Noviembre 15, 2024

Miguel Díaz-Canel, un hombre de la Revolución

En estos días, tautológicamente los medios repiten las reseñas parecidas sobre el recién electo presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. En ellas hay algunas matrices de opinión que se remarcan, acaso abriendo camino para llamarlo muy pronto dictador y otras sandeces, que no vienen al caso ahora.

Pero, la generosa alegría de Raúl Castro por la elección del nuevo mandatario está justificada por lo que dijo y por lo que se siente: Díaz-Canel es un hombre de la Revolución.

Muchos lo pueden atestiguar también, entre ellos quienes sencillamente por ser villaclareños conocen de esos años duros de trabajo en que dirigió su provincia natal, dándole un vuelco que aún hoy se respira en métodos y estilos, en diferentes ámbitos de la vida cotidiana.

Creo que no hay alguien en Villa Clara que no tenga una anécdota con él o sobre él, algo que supongo, en buena medida se debe a su autenticidad. A pesar de su estatura física que sobresale o el cargo que desempeñe, en su conversación franca lo sientes a tu nivel, no es lento para criticar y menos para elogiar a quienes cumplen bien.

Recuerdo una media mañana en Pico Blanco, un intricado asentamiento montañoso en el Escambray villaclareño, que para resguardarme del sol me alejé del grupo, cuando divisé que por los trillos y entre los matorrales se acercaban los lugareños. Nadie los mandó a buscar. Querían conocer personalmente a Díaz-Canel, y en un lapso breve estuvo rodeado literalmente. Hablaban de todo lo que interesaba a los montañeses. Luego ese día por la tarde, entre los dirigentes del llamado Plan Turquino pocos se fueron sin tarea a realizar, sabiendo que tendrían que rendir cuentas porque era de lo que había hablado con los pobladores de las montañas.

Fue por esos días en que nos explicó a los periodistas lo que él concebía como cultura del detalle. Nada de lo que hagamos puede ser chapucero, decía, ni tiene por qué ser feo, y no es cuestión de recursos, que mucho faltaban entonces y continúan faltando hoy. En su oficina a donde llamaba a todos los que podían dar alguna idea cuando había una tarea importante, había un listado de lo que son indicadores de calidad de vida, que interpreté que de algún modo lo ligaba a lo antedicho. Fue allí leyendo un poema que tenía colgado en una pizarra con apuntes donde comprendí que la dimensión del pensamiento de Díaz-Canel estaba hecho para pensar en grande, “como nos enseñó Fidel”, una frase de Arnaldo Milián cuya obra en Las Villas estudió detalladamente.

El joven ingeniero electrónico aprendía con la misma vertiginosidad con que trabajaba. Cubriendo zafra y agricultura como era mi trabajo de reportera en aquellos años, presencié un diálogo y chequeo de la zafra en un central de Caibarién. El director del ingenio estaba convencido de que tenían caña para cumplir el plan, pero Díaz sacaba cuentas rápidamente y de pronto le dice al hombre que le faltaba para cumplir el plan. El director estaba en un gran apuro, no daba crédito a lo que le decía el Secretario del Partido en la provincia, se puso nervioso y pálido. Entonces Díaz se levantó de su asiento, le puso la mano en el hombro y le dijo burlón, te hice trampa no te diste cuenta que no te sumé todos los campos que tienes en la pizarra. Reían como niños y con esa sonrisa franca que todos le conocen hoy. La lección del detalle estaba ahí, otra vez, junto a la estrategia.

Yo también, como villaclareña, conservo muchas anécdotas que harían demasiado extenso este texto. Hoy he hablado con mucha gente de pueblo en Santa Clara y están contentos, hay satisfacción por haber escuchado a Raúl hablar del nuevo Presidente como de un hijo, al igual que tuvo palabras elogiosas para otros valiosos integrantes del Consejo de Estado y de Ministros.

Con la experiencia que tiene hoy el Presidente hará de la dirección colegiada, de la unidad, un magisterio como supo aprender de Fidel y de Raúl, así como de las enseñanzas del Che, del cual es un estudioso.

 

Por mi trabajo muchas veces he visto su sonrisa limpia y genuina. Hoy 19 de abril, creí ver la misma de que aquel 30 de septiembre de 1996, cuando Fidel departía en la Plaza Ernesto Guevara desbordada en unas horas, y calificó a los villaclareños, “vencedores de dificultades y obstáculos” propiciado por el joven primer secretario del Partido.

Sé, que el hoy Presidente se siente un vencedor de dificultades y obstáculos, porque asume la misión de un patriota. No lo dudo. Lo dijo: “Asumo la responsabilidad con la convicción de que todos los revolucionarios, desde cualquier trinchera, seremos fieles a Fidel y a Raúl, líder actual del proceso revolucionario”.

Pero, sin que lo diga, también sé que no ignora que, por revolucionario, por patriota, por auténtico, por hombre que sabe cumplir el mandato del pueblo que lo eligió, los enemigos de la Revolución no lo van a perdonar, como no le perdonan la hidalguía a la Isla que lo vio nacer y por la que, entregará hasta la última gota de sudor o de sangre, si fuera preciso.

 

 

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