Estamos a comienzos del año 2021 y el gobierno y administración del Presidente Sebastián Piñera se ve enfrentado a colosales problemas. El país, así como el resto del planeta, han entrado en un agudo período de turbulencias económicas, políticas y sociales. Las huelgas, marchas y otros tipos de manifestaciones populares y de descontento social se multiplican por todos lados.
Este enorme descontento popular gradualmente pasó de tener represión controlada a tener una represión virulentamente violenta. Las manifestaciones populares son reprimidas sin misericordia alguna por parte de una elite plutocrática acorralada y luchando desesperadamente por su sobrevivencia.
De esta forma, es como Chile vuelve a revivir los trágicos y penosos años que el país sufrió casi un siglo atrás, cuando el mundo entero fue atacado por la devastadora depresión económica del año 1929. Es necesario recordar que dicha catástrofe económica derribó al dictador de centro-izquierda Carlos Ibañez, y luego creó cuatro años de catastrófica anarquía, y donde los conatos revolucionarios de las masas fueron violentamente reprimidos a sangre y fuego. Todo esto terminó con la brutal dictadura derechista Arturo Alessandri Palma y que duró entre 1933 y 1938[1].
¿Qué factores o causas importantes podrían explicar este nuevo período de extremada inestabilidad política en Chile? Entre los antecedentes principales de esta nueva catastrófica época, se puede mencionar una gravísima nueva crisis global. Es preciso destacar aquí, que este catastrófico fenómeno fue iniciado por los efectos nefastos que produjeron las políticas aislacionistas, populistas y nacionalistas adoptadas por el Presidente Donald Trump en los Estados Unidos en marzo del año 2018.
El Presidente Trump dio inicio a estas políticas aislacionistas cuando a comienzos del año 2018, impuso altos impuestos a la importación de acero y aluminio proveniente de Asia y Europa. Posteriormente las contra-medidas proteccionistas implementas por China, la comunidad Europea, Rusia, Japón y otras potencias industriales, gradualmente fueron paralizando al planeta. Así la crisis depresiva, finalmente estalló con suma violencia en el año 2020. Fue de esta manera como el nacionalismo proteccionista del Presidente Trump, desató medidas similares en otras potencias industriales y con ello, el comercio global se redujo drásticamente. Con la paralización del intercambio de mercancías, capitales y personas entre las potencias económicas rivales la globalización planetaria, iniciada en los años 80 del siglo XX, dejó abruptamente de existir. Toda esta potente marea proteccionista y aislacionista, terminó por producir una fatal caída en el proceso de desarrollo económico global. El producto interno bruto planetario empezó a caer en picada. Esto a su vez produjo una drástica disminución en el consumo global y esto llevó a una fatal crisis depresiva muy similar a la que el mundo sufrió a partir del año 1929.
Es debido a todos estos nefastos acontecimientos que Chile volvió a revivir y sufrir los catastróficos años experimentados entre 1929 y 1938. En otras palabras, se volvió a repetir un gravísimo período anárquico que produjo golpes de Estado, represión masiva y revolución de parte de las fuerzas populares luchando por el poder[2].
Naturalmente que la crisis económica del año 2020, pronto creó una crisis social y esta a su vez creó una catastrófica crisis política. Fue de esta manera como a comienzos del año 2021, empezaron las marchas de protestas, las concentraciones de muchedumbres desesperadas y numerosos actos de descontento popular extremo, que incluyó masivos actos de violencia popular. La elite respondió a este inmenso descontento social con violencia extrema y represión por parte de las fuerzas del orden. El resultado de todo esto fue miles de muertos y heridos, particularmente entre las filas populares. Se volvió a repetir así la conducta represiva que la oligarquía chilena ha siempre utilizado cuando su poder y dominación está en evidente peligro.
No obstante, esta vez el pueblo logró con éxito organizarse revolucionariamente. Entre los líderes revolucionarios, se destacaron inmigrantes recientemente llegados al país. ¿Pero cómo se puede explicar el hecho de que la institucionalidad chilena, que siempre había logrado reprimir y someter al pueblo esta vez fracasó rotundamente? Una respuesta tentativa a esta fundamental pregunta, puede encontrarse en la evolución histórica del Estado Fallido en Chile. Las instituciones del Estado, empezaron sus procesos de corrupción y decadencia en los años 60 del siglo XIX. Y esta decadencia política se fue intensificando gradualmente durante los últimos 160 años de historia nacional. Para comienzos de la tercera década del siglo XXI, el Estado Chileno ya no era capaz de resolver los agudos problemas de la inmensa mayoría de la población. Las instituciones del Estado apenas eran capaces de resolver los problemas y necesidades de la elite, pero eran totalmente incapaces de ayudar a las grandes masas populares. Dentro del pueblo explotado, los más perjudicados eran precisamente los nuevos inmigrantes. En otras palabras, aquellas personas que entraron al país a partir de la crisis económica de los años 2007 y 2008.
Se podría señalar que a comienzos del siglo XXI, la crisis de los inmigrantes en Chile, tuvo sus orígenes en dos factores importantes y relacionados. Primero, por más de 20 años la elite chilena (bajo la “Concertación” y luego la “Nueva Mayoría”); crearon una imagen distorsionada de Chile. Esta imagen mostraba un país próspero y que ya pertenecía al primer mundo. Esta nueva clasificación se debía en parte a que el país tenía un ingreso per cápita promedio similar a los de los países recientemente desarrollados del sur de Europa. Este tema del inicio de la prosperidad y desarrollo chileno fue inventado por el Banco Mundial, el Fondo Monetario, y el Ministerio de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, a comienzos de los años 90 del siglo XX. Toda esta imagen del éxito chileno, se construyó con fin de venderle al resto del mundo en desarrollo, un programa de ajuste estructural, de privatización y de economía globalizada. Este programa fue inventado en la Universidad de Chicago durante los años 80 del siglo pasado. Además de toda esta astuta y eficiente propaganda, las embajadas chilenas, particularmente aquellas en América Latina, a partir del año 2007 empezaron a proyectar una imagen de un nuevo Chile próspero y desarrollado. Estos antecedentes parecen ser una causa o razón muy importante para explicar la poderosa corriente migratoria que se produjo desde países latinoamericanos y caribeños hacia Chile a partir del año 2008.
Desafortunadamente, lo que los nuevos inmigrantes no sabían, era que Chile, aún cuando tenía un producto bruto promedio de país medianamente desarrollado (alrededor de 23.000 dólares per cápita); esto no se debía a un acelerado proceso de industrialización masiva que demandara una gran cantidad de mano de obra. Muy por el contrario, el desarrollo chileno promedio era producto de la exportación de materias primas no procesadas, particularmente el cobre. Los inmigrantes tampoco sabían, que la real distribución de dicho producto bruto era una de las peores del planeta. Más del 80% de las familias chilenas, tenían un ingreso mensual inferior a 550.000 pesos por mes. Solo el 19% de la población tenía un nivel de vida similar al de la clase media de países desarrollados y un 1%, los súper ricos, pertenecían a la elite plutocrática mundial. Los pobres eran la inmensa mayoría que sufría sueldos miserables, y por lo tanto sobrevivía en un permanente estado de endeudamiento, angustia, y zozobra extrema.
A causa de esta administración pública deficiente, todo el peso de dar servicios públicos a los inmigrantes fue lanzado sobre las espaldas de las municipalidades chilenas. Estos gobiernos locales (con las excepciones de 4 o 5 municipalidades donde habitan los sectores acomodados de la clase media santiaguina, viñamarina y penquista) son desde el punto de vista de la eficiencia y eficacia administrativa un total fracaso.
A esta extraordinariamente injusta distribución del ingreso, se agregaba el hecho de que el Estado chileno era incapaz de suplir las enormes deficiencias de un ineficiente y corrupto sector privado. De esta forma, la salud pública, la educación pública, las habitaciones populares, las pensiones, el transporte y una larga lista de servicios indispensables, no eran producidos adecuadamente ni por el Estado, ni por el sector privado. Hay una larga lista de trabajos académicos que documentan el hecho que la administración pública chilena actual es del tipo “clientelista”. Es decir, tiene una estructura burocrática, donde los puestos y cargos públicos no son llenados por un verdadero sistema de mérito, sino que ellos son llenados con parientes, amigos y correligionarios de la corrupta elite dominante. Este tipo de institucionalidad corrupta, es uno de los síntomas principales que señalan que el sistema político en su totalidad, está en franca decadencia. La administración de tipo clientelista es siempre ineficiente y corrupta, y los escasos bienes y servicios que logra producir, son extremadamente caros y de baja calidad[3].
A causa de esta administración pública deficiente, todo el peso de dar servicios públicos a los inmigrantes fue lanzado sobre las espaldas de las municipalidades chilenas. Estos gobiernos locales (con las excepciones de 4 o 5 municipalidades donde habitan los sectores acomodados de la clase media santiaguina, viñamarina y penquista) son desde el punto de vista de la eficiencia y eficacia administrativa un total fracaso. Todo esto explica la carencia de servicios públicos adecuados para los inmigrantes y el abandono de este grupo poblacional por parte del Estado chileno[4].
Sin trabajo, y en desempleo crónico, debido a la gran crisis económica, sin servicios públicos paliativos para los migrantes viviendo en Chile, ellos naturalmente cayeron en la extrema indigencia y el caos social cuando se desató la crisis del año 2021. Esto explica por qué parte de los líderes revolucionarios luchando en Chile estaban conformados por inmigrantes. Es así como los inmigrantes procedentes de las zonas tropicales de américa hicieron una significativa contribución a la liberación definitiva del pueblo chileno, a comienzos de la tercera década del siglo XXI. En cierta forma, podría decirse, que los revolucionarios del norte, repitieron la hazaña que Bolívar había realizado a comienzos de la tercera década del siglo XIX.
F. Duque Ph. D
Cientista Político
Puerto Montt, 23 de marzo de 2018
[1]Ver F. Duque: 110 años de desarrollo político en Chile (1830 – 1940). Dictus Publishing Saarbrucken, Alemania. 2013. Capítulo 3 y capítulo 4. Pp 78 – 116 y 117 – 182.
[2]Ver F. Duque Op cit Pp 118 – 132.
[3]Ver Samuel P. Huntington, “Political development and political decay” en Macridis, R. y Brown, R.: Comparative Politics. The Dorsey Press. Illinois 1968; ver también Gonzales, V. y Reed, P. “Entrevista al Secretario Ubilla” publicado por Diario El Mercurio del 22 de marzo, 2018 p. C5. En esta entrevista, se relata con total claridad como los inmigrantes son sometidos a trámites inútiles y a procesos burocráticos interminables que nunca resuelven nada.
[4]Fuera de las municipalidades que cubren los barrios altos de Providencia, Vitacura y Las Condes en Santiago, el resto de las municipalidades chilenas sufren de muy escasos recursos y naturalmente sus servicios son de pésima calidad. Los escándalos por el mal servicio en salud y educación son los más relevantes. Ver entrevista a Rodrigo Delgado, Alcalde de la comuna de Estación Central y Presidente de la Comisión de Asuntos de Migrantes de la de la Asociación Chilena de Municipalidades. Diario La Tercera, martes 20 de marzo, 2018, p. 24. En este artículo se enfatiza, que el principal problema de los inmigrantes radica en el hecho que el Estado chileno es en verdad un Estado fallido.