Noviembre 15, 2024

Alegatos en La Haya: la historia no es un tribunal

Es un lugar común en los personajes políticos el recurrir a la historia como jueza. Fidel Castro, al respecto, escribió “La historia me absolverá, en el juicio en su contra, llevado a cabo por los tribunales de Fulgencio Batista.

 

 

En mi primer de Historia, en el Pedagógico de la Universidad Católica, se nos hacía leer, entre otros libros, la obra de medievalista Marc Bloch – fallecido en combate en plena segunda guerra mundial – Introducción a la historia, donde explicaba que en la visita a una ciudad europea él prefería conocer un municipalidad moderna que monumentos antiguos, lo cual significa que es imprescindible conocer el presente para entender el pasado.

En historia los documentos y testimonios carecen de valor si no se les aplica el método del análisis y la  crítica. Leopoldo Von Ranke, autor de Historia de los Papas, sostenía que lo importante en la  historiografía lo constituyen los hechos y la documentación. (En este plano coincido con Francisco Antonio Encina en que la historiografía no es oficio de archiveros, sino una interpretación que el historiógrafo hace del pasado). Chile ha tenido un investigador fenomenal de archivos, José Toribio Medina, quien aprovechó el robo de valiosos documentos, hecho perpetrado por el ejército chileno a los peruanos, a fin de investigar  la historia del Tribunal de la Inquisición en Lima,  (dicho sea de paso, había más curas que, a través del confesionario,  se aprovechaban de las señoras beatas y de sus empleadas, que de los herejes y protestantes).

Como la historia no es un tribunal de justicia, le está vedado condenar o absolver, pues en la historia no hay buenos ni malos, por consiguiente, su función no consiste en enviar a los ya fallecidos al cielo o al infierno, como tampoco es relato puro o simple recopilación de documentación o de testimonios, es mucho más: se trata reflexionar sobre el pasado y tratar de comprenderlo. En  la historia, como en la mayoría de las ciencias humanas, no existe objetividad, razón por la cual cada historiador aporta su propia interpretación de los hechos.

Respecto de la Guerra de Nitrato hay múltiples versiones, algunas contrapuestas, por ejemplo, la de los historiadores peruanos, con respecto al mismo hecho,  es muy distinta que la interpretación  de los chilenos; lo mismo ocurre entre bolivianos y peruanos: estos últimos condenan a los altiplánicos de haberlos abandonado a su suerte luego de la derrota del Campo de la Alianza. No falta quien deslice la hipótesis de que de no haber existido el Acuerdo secreto entre Bolivia y Perú – para defenderse de Chile –los altiplánicos hubieran podido aliarse a Chile.

En mis inicios de estudiante, mis profesores sostenían que  la historia llegaba hasta 1891, todo lo demás era “periodismo”, y lo decían con un desprecio “olímpico” en contra de los profesionales de la  Prensa. No es verdad que el transcurrir del tiempo borra las pasiones, (hasta hoy, en Chile existen carreristas y partidarios de O´Higgins, portalianos y anti portalianos). En la historia peruana aún no se dilucida que el Presidente Mariano Prado fue un traidor, cobarde y corrupto, que se vendió a los grandes capitales chilenos, o bien, que la culpa de la masacre de  Lima es de responsabilidad del dictador Nicolás de Piérola.

Los alegatos de los abogados de Bolivia en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya necesariamente tenían que referirse a la  historia, pues el objetivo consiste en probar que Chile, en varios documentos oficiales, así como correspondencia entre ministros de Estado, Chile había ofrecido a Bolivia una salida al mar.

La argumentación de Bolivia es puramente factual y no interpretativa: no es un aporte historiográfico, sino una enumeración cronológica de hechos, cuya exposición es parcial.

Es un hecho que Antofagasta perteneció al litoral  boliviano hasta el fin de la Guerra del Nitrato, y que pasó al chileno de manera perpetua a partir de 1904. También es cierto que la población del litoral boliviano era, en su mayoría,  chilena, y Bolivia a delportaba el concurso de las autoridades administrativas.

Respecto del comienzo de la  Guerra del Nitrato, si bien Bolivia la inició con el erróneo impuesto del 10% del quintal del salitre, Chile invadió Antofagasta bajo las órdenes de Emiliano Sotomayor; por otra parte, se libró una batalla entre Bolivia y Chile en que murió Abaroa, el héroe boliviano. José Santos Ossa, descubridor del salar del Carmen, Puelma y otros capitalistas chilenos se aliaron a los ingleses para explotar el salitre. No cabe duda de que la  guerra del salitre tiene un origen económico y que, finalmente, terminó favoreciendo a los especuladores ingleses – Thomas North, Gibbs, además de otros  explotadores de distintas nacionalidades entre ellos el Español Granja, que se enriquecieron a costa del   auge salitrero –

 En la exposición de los abogados bolivianos hay referencias a las relaciones entre Chile y Olivia, previas al Tratado de 1904. Es indudable que Domingo Santamaría, tanto como Ministro de Relaciones Exteriores, y luego Presidente de la República, fue partidario de conceder una salida al mar a Bolivia, ya fuera por Arica, en ese tiempo en disputa con Perú,  o por las caletas Vitor o Camarones; el Presidente Arturo Alessandri, a su vez, prometió a los bolivianos Arica a cambio de su colaboración con Chile en el plebiscito que resolvería la pertenencia de Tacna y Arica a Perú o a Chile, (al  final, Arica fue para Chile y Tacna para Perú).

Gonzalo Vial Correa, en su obra Historia de Chile, consigna que el dictador Piérola quería convertir a Bolivia en una especie de Polonia, es decir, repartírsela entre Perú, Argentina, Brasil y Chile. Esto explica por qué Perú nunca quiso tener frontera al sur con Bolivia.

Respecto a los hechos citados por el abogado ante la Corte de La Haya, posteriores a 1904, su exposición es parcial; por ejemplo, en el contexto del Acuerdo de 1950, llevado a cabo por el Canciller Ignacio Walker Larraín, cuya carta cita el abogado, suponía una compensación territorial, muy favorable para Chile y, además, el uso de las aguas del lago Titicaca. Siempre el problema es la aprobación de Perú; lo mismo ocurrió en Charaña, en que Perú no dijo ni sí, ni no, pero hizo una contrapropuesta muy desfavorable para Chile: una administración tripartita, pero impracticable.

¿Cuál sería el fallo ideal para Bolivia? Que el Tribunal Internacional obligara a Chile a negociar de buena fe con Bolivia, a fin de darle una salida al mar, pero lo que importa es que el diálogo lleve a una salida al mar y no un simple intercambio de propuestas. Para Chile, lo óptimo sería que el Tribunal no lo instara a dialogar o, en último caso, una “beatífica” expresión de deseos, en el sentido de que ambos países parlamenten de buena fe.

Personalmente, siempre he estado en desacuerdo con el patrioterismo, el chauvinismo y el nacionalismo que siempre ha sido producto de la estupidez e ignorancia de los pueblos que, como en la primera guerra mundial, terminan con diez millones de muertos y sus caras destruidas.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

20/03/2018                                   

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