Para mí, el Estado será siempre el Leviatán, y mi utopía es sea en su extinción, sea en la destrucción, (Marx o Bakunin, respectivamente). Todo poder conlleva la represión y la corrupción, por lo tanto, mi sueño – aunque impracticable – es una sociedad sin dinero y sin ejército.
El actual Presidente de Bolivia, aun cuando presuma de izquierda y progresista, es totalitario, especialmente porque pretende mantenerse en el poder por más 20 años y tres elecciones sucesivas. Los tontos seudo-izquierdistas alaban a Vladimir Putin – recientemente electo con un 75% de los sufragios – y pretende ser “sucesor” de los Romanov, al igual que el sanguinario J. Stalin; (según mi opinión, el único socialismo que tiene sentido es que se orienta a liberar al ser humano de las enajenaciones y se relaciona íntimamente con la democracia directa, por consiguiente, ideal sería que los gobernantes duraran un año en el poder y, además, su mandato pudiera ser revocado permanentemente).
Quizás, la más bella utopía ácrata es la de Leon Tolstoi, un anarquismo cristiano que, actualmente forma parte de mi ideario.
El usar la política exterior con fines de política interna constituye la esencia de todas las Cancillerías, pues la política de Estado es una falsedad: en la Primera Guerra Mundial, el Presidente G. Clemenceau, un izquierdista que luego se convirtió en nacionalista, alargó por un año la carnicería al negarse a aceptar el pacto que Carlos, el emperador de austro-Hungría, le propuso, pues ese año significaba un buen negocio para la burguesía francesa; Clemenceau – el Tigre – quería como única mata aniquilar a Alemania y recuperar Alsacia y Lorena.
La Primera Guerra Mundial sirvió a los nuevos ricos para evitar que los gobiernos republicanos de centro-izquierda impusieran el Impuesto a la Renta, lo que para los ricos equivalía a entrometerse en su billetera y así, robarles su propiedad. Enviar a los pobres a la guerra era un buen negocio para evitar las huelgas y las revueltas sociales.
Siempre he creído que si Chile tuviera una buena Cancillería, un Acuerdo cuatripartito entre Chile, Argentina, Perú y Bolivia respecto a energías limpias, el litio y la electro-movilidad, podría convertir a esta zona en una potencia mundial, pero la estupidez de disputas intestinas, de carácter decimonónicas, sólo sirven para mantener a los funcionarios del Tribunal de la Corte Internacional de Justicia, de la Haya, con togas y baberos incluidos. (Habría que sumarse a los siúticos de la Cancillería para creer que estos jueces fallan en derecho cuando, en realidad, siempre lo hacen con la política de querer dejar contentas a las partes en litigio.
Estas salomónicas decisiones, en la mayoría de los casos les resultan mal, (por ejemplo, tienen indignado al Presidente Juan Manuel Santos, pues le concedieron a Colombia San Andrés y Providencia, y a Daniel Ortega, de Nicaragua, el mar circundante).
Ha historia está diseñada para ser tergiversada: es una ramera utilizada a su amaño por los historiadores y escritores, pues sin prueba documental alguna, Francisco Antonio Encina escribe, muy orondo, que Diego Portales desciende de los Borjas y que, además, sus cuentos plagiados están inspirados en el “pájaro azul de la historia”, por consiguiente, a nadie le puede extrañar que el abogado de Bolivia diga ante la Corte Internacional de Justicia que Antofagasta perteneció y pertenece a Bolivia.
Es imperdonable que abogados, que se pretenden cultivados intelectualmente, sigan hablando de la Guerra del Pacífico cuando su nombre real es el de la “guerra del salitre o la del impuesto de los diez centavos”; por lo demás, la guerra naval tuvo una corta duración, y en Angamos el Huáscar fue capturado por la marina chilena.
La guerra del nitrato fue un episodio cruel y sanguinario para los tres países, qué duda cabe, pero la verdad histórica es que el ejército boliviano abandonó a sus aliados peruanos, luego de la derrota del Campo de la Alianza, en Tacna. Algunos historiadores peruanos, quizás mal intencionados, acusan al gobierno boliviano de haber buscado pactos con el chileno, a fin de incumplir el Acuerdo defensivo contra Chile.
Como lo hemos anotado en artículos anteriores, en 1929 Perú no quería, bajo ningún motivo, tener frontera sur con Bolivia, lo que implica que en el Tratado de Lima se exija un acuerdo tripartito para cualquier cambio territorial.
El único posible resultado del fallo de La Haya es conminar a ambos países en litigio a discutir sobre una posible salida a Bolivia al mar, pero el Tribunal no puede obligar a que se dé un resultado favorable para los altiplánicos.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
19/03/2018