Entre 2002 y 2014 la desigualdad cayó en la mayoría de los países de América Latina debido a que en términos globales los ingresos se volvieron más igualitarios, aunque las últimas mediciones dan indicios de una detención en este proceso de descenso. Así lo señala una investigación publicada en el más reciente número de Revista CEPAL, disponible desde hoy en internet.
En su edición N⁰ 124 (abril 2018), la principal publicación académica del organismo regional de las Naciones Unidas incluye el artículo titulado “¿Más o menos desiguales? Una revisión sobre la desigualdad de los ingresos a nivel global, regional y nacional”, en el cual Verónica Amarante, Directora de la Oficina de Montevideo (Uruguay) de la CEPAL, y Maira Colacce, Consultora de la misma oficina, realizan un análisis de la evolución de la desigualdad de los ingresos no solo en la región, sino también en los países desarrollados y el resto del mundo.
Las investigadoras concluyen que la desigualdad a nivel global no se ha incrementado en las últimas décadas sino que, por el contrario, existe evidencia que indica que las condiciones de vida de los ciudadanos del mundo se han vuelto más igualitarias, debido sobre todo al importante crecimiento de los ingresos de la población de China y, en menor medida, de la India. Sin embargo, al mismo tiempo, en el interior de la mayoría de los países, el nivel de desigualdad del ingreso se ha visto incrementado, especialmente en los países en desarrollo, agregan.
Amarante y Colacce indican que una de las excepciones a este incremento generalizado de la desigualdad ha sido América Latina en el último decenio, ya que, tanto a nivel de la región considerada en su conjunto como en el plano de las experiencias nacionales, se detecta un importante descenso de los indicadores de desigualdad del ingreso gracias a una combinación de factores favorables del contexto macroeconómico regional, en especial el incremento de los precios de los productos básicos, y factores institucionales, entre ellos un mayor impulso a las políticas redistributivas, como las transferencias monetarias no contributivas a hogares con niños o adultos mayores, o el fortalecimiento de las instituciones laborales, como el salario mínimo o la negociación colectiva.
A pesar de ello, las últimas cifras indican signos de una desaceleración del crecimiento económico y el dinamismo de los mercados laborales, así como también de un estancamiento en el proceso de descenso de la desigualdad, advierten.