciar el hambre que azotaba a miles de trabajadores. Cuando no había SENAME, ni Ministerio de la Mujer, esos tiempos del apaleo, de analfabetismo, de todo un país desnutrido y pobre. Cuando la miseria golpeaba la puerta de los hospitales con una libreta verde en la mano, como nos recuerda Quelentaro.
Chile demuestra que sigue siendo el país más atrasado del club OCDE. En otros lugares los dichos de Urrutia hubieran significado la prisión y puesto en tela de juicio el cargo público que ostenta. Sale barato en Chile el insulto, el robo, el cohecho. Gratis estirar la mano de pidegueña a SQM.
Francia reconoce el Genocidio Armenio y negarlo es delito. Se reconoce como Genocidio lo sucedido en Europa entre 1940-1945. Se reconoce como Genocidio los casi un millón de muertos en Ruanda.
Chile es un país precario cuando entre sus leyes nada castiga las agresiones contra las víctimas, que lo son por haber programado la clase dominante el costo que millones deberían de pagar para que sea instalado un modelo económico con dramáticos resultados en lo económico y político, hasta los días actuales.
Y no es extraño que salgan algunos del segmento político a defender los dichos/insultos/agresiones de Urrutia. Esos cobardes que esperan que otros saquen las castañas para aplaudirlo. Nadie pone en duda que entre mequetrefes se comparten.
Dijo una vez el Presidente de la Corte Suprema Hugo Rosende, que los casos de detenidos desaparecidos lo tenían “curco”, así lo publicó El Mercurio.
De esto hace ya bastantes años, es por eso que lamentable es haber escuchado a Urrutia ahora, en estos tiempos.
Dijo una vez el Presidente de la Corte Suprema Hugo Rosende, que los casos de detenidos desaparecidos lo tenían “curco”, así lo publicó El Mercurio.
Eran años de dictadura. Pinochet aún no mojaba sus zapatos sin enterarse, y la DINA/CNI con sus agentes del Estado mataban a plena luz del día en la más absoluta impunidad. Los tiempos que la UDI/RN se preparaba para ser los encargados de cautelar la obra militar y trabajaban a tiempo completo.
No era posible aceptar los familiares, las madres, hermanas e hijos que los buscaban tocando todas las puertas tratando de encontrar algún detalle o la más pequeña información, fueran agredidos de esa manera. El responsable del Poder Judicial, justamente el más obsecuente con la dictadura, el más lamebotas, el más corrupto, los que abandonaron la obligación esencial de salvar la vida del hombre.
Se tomó la determinación que aquellas declaraciones constituían un insulto, un golpe violento en una herida abierta. No era posible aceptar que el trabajo de los familiares y que la memoria de los que no estaban, tuviera esa descalificación de Hugo Rosende. No era aceptable.
Lo ubicaron, lo esperaron y cuando llegó la hora algo pasó. No funcionó la salida de la justicia popular en el tercer intento. Rosende se fue al cementerio de muerte natural pero con dos cicatrices que si bien alcanzaron a ser sólo aquello, el mensaje quedó meridianamente claro. No se aceptarían nunca más afirmaciones que agredan a los que no están y que tanta falta nos hacen, porque contra ellos se ensañaron a cargo fiscal y para complacencia de los que querían la paz de los cementerios para repartirse el país entre pocas manos.
Urrutia sabe que puede caminar tranquilo, aunque también en la memoria está el viaje que hiciera desde España el hermano de uno de los asesinados en la Escuela Santa María de Iquique para vengar la muerte de su hermano, y que dejó a Silva Renard también con cicatrices.
A muchos sin lugar duda, le hubiera gustado haber encontrado a Urrutia a la salida de su casa en esos tiempos antiguos y no tan lejanos, cuando había más asuntos en la mano, mayor disposición y la urgencia de la historia. Como cuando se recuerda a Raúl Castro Montanares vaciando la justicia popular por cinco justas y necesaria veces, allá en el paradero siete de Vicuña Mackenna para que pague sus cuentas un torturador.
Urrutia sabe que puede caminar tranquilo, aunque también en la memoria está el viaje que hiciera desde España el hermano de uno de los asesinados en la Escuela Santa María de Iquique para vengar la muerte de su hermano, y que dejó a Silva Renard también con cicatrices.
La historia, estas inconclusas páginas que quedan por llenar ojalá tengan la tinta alegre de haberla escrito en la hora justa que se merecen esos….