Los inspectores internacionales que van a investigar si el ejército sirio utilizó armas químicas en la población de Duma el 7 de abril llegaron el sábado a Damasco, el mismo día de los bombardeos de Estados Unidos, el Reino Unido y Francia.
Duma es un suburbio de la capital situado en la Guta Oriental, el oasis de Damasco, que hasta la semana pasada estuvo en manos de los combatientes del Ejército del Islam, una organización yihadista que cuenta con el apoyo directo de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, es decir con el apoyo de Estados Unidos y Occidente en general.
Los inspectores pertenecen a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, que tiene su sede en La Haya, y su trabajo probablemente no tendrá ninguna repercusión, como tampoco tuvo ninguna repercusión el trabajo de los inspectores de la ONU en Irak antes de la guerra.
El hecho de que Washington escogiera como día de bombardeo el sábado, es decir el mismo día que llegaban los inspectores, es bastante revelador al respecto.
Sin embargo, embarga el ánimo ver que los Estados Unidos y sus aliados se han rasgado las vestiduras por el supuesto uso de armas químicas, que según los occidentales, habrían causado unos 75 muertos en Duma.
Naturalmente, el gobierno de Damasco lo niega, y Moscú ha dicho que ha enviado inspectores propios al pueblo de Duma que no han sido capaces de hallar ningún resto de armas químicas.
Veremos cómo se desarrolla la investigación de los inspectores de La Haya. El gobierno de Damasco ha dicho que les dará completa libertad de movimiento en las zonas supuestamente bombardeadas con gases como el cloro o el sarín.
A Siria se le ha acusado de usar gases en otras ocasiones, incluso por parte de las Naciones Unidas. El uso de armas químicas está prohibido y debe condenarse completamente, pero no deja de ser un acto de cinismo que la muerte de civiles con armas convencionales no tenga la misma calificación.
Del medio millón de sirios muertos en el conflicto que comenzó en marzo de 2011, más del 99,9 por ciento han muerto a causa de armas convencionales, que en buena parte han fabricado esos mismos países occidentales que ahora se rasgan las vestiduras con el supuesto uso de gases.